Con
esta novela creo que estamos ante la opera
magna de este autor, Michael
Crichton, incluso por encima de su título más famoso: Jurassic Park. Y aunque no sea tan famosa como esta, Esfera también cuenta con su propia
adaptación cinematográfica en 1998, casi tan buena como como el libro, con
actores de primer nivel como Samuel L. Jackson, Dustin Hoffman, Sharon Stone o
Liev Schreiber. En serio, la película merece mucho la pena, aunque como casi
siempre, es recomendable leer el libro primero. No es un libro nuevo, cuenta ya
con unos años, y es que es de 1987, pero vaya, que es una obra de arte, y
además son solo 330 páginas, te lo ventilas en dos días.
La
novela cuenta como protagonista primario al doctor Norman Johnson (Dustin
Hoffman en la peli), un eminente psicólogo que es sacado de su casa y de su
tranquila vida en San Diego para llevarlo mediante transportes militares aéreos
y con bastante secretismo a alguna parte de la Polinesia Occidental, en el Océano
Pacifico, mas allá de Australia. Allí, la Armada estadounidense ha establecido
una verdadera base militar temporal, una flota formada por varios destructores
armados hasta los dientes y varios barcos de apoyo para alta tecnología y
misiones especializadas, además de varios buques científicos militares en el
centro de todo.
En
uno de esos barcos científicos, Norman recibe de parte del capitán Harold C.
Barnes, el comandante del proyecto (al menos hasta donde nosotros llegamos a
ver), la información de que en ese lugar probablemente se haya producido el
descubrimiento más importante de la historia: se ha encontrado una nave
espacial alienígena. Por supuesto cuanto ocurra en esa operación debe ser de máximo
secreto hasta nueva orden. Para afrontar esta eventualidad y sus posibles
consecuencias, la Armada ha seguido las directrices de un protocolo que se
preparó años para atrás para saber cómo actuar ante este contacto, y que fue redactado
por el propio Norman (Recomendaciones
para las distintas actuaciones del equipo humano de contacto con formas
desconocidas de vida). Como tal, se ha reunido a un equipo de mentes privilegiadas
recomendadas por el propio Norman: la doctora Elizabeth Halpern (Sharon Stone),
una bioquímica y zoóloga; Arthur Levine, un biólogo marino (ya que la nave se encontró
bajo el agua); Theodore Fielding (Liev Schreiber), un oportunista astrofísico y
geólogo planetario, que busca utilizar la ocasión para su próximo libro; y
Harry Adams (Samuel L. Jackson), un matemático
brillante pero arrogante (las matemáticas deberían ser, según Norman, lo más
cercano que podemos tener a una forma de comunicarnos con una forma de inteligencia
desconocida). El propio Norman sería el último miembro del equipo y el
encargado de mantener el orden, y como psicólogo, asistir en la gestión de estrés,
ya que la emoción más probable ante un contacto como este será el terror.
Barnes
les informa de que la nave ha sido encontrada en el fondo del Océano (a
varios cientos de metros de profundidad) bajo varios metros de coral que ha
crecido sobre ella. Teniendo en cuenta que el coral crece a una constante precisa,
se ha calculado que la nave (que por cierto es muy grande) lleva allí unos 300
años. Su tarea es estudiarla, y para ello, en 24 horas todo el equipo bajo la
dirección del propio Barnes, y con la colaboración de unas técnicas militares
de la Armada, van a bajar unos habitáculos submarinos científicamente
habilitados que se han instalado en el fondo del mar, muy cerca del vehículo alienígena.
Cuando los protagonistas bajan allí abajo, el ambiente cambia a una constante y creciente (conforme se desarrollan los acontecimientos) tensión, un ambiente opresivo, frio, que afectará a todos. Al entrar en la nave y tras una serie de perturbadores descubrimientos que no revelaré, descubren lo que es el centro de la novela: en los depósitos de esa gigantesca estructura encuentran una esfera de varios metros de diámetro, que no guarda ninguna relación con la nave, excepto que quien fuera que la pilotara la recogió en algún lugar del Universo… exactamente como están haciendo ellos ahora. Y no saben lo que es posible que despierte en ellos la esfera, o con que clase de entidad inteligente pueden estar entrando en contacto. ¿Quién sabe lo que dormía en su interior?
