La semilla del Diablo es una obra que nació en 1967 de la mano de
un conocido escritor y guionista estadounidense, Ira Levin, y pronto se
posicionó como la novela más vendida de todos los años 60, y alcanzó un gran
reconocimiento. Su adaptación cinematográfica, dirigida por Roman Polanski, se
hizo famosísima.
Ira Levin nació en 1929 en New
York. Se especializó en filosofía e inglés en la Universidad, y luego sirvió en
el Cuerpo de Señales del Ejército, para después dedicarse a la escritura de
guiones y novelas. Su obra más famosa es La
semilla del Diablo (Rosemary’s Baby),
pero también destacaron Un día perfecto (1970)
y Los niños del Brasil (1976). Murió
en su casa de Manhattan, de un infarto, en 2007, con 78 años.
La semilla del Diablo nos cuenta la historia de un joven
matrimonio, Rosemary y Guy Woodhouse, quien pese a las advertencias de su amigo
Hutch, deciden irse a vivir a un piso que han alquilado en la casa Bramford, un
edificio de apartamentos de estilo neogótico en la ciudad de New York. La casa
Brmaford cuenta con muchísimo pedigrí, es chulísima y super glamurosa, y hay
una larga lista de espera para alquilar un piso allí, pero lo que los Woodhouse
no saben, y averiguan al poco de tomar la decisión de coger ese piso, es que también
tiene una larga historia negra. Dos hermanas caníbales devorararon allí a
varios sobrinos pequeños, un conocido brujo estilo Alesteir Crowley dirigió una
secta de brujería desde un piso de esa casa, trató de invocar a Satán y casi fue
linchado allí mismo. Y hay más. Aun así la esperanza de los Woodhouse es que