La novela tiene tres ubicaciones clave,
y Pollock irá saltando de una a otra a lo largo del libro, e incluso moviéndose
adelante y atrás en el tiempo, usando un ritmo ágil y dinámico, cambiando de
personajes y lugares, que impide el aburrimiento. Esos tres lugares están en el
sur de EE.UU: en primer lugar tenemos el pueblo de Coal Creek, en Virginia
Occidental, y por otro lado las poblaciones de Meade y Knockemstiff, en Ohio
(Meade es una población relativamente grande, al menos a nivel local, y
Knockemstiff es un pueblucho cercano). Las tres pertenecen a ese sur castizo,
republicano, ignorante y paleto, y por lo que leemos en la novela, casi se diría
que nacer allí es igual a una maldición. Pese a la intensa religiosidad de toda
la zona y sus gentes, parece como si Dios (el Dios bueno y benévolo en el que
creen esas gentes) hubiera apartado la vista de esos pastos hace mucho tiempo,
y ahora fuera solo el feudo del diablo.
La novela empieza alrededor de
1945, cuando Willard Russell regresa de la guerra en Japón (arrastrando
bastantes traumas de guerra, dicho sea de paso) a casa de su madre, en Coal
Creek (Virginia Occidental). Pero no habrá de quedarse allí mucho tiempo,
puesto que pronto se casa con Charlotte, una mujer de la que se enamora
perdidamente al tomar un almuerzo en el pueblo de Meade (Ohio), cuando estaba
de camino a su casa. Juntos se van a vivir al pueblo de Knockemstiff, donde
tienen un hijo, Arvin. Viven en una casucha a las afueras del pueblo, al lado
del bosque.
Los traumas de guerra de Willard
(sobre todo un soldado al que vio crucificado y desollado vivo) sumados a su
juventud religiosa sureña, convierten a Willard en un creyente compulsivo y fanático,
de un fervor desproporcionado: se construye un centro de adoración con una cruz
levantada por él mismo en el bosque, y se pega horas rezando y ofreciéndose a
Dios. Lo único que rivaliza con este fervor a Dios en su corazón es su amor por
su mujer (quien es bastante más inteligente y comedida). Cuando su mujer
enferma de un grave cáncer de estómago que la devora a toda velocidad, Willard se sumerge en una espiral de dolor y rezos que alcanzará cotas de ritualismo vudú, incluyendo peticiones
a gritos durante horas y sacrificios de animales que colgará de las cruces y
los árboles, para ofrecerlos a Dios por la vida de su mujer. Y obligará a
participar a su hijo Arvin, de unos 10 años por entonces, lo que lo marca de
por vida. El momento en el que mata a un perro (en la adaptación cinematográfica es el perro del chaval, en la novela se lo acaba de encontrar) super majo y lo cuelga crucificado de la cruz central se me hizo mas duro que cualquier otra cosa de la obra, y esa muerte además quedará grabada a fuego en la memoria de Arvin para siempre, y jamás se lo perdonará a su padre.
Arvin no sabía que era peor, si la bebida o el rezo. Por lo que él recordaba, su padre llevaba peleando desde siempre contra el diablo.
Mientras esto sucede, Pollock te va contando los pormenores en la vida de algunos otros personajes de la zona, tales como el predicador fanático y bastante rarito y tarado Roy Laferty y su primo guitarrista, paralitico y homosexual Theodore (quien ama en secreto a Roy, por supuesto).
En un salto de tiempo tras los sucesos de la enfermedad de Charlotte, Arvin ya es un joven de 16 o 17 años que vive con su abuela paterna Emma y su hermana adoptiva Lenora en Coal Creek. Lo vivido junto a su padre le ha convertido en un joven callado y retraído, que no busca problemas, pero tampoco se corta un pelo a la hora de arrearle una paliza de muerte, huesos rotos incluidos, a quien le busque las cosquillas a él o a su feúcha y marginada hermanastra. Y si la paliza se la lleva Arvin, ya esperará su momento para vengarse, y sus venganzas son bastante dolorosas. Arvin crecerá en el corrupto ambiente sureño, un muchacho marcado por un duro pasado, que trata de encontrar su propio sentido de la justicia mientras vive rodeado de violencia, y a base de violencia es la única forma que conoce para sobrevivir.