El estilo es el característico de Crichton, lo que se ha definido como technothriller, y que consta del ritmo ágil característico de los thrillers, mezclado con un ambiente de alta tecnología y especialmente de ciencia ficción (mas concretamente de ciencia ficción dura, o hard sci fi, caracterizada por la abundancia de elementos científicos y/o técnicos). Crichton tiene un detalle muy propio en casi todos sus libros, y es que suele intercalar gráficos científicos, diagramas numéricos, etc. como aquellos de los que se está hablando en ese momento preciso de la novela, lo que te ayuda a visualizar y meterte más en la obra. A continuación, un ejemplo:
La novela es entretenidísima, y centra en sus páginas un misterio insondable que yo creo que acompaña a la humanidad desde hace como mínimo un siglo, desde que saltamos a las estrellas: la posibilidad del contacto con formas de vida desconocidas, o más concretamente, con inteligencias que no sean de la Tierra. ¿Estamos solos? Un misterio que películas de los últimos tiempos como Interstellar (2014) nos han recordado con gran belleza. Al mismo tiempo el ritmo es ágil, y dosifica muy bien las etapas de terror con las de reflexión.
El
autor desarrolla con mucha madurez algo tan complejo, y no concibe nada similar
a un hombrecillo verde de ojos saltones, el típico marciano (acordaos de Marciano, vete a casa, que ya reseñé hace tiempo), ni ninguna clásica forma de vida basada en una morfología humana
(solo que añadiéndole algún tentáculo o mucho pelo o un solo ojo) o siquiera terráquea:
animal o vegetal (como los seres planta a los que era aficionado Lovecraft). Un alienígena ni siquiera tiene que ser una forma de vida
basada en el carbono, puede no necesitar oxígeno, puede tener unos mecanismos
de vida tan sumamente distintos a lo que nosotros concebimos, que quizá nosotros
no lo identificaríamos como vida. Ahora imaginaos como seria comunicaros con un
ser como este, que ni podemos alcanzar a imaginar. Pues esta es una de las
cuestiones a las que Crichton trata de acercarse con este libro.
Crichton
no era ningún patán a la hora de escribir sus novelas (aunque a veces
escribiera claros fracasos, como Timeline,
Airframe, o Sol Naciente), y se documentaba muy bien, de echo suele incluir una
extensa bibliografía respecto a los temas tratados al final de sus libros. En
esta novela puede apreciarse unas claras reminiscencias a Arthur C. Clarke. Clarke ya planteó la posibilidad de un contacto con una estructura monolítica extraterrestre
de incognoscible antigüedad y capacidades (el famoso monolito negro) en 1951, con el pequeño relato El centinela, y más de 10 años después creó, inspirándose y expandiendo lo bocetado en este relato, junto a Stanley Kubrick, la película y libro
(ambos se crearon de forma paralela y colaborativa entre los dos) 2001: Odisea en el espacio. La esfera
guarda un evidente parentesco con el monolito negro, pese a que nos cambia el
ambiente espacial por el submarino (manteniendo, eso sí, el entorno opresivo y científico).
No podemos evitar que la extraña sensación de no saber de dónde viene, si
piensa, cuál es su función, cuando fue creado, para que, etc. que desprende el
monolito, se reflejen en la esfera. Aunque es cierto que el libro de Clarke, así como las
continuaciones (2010: Odisea dos, 2061: Odisea tres, y 3001: Odisea final) son
bastante más claros que la película en cuanto al objetivo del monolito.
Por otro lado, Esfera posee una visible relación con la novela Contact (así como con la obra científica-divulgativa de este autor), de 1985, del astrónomo, astrofísico, astrobiólogo y cosmólogo Carl Sagan, quien fue promotor de la búsqueda de inteligencias extraterrestres a través del Proyecto SETI. Hay un dialogo concreto en Esfera que recuerda mucho a otro de Contact. También hubo una película, en 1997.
La
novela también cuenta con referencias más pequeñitas a Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne (partiendo del
ambiente submarino, aunque habrá más cosas, pero me callo), o incluso recuerda
un poco a Alien: el octavo pasajero (si,
la peli de 1979 de Ridley Scott) por estar atrapados en ese entorno de alta tecnología, por compartir espacio con
algo que desconocen, y por el terror que esos factores y las muertes que se irán
produciendo generan. Aun así, pese a que hay mucha tensión, e incluso terror,
no es propiamente una obra de terror, este será un mecanismo que Crichton usará
hábilmente para transmitirnos otras cosas, principalmente lo que he citado en
los párrafos anteriores. En esencia es, como ya he dicho, ciencia ficción dura y technothriller.
Pese a todas estas reminiscencias e inspiraciones, Esfera encuentra sin problemas su propio espacio y su propio ritmo, y es original por sí misma. No se trata de ningún refrito de las anteriores.
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