Abro el blog con esta pequeña obrita de 1955 de Fredric Brown, autor que, de manera similar al maestro Lovecraft, en vida no logró demasiada importancia y escribía para vivir (sin lujos), publicando en revistas pulp. Su alcoholismo no fue de ayuda. Sin embargo, su obra se consideró posteriormente, y hasta el día de hoy, de culto dentro de la ciencia ficción; y ha sido citado como uno de los escritores más influyentes por autores de la talla de Philip K. Dick o Arthur C. Clarke.
Marciano, vete a casa hace gala de un fuerte sentido humorístico e irónico que se adentra incluso en el terreno de la metaliteratura y se ríe descaradamente de los clichés del genero. Brown nos presenta, con carta explicativa introductoria inclusive, la premisa de que, contra todo pronostico, los invasores extraterrestres que los autores de sci fi llevan décadas (aunque en este momento aún no tantas) imaginando, no son etéreas e incorpóreas inteligencias benignas, ni insectoides con exoesqueleto, ni seres planta del otro lado del Universo, son, simplemente, los marcianitos verdes típicos. Pequeños hombrecillos verdes de voz de pito venidos de Marte. A veces el cliché es la realidad, y justamente por ello, Brown demuestra que el cliché mismo es la opción menos cliché posible, porque nadie la habría cogido.
Con un método sencillo y una escritura muy simple, Brown no divaga acerca de como llegan ni de su tecnología, no le interesa. Un día PUF hay millones de marcianitos por la tierra y ya, ¿y a que se dedican? Pues a tocar las narices. Literalmente. Son trolls en miniatura. Su único interés es cotillear a los humanos (tienen rayos X en los ojos) y molestarles chillándoles en los oídos, revelando sus secretos a otras personas, y volviéndoles locos, ante lo que los humanos no pueden hacer nada, porque los invasores son intangibles. Básicamente así plantea el autor la novela, un mundo invadido de golpe y porrazo por una raza de pequeños seres intangibles cuyo único interés es hurgar cada aspecto de su vida y molestar, y va planteando diferentes situaciones que se van dando debido a esto, y como la humanidad se va adaptando.
Como hilo conductual y protagonista utiliza a un escritor, Luke Devereaux, que justo cuando sucede la llegada de los marcianos, el día 1, estaba atravesando un bloqueo creativo, y tras la situación generada por los maliciosos seres verdes, va apañándose como puede el pobre hombre.
Es una novela sencilla y cortita, no llega a las 200 paginas, y con estilo que se puede considerar precursor de algunos de los mas grandes, como Douglas Adams y su saga de Guía del autoestopista galáctico, muy bien escrita, y con un desenlace bastante... interesante. Casi de chiste académico. Muy agradable de leer.
Tiene película, estrenada en 1990 (¡casi 40 años después!), protagonizada por Randy Quaid, que se llama como el título original en inglés: Martians, Go Home.
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