El exorcista es una novela de William Peter Blatty publicada en
1971, probablemente la novela más famosa del genero de posesiones y exorcistas,
y la que inició (junto a su famosa película estrenada dos años después) toda la
cascada de películas y novelas de este rollo. Una novela primordial en el género
del terror. Está inspirada en el caso del exorcismo de Roland Doe, ocurrido a
finales de la década de 1940 en EE.UU, donde unos sacerdotes de la Iglesia Católica
de Roma exorcizaron a un niño anónimo bajo el seudónimo de “Roland Doe”, o a
veces “Robbie Manheim”, supuestamente afectado de posesión demoniaca. Según han
contado, se dieron varias de las muestras de posesión que luego se ven en la
novela y película, como que el colchón tiemble, surgimiento de estigmas,
objetos voladores, el crio blasfemando sobre todo lo sagrado, e incluso rompió
la nariz a uno de los curas. Por las declaraciones, el exorcismo tuvo éxito y
el chaval luego vivió una vida normal.
El mal contra el mal.
El autor, William Peter Blatty,
nació en 1928 en Nueva York, de ascendencia libanesa, y fue un escritor, director
y productor, licenciado en inglés por la Universidad de Georgetown, que alcanzó
su máxima fama con esta novela y con la adaptación del guion para la película homónima.
Escribió varias novelas y guiones de diversas películas, además de dirigir
algunas. Aparte de esto, sirvió en las Fuerzas Aéreas, y trabajó para la
Agencia de Información de los Estados Unidos en Beirut, Líbano, una agencia diplomática.
Murió de mieloma múltiple en 2017 en Maryland, a los 89 años.
William Peter Blatty se inspiró en La semilla del Diablo (1967) de Ira Levin para escribir El exorcista, la cual a su vez se inspiraba en las obras de Richard Matheson. De hecho, en general Blatty se inspiró mucho en Matheson también para esta novela (aunque esta lejos de su nivel).
El exorcista comienza con un misterioso hombre mayor atormentado
(quien más adelante sabemos que es el padre Merrin, “el exorcista” como tal)
trabajando en unas excavaciones en Próximo Oriente, donde la estatua de un
antiguo demonio o dios de los vientos, Pazuzu, le sobresalta, y se da cuenta
que se avecina el que pueda que sea su último enfrentamiento.
Aquello se acercaba. Tenía la escalofriante convicción de que pronto se
enfrentaría con un viejo enemigo.
La escena cambia drásticamente a la
ciudad de Washington, donde viven la prominente actriz Chris McNeil y su hija
Regan, acompañadas de una secretaria personal (Sharon) y un matrimonio que hace
de servicio doméstico. Regan comienza a experimentar alteraciones y trastornos psicológicos
cada vez más perturbadores, ante los cuales Chris la lleva a un neurólogo, que
recomienda la psiquiatría como la última opción, debiendo descartar primero algún
problema físico (malformaciones, alteraciones vasculares, tumores, etc.). A
partir de aquí, la novela es poco más o menos que una escalera creciente de
situaciones cada vez más agobiantes para Chris, Regan empeorando, y el neurólogo
proponiendo diferentes tratamientos o exámenes que dan siempre
inexplicablemente negativos. Es algo canso, nosotros ya sabemos que esta poseída.
Al final efectivamente recomienda el examen de un psiquiatra, que vuelve a probar
más métodos, destacando, la hipnosis, que dan nuevamente negativos.
En todo el mundo hay manicomios llenos de gente que ha tratado de jugar
con lo oculto.
Durante esta escalada las acciones
de Regan son cada vez más preocupantes, blasfemando, hablando con varias voces
distintas, meándose en medio de una fiesta en el salón de su madre, prediciendo
la muerte de otros, etc. Algunas de estas escenas son divertidas, pero desde el
punto de vista de nuestra generación, no se puede hablar de terror.
Mientras esto sucede hemos ido asistiendo a una serie de tramas secundarias bastante pobres, que en general ni nos van ni nos vienen, por ejemplo el drama familiar sufrido por el matrimonio que hace de servicio doméstico a Chris, o el alcoholismo de Burke Dennings, director de muchas de las pelis de Chris y su colega. También asistimos a la muerte de la madre de un sacerdote jesuita y psiquiatra (es las dos) que atraviesa una crisis de fe, el padre Damien Karras.
En otra trama secundaria, Burke, el
director, es asesinado partiéndole el cuello de una manera bastante violenta, y
hay muchas sospechas que apuntan hacia la propia Regan, así que Chris teme que
la condenen. El teniente Kinderman investiga, a ratos haciéndose el tonto. Este
policía nunca acaba de cuajar muy bien en la novela, no sabes ni adónde va ni
de dónde viene ni para qué.