Por otro lado, Pollock cuenta la
historia de Carl y Sandy (hermana pequeña del corrupto sheriff de la zona, Lee
Bodecker), un matrimonio residente en Meade. Carl es un fotógrafo sin trabajo
(no da un palo al agua en toda la novela, real) y Sandy una camarera de noche
en un garito de mala muerte, y a veces se prostituye por diez o veinte dólares
(cosa que Carl sabe y no le importa, en ese sentido debe decirse que son
abiertos, LOL). Pero cuando llega el verano y los dos se van de vacaciones en algún
destartalado coche, se dedican a pasearse por las carreteras recogiendo
autoestopistas a los que luego asesinan para hacer fotografías “artísticas”.
Llevan ya más de 20 muertos a sus espaldas. Conoceremos a fondo la toxica
relación de la pareja, lo harta que esta Sandy de su vida de mierda, las
perversiones de Carl, etc.
Esta era la verdadera religión, solo en presencia de la muerte podía sentir algo cercano a Dios.
Todos estos personajes están íntimamente
relacionados en un ciclo de muerte, tragedia y violencia que los irá uniendo a
través de los años, con funestas consecuencias. Un ciclo donde se demuestra que
los encuentros y las casualidades, la vida del lugar, no están dirigidos por
Dios (al menos no por un dios benévolo), sino que es más bien el diablo quien
mueve los hilos, para su sádica diversión. Añado que estas referencias a Dios y
el diablo, por si le queda la duda a alguien, así como el propio título de la
novela, son puramente metafóricas, no hay absolutamente nada sobrenatural en ningún
momento.
La historia es una reversión de
la religiosidad: pese a todas las creencias sobre salvación, la muerte es constante,
y la vida es lamentable. Además, no es una historia con un final claro, parece
como si Pollock, a través de una ventana, nos mostrará un vistazo de las horribles
tragedias y las perversiones que pueden poblar esos pastos. Pero solo un
vistazo. Allí la violencia es una normalidad, y la gente convive con ella, sin grandes
sorpresas (incluso los agentes de la ley). La oscuridad reside en esos lugares,
pero no es la oscuridad de ninguna entidad sobrenatural, es la oscuridad que
cada persona posee en su interior. La cotidianidad del mal. Y tranquilamente podría
haber continuación, aunque por el tono del autor y de la obra, dudo que la haya
(ahora es cuando dentro de 5 años, Pollock saca una secuela y me como mis
palabras).
El libro está muy bien escrito, y
sus 333 páginas se pasan a toda velocidad. El centro del ciclo, donde podemos
decir que el horror comienza, y el horror termina (al menos de la parte que
nosotros llegamos a ver) es Knockemstiff (lugar donde nació y creció Pollock, y su inspiración):
una ensenada abarrotada de misticismo barato, supersticiones religiosas dignas
de unas gentes ignorantes que en su mayoría jamás han salido de ese entorno
recargado de esa religiosidad enfermiza; crímenes, alcohol destilado
ilegalmente, pobreza, etc. Como citaba el lema del Hospital Psiquiátrico de
Arkham: “un lugar sensato para gente sensata” (nótese la ironía). Un caldo de
cultivo séptico, una radicación que envenena a todo aquel que se expone
demasiado tiempo a él, convirtiéndolo en la misma clase de persona. Pollock
publicó en 2008 un libro de relatos centrado en este pueblo: Knockemstiff. El tono es el mismo que el
de esta novela.
Como se habrá deducido, el 95% de
los personajes de la obra son lo que antiguamente se llamaba “basura blanca”.
Personas blancas (no sale nadie de color) del sur atrapadas en su propio mundo,
consumidas por el republicanismo y el patriotismo más fanático, el racismo, el
machismo y la misoginia, etc. Una población seriamente atrasada. Creo que la
intención de Pollock, aparte de crear una obra usando todo esto como hilo
conductual, era también denunciar todo este atraso, que en cierto modo sigue
existiendo (no en la misma medida) en ciertas zonas de EE.UU. Y no se si es una lectura mía o era intención del autor, pero creo que también hace una denuncia sobre el peligro que supone criar a un hijo o hija desde tus propios traumas y obsesiones, y en una cultura y un ambiente tan restrictivos, abusivos, violentos, cerrados, etc.
Este sitio esta lleno de hijos de la gran puta.
A pesar de lo dicho sobre los
personajes, algunos de ellos, incluyendo a algunos de los más despreciables,
como Theodore (el paralitico) o Carl, son conscientes de que viven rodeados de
inmundicia. De que ellos mismos son inmundicia.
Toda la novela tiene un tono sórdido,
malhablado, desagradable. La atmosfera esta tan bien conseguida que a veces da
un poquito de asco, huele verdaderamente mal. Lugares y personas con una higiene
repulsiva, alimentos en mal estado (incluso carne con gusanos siendo ingerida
porque no hay otra cosa), alcohol de destilería (que puede dejar ciego si está mal
hecho). La mayor parte de los personajes son repugnantes, caen mal; o no son mala
gente pero es que son patéticos, y tampoco pueden caerte muy bien (aunque hay algunos que se salvan, como Arvin, o su abuela, o su tío). Y como he
dicho, todo eso es la normalidad. Pollock llega a ratos a tratar todo esto con
ciertos tonos de humor negro, y no puedes evitar reírte un poco. Por ejemplo, hay
una escena donde dos viejos republicanos hablan sobre cómo habría que perseguir
a todos los “melenudos” (hippies, rockeros, etc.) porque son el verdadero cáncer
de la sociedad, unos pervertidos, y colgarlos en las plazas de los pueblos. Para
dar ejemplo. Llega a dar risa, pero esas conversaciones existían en aquella época
(los años sesenta). Humor negro.
Pese a esto, el autor no utiliza demasiado
la violencia grafica ni escenas gores, como por ejemplo si hace el gran Clive
Barker. Es más minimalista, él transmite la sensación general de la zona. Sabes
que lo que pasa allí es muy chungo, pero no está interesado en hablar de
personas destripando a otras, cabezas cortadas, etc. Personalmente prefiero el
estilo de Barker, mas visual, gráfico y estético (en su barbarie), pero ello no
quita que sea una novela muy bien escrita.
Quizá podríamos citar como una de
las escasas críticas que Pollock abusa un poco de la sordidez en los personajes,
y a veces se hace ligeramente forzado. El paralitico homosexual enamorado de su
primo predicador rarito y fanático, la camarera prostituta y asesina con su
mierda de relación con su marido pervertido, etc. Pero bueno, es lo que Pollock
vende, es lo que esperas al leerlo, y es lo que obtienes, y además lo cierto es
que es muy entretenido.
Pollock, dentro del dirty realism (“realismo sucio”), es heredero
directo de la tradición y rama llamada gótico sureño, y de autores como Flannery
O’Connor, William Faulkner y Cormac McCarthy: esa violencia normalizada en
ambiente rural, ese sabor castizo presente en todo el libro. Mecedoras en los
porches, escopetas, garrafas de alcohol destilado, rancheras destartaladas,
pequeñas poblaciones con congregaciones religiosas dirigidas por algún predicador,
etc. Pero sin elementos sobrenaturales, que a veces están presentes en este
estilo, y a veces no. Son especialmente conocidas las novelas de McCarthy: No es país para viejos (2005) y La carretera (2006), aunque lleva
sacando libros desde el 65. Al igual que estos autores, Pollock también ha
hecho su propia incursión en el western:
El banquete celestial (2016).
Finalmente, el personaje de Arvin recuerda un poco a otro conocido personaje del dirty realism: Holdem, el protagonista de El guardián entre el centeno (1951), de J.D. Salinger. Su vago (aunque en Holdem no es tan vago) temor ante un mundo amenazante, su forma de enfrentarse de una forma un tanto retraída a la mayoría de edad y el salto a ser adulto, su introspección, etc. Pese a todo lo ocurrido, se diría que el acontecimiento que más marcó la vida de Arvin no fue la muerte de su madre y lo que le siguió (no haré spoilers), es aquel que solo puede comprender como inútil y absurdo (lo que lo hermana con Holdem y su repulsa por los actos de una sociedad que no comprende o se niega a comprender, en su rebeldía adolescente): el sacrificio del perro a manos de su padre. La muerte de su madre fue un acto natural, el cáncer la mató, no podía hacerse nada. Y lo que siguió fueron consecuencias naturales, y hasta ve cierta justicia en ellas. Pero el perro no había hecho nada, era inocente, y su muerte no sirvió absolutamente para nada en la evolución de la enfermedad de su madre. Una criatura inocente muerta por un objetivo inútil y sin sentido, y por ello jamás perdona a su padre. Al final Arvin no ve el crimen en la violencia, él mismo la utiliza sin cortarse un pelo si tiene que hacerlo, si no en la violencia sin sentido. Por ello los sacrificios de su padre los ve como el crimen supremo. Y Arvin, como Holdem, se revela contra esa banalización del mal y la violencia.
Le dio la impresión de que su vida entera, todo lo que había hecho, dicho, o visto, lo había conducido a aquel momento: por fin a solas con los fantasmas de su infancia.
Es una novela que en general ha recibido la aclamación de los lectores, siendo la mayoría de las críticas positivas, tanto por parte de aficionados como de profesionales. Ha obtenido varios premios, sobretodo en Francia, donde ha tenido un reconocimiento impresionante, y la publicación literaria francesa Lire nombró a El diablo a todas horas la mejor novela de todo 2012. Solo en Francia ganó el Gran Premio de Literatura Policière de 2012 y el Prix Mystère de la critique de 2013. Además, obtuvo el Premio Thomas y Lillie D. Chaffin de Escritura Apalache (Thomas y Lillie D. Chaffin Award for Appalachian Writing) de 2012. Por último, obtuvo el tercer lugar en el Deutscher Kimi Preis de 2013, un premio alemán. El Gran Premio de Literatura Policière y el Deutscher Kimi Preis son los dos premios literarios mas antiguos y prestigiosos de sus respectivos países concedidos a la literatura de ficción criminal, policiaca, etc.
En 2020 Netflix sacó su adaptación cinematográfica, con el mismo nombre que el libro, dirigida por Antonio Campos y producida por Jake Gyllenhaal (el mismísimo Misterio de Spiderman: Lejos de casa, entre otros papeles) y Randall Poster. La película hace un importante esfuerzo por adaptar una linealidad bastante compleja, debido a esos cambios de perspectiva, de lugar, y de tiempo. Y el resultado es una película bastante entretenida y buena, y mantiene la originalidad de la novela, pero fracasa a la hora de plasmar su sordidez. Tal y como suele suceder con las producciones de Netflix, peca de ser excesivamente correcta, no se atreve a mostrar toda la inmundicia. La mayoría de escenarios son limpios, no reflejan ese ambiente repugnante, y tres cuartos de lo mismo con los personajes. Y no es que sean malos actores, más bien al contrario, pero no están caracterizados de forma lo bastante sórdida. Y es algo evidente, porque en la novela Pollock dedica mucho tiempo, escena a escena, pagina a pagina, a dejarnos bien claro esas pintas de personajes lamentables, decadentes, y patéticos. En el libro, Carl tiene un aspecto mucho más obeso y desagradable, sin lavarse nunca; Sandy mucho más delgada y avejentada, con dientes podridos. Lenora es, aunque quede mal decirlo, mucho más fea, la actriz elegida es guapita, y no es que se haga mucho para afearla en la caracterización. Y pese a la excelente interpretación de Robert Pattinson (porque es buen actor) como el asqueroso y pomposo reverendo Preston Teagardin, creo que no encaja bien, tiene un rostro demasiado reflexivo para ajustarse a semejante cerdo cobarde y libidinoso. Me recuerda un poco a como en Mortal Engines (película de 2018 basada en un libro homónimo de 2001), el personaje de Hester Shaw, que en la novela tiene la cara totalmente desfigurada por un golpe de espada (no tiene ni nariz), en la película solo tiene una cicatriz en la barbilla y en una mejilla, que no solo no desfigura su rostro, si no que casi la hace más atractiva con su aire salvaje. La gente del cine suele tener un considerable temor a afear en exceso a sus personajes, aunque lo marque la obra original. Aun asi es una buena película, merece la pena verla, y pese a su fracaso en el citado aspecto, tampoco traiciona al libro del que nace. Por otro lado, la interpretación de Tom Holland como el Arvin adolescente es especialmente destacable: es lo bastante serio e introspectivo, se le da muy bien reflejar la violencia que a veces sacude al personaje, etc.