Finalmente, los psicólogos y psiquiatras recomiendan a Chris que recurra a un exorcista, un sacerdote que aplique un exorcismo real a Regan, que pueda servir como tratamiento de choque para su trastorno (ellos suponen que se cree poseída, así que un exorcismo quiza pueda retirar el mal imaginario y por tanto curar el mal real). Chris recurre a Karras, quien se pega otras tantas páginas decidiendo si el exorcismo funcionará, y si la chica esta poseída o solo trastornada.
Karras decide que el exorcismo es necesario y pide permiso a su diócesis para realizarlo, quienes le nombran asistente y envían al padre Merrin (el del principio) como especialista en exorcismos para realizarlo. Este será el enfrentamiento final contra el ser que posee a Regan, quien pese a que no se dice directamente nunca, suponemos que es el propio Pazuzu. Esta entidad se entiende como un ser que solo conoce la crueldad y el mal, un ser que ha poseído a Regan con el único objetivo de destruir las vidas de quienes le rodean, de atraer exorcistas y condenarlos al Infierno. De provocar que las personas a su alrededor renieguen de Dios y así se condenen.
Su principal objetivo es destruir, torturar, y a veces incluso matar.
Las escenas en las que Regan (el ser que la posee, suponemos que es Pazuzu) y Merrin se hablan, o hablan el uno del otro, como si se conocieran desde hace décadas, viejos enemigos y rivales, son bastante guays. Ademas, Karras deberá recuper la fe en Dios en su corazón para enfrentarse a este mal, y recordar por qué y contra qué lucha.
Curiosamente, pese a llamarse la
novela El exorcista, este, el padre
Merrin, no sale hasta el final del libro, a unas 40 páginas de terminar. Solo
para el combate final, solo esta con Regan unas horas. El resto del tiempo de poseída,
atada a la cama, blasfemando, vomitando, deshidratándose y muriéndose, que dura
varias semanas, nada. La escena famosa del exorcista con el sombrero y la
maleta, bajo la farola, con la niebla y la música, en la peli, es ahí, al
final. Cuando llega vamos.
El libro ha envejecido fatal, no puede dar terror en nuestro tiempo, la fórmula es repetitiva, se pasan unas 100 páginas hasta que la madre empieza a asumir que a lo mejor tiene un trastorno mental grave, y casi 200 hasta que su madre se plantea el exorcismo y le pide ayuda a Karras. Luego tenemos 70 u 80 páginas más de Karras rayándose sobre si exorcismo si o exorcismo no, el detective Kinderman dando vueltas sin enterarse de la misa a la media, Chris llorando por las esquinas, etc. Se hace pesado, y cargante. El tiempo que tarda en empezar de verdad la historia no ayuda, ni la cantidad de tramas que quedan sin cerrar o poco claras.
Al final es una niña con un demonio indeterminado (suponemos que Pazuzu porque es mencionado al principio, si no ni eso) que la posee, soltando barbaridades (que hacen más gracia que dar miedo), y haciendo volar cosas por el cuarto. Pues comparado con It, El ángel caído, Ramsey Campbell, etc. ya me dirás.
Además el estilo de Blatty
resulta encorsetado, antiguo, poco fluido. Los personajes no tienen demasiada
personalidad, sus dramas están forzados (la crisis de fe de Damien Karras, el
padre Merrin enfrentando el reto final de su vida como un guerrero santo, Chris
como la buena madre al borde del ataque, etc.), no acabas de empatizar con
ellos. Y encima, los mensajes catolicones y moralistas que el autor lanza
(Karras recuperando el amor a Dios, blablablá) pues en fin. Que si, que en Expediente Warren subyace exactamente el
mismo mensaje. Demonios malos, Dios bueno, ama a Dios, ganan los Warren. Pero
es que tampoco me gusta Expediente
Warren, así que total.
Para colmo, tiene desarrollos súper
ridículos. Por ejemplo cuando Regan empieza a hacer volar cosas por el cuarto,
a tirarlas, sin tocarlas, solo con la mente, los psicólogos y el propio padre
Karras dicen “ah, no, es normal, en situaciones de grave alteración mental es
usual que puedan darse episodios de telequinesis”. Así, por las buenas, sin
rallarse más. Normalizan algo como la telequinesis como quien se toma un
cubata. Lo mismo con la aparición de estigmas, de marcas, etc. Siguen buscando
excusas para “nah, poseída no, un trastorno solo, eso de hacer levitar la cama es
solo un poco más raro que un ataque epiléptico”. Mientras tú piensas, por
favor, ¿puede aparecer el puñetero exorcista ya y que empiecen a pasar cosas?
Es un libro que tuvo su
importancia, de aquí nació y cogió fama y se extendió todo el subgénero de
posesiones, pero la novela en sí, está más que superada, a excepción de para nostálgicos,
fanáticos de esta etapa y modelo, o algún pseudo-académico enfermo como yo que
quiera reflexionar acerca de una vieja gloria. Y por coleccionismo.
En 1973 William Friedkin dirigió
una adaptación cinematográfica de título homónimo (El exorcista), producida y escrita por el propio William Peter
Blatty. La producción fue bastante dificultosa ya que les costó elegir actores
famosos, y acabaron escogiendo varios actores y actrices relativamente poco
conocidos, un incendio arrasó el rodaje, y algunos actores sufrieron lesiones
de larga duración durante la filmación. Casi parecía que el proyecto estaba
maldito. Durante el visionado de la película, se dice que (nunca me lo he
llegado a creer del todo, pero se supone que es cierto) numerosas personas
sufrieron abortos espontáneos, desmayos y otras reacciones físicas adversas. A mí
me parece una exageración como un piano, pero bueno. Pese a las críticas mixtas
que recibió (debido a ser tan “horrible”) se la reconoció como una película
genial y actualmente se define como de culto.
Pese a que no cabe duda que al igual que el libro fuera una película de gran importancia para el desarrollo del terror, fuera muy imitada, y produjo que todo el género terrorífico creciera como la espuma, a mí me parece extremadamente sobrevalorada. En su día sería novedosa, tiene escenas bastante innovadoras y agresivas, como en las que la Regan poseída se masturba con un crucifijo y cubre de vomito verde a los protas. Pero vamos, también ha envejecido fatal, desde nuestra perspectiva a día de hoy, para cualquier persona mínimamente hecha al terror, es prácticamente una comedia, queda todo súper ridículo. Pero históricamente es importante.
La película sigue el libro casi
al pie de la letra, aunque acelerando ciertos pasajes y saltándose ciertas
escenas, y pese a ello dura más de dos horas. La música es especialmente
espectacular y ambiental, eso sigue siendo muy chulo. Una de las principales
diferencias es que no llega a mencionarse a Pazuzu, el demonio al que se
enfrentan los sacerdotes es anónimo, incluso el propio Satán. Aun así, creo que
es de esos raros casos en los que la película supera al libro: pese a estar
desfasada para nuestro tiempo (Alien: el
octavo pasajero, de 1979, por poner
un ejemplo, le da mil vueltas), la música y esas imágenes rompedoras la hacen
bastante más impactantes que el libro.
En 1977 se sacó una secuela solo
en formato de película, y sin contar con el apoyo de William Peter Blatty,
quien afirmó que era innecesario y no tenía sentido una segunda parte. Esta
segunda parte, El exorcista II: El hereje,
ocurre varios años después de la primera, cuando Regan es ya una joven
adolescente, que sigue teniendo secuelas de su posesión, y está en tratamiento.
El prota es el padre Philip Lamont, a quien le es encargado investigar los
hechos ocurridos entorno a la muerte del padre Merrin, y acaba descubriendo que
la posesión fue obra del demonio Pazuzu, enviado por Satanás. En esta película se hace hincapié
en el enfrentamiento que durante décadas mantuvieron Merrin y Pazuzu. Lamont y
Regan toman el relevo de Marrin para hacer frente al demonio. Se hace hincapié en
esta entidad como antagonista último. La película fue vapuleada por la crítica,
pasando a ser de culto por considerarse excesivamente mala. A mí me parece
bastante sin más, aunque es verdad que deja muy olvidado el papel del padre
Karras en todo lo sucedido cuando Regan es una niña. Además contiene unos
detalles de cristianización en pueblos africanos de un cierto racismo y
paternalismo occidental.
En 1983, William Peter Blatty se retractó
de sus palabras y escribió una segunda parte llamada Legión, acerca de un asesino en serie muerto que posee el cuerpo de
Karras para cometer asesinatos, y protagonizada por el olvidado personaje del
teniente de policía Kinderman. Ni me la he leído ni tengo intención de leérmela,
pero por lo que he investigado, es infumable. Como El exorcista se pensó como una novela independiente y solitaria, sin secuelas, y así es como se entiende, así es como la califico yo. Me he visto la película sobre
ella, El exorcista III (1990) y es
bastante mala.
Mi recomendación: no leerla. Ver
la peli, y suficiente. El ritmo en las dos horas de peli es algo pesado, pero
una novela de 300 páginas se tarda más de dos horas en leer, y no merece. Si os
mola mucho la peli, tenéis curiosidad, queréis indagar en una vieja gloria
(como hice yo) etc. pues darle caña. Pero vamos. Yo le doy el “5 punto gracias”
por lo que significó en su momento, pero me ha cargado bastante.
Supongo que hay quien me querrá crucificar por esta crítica, pero así es como pienso.
Al buscar el olvido, trataban de recordar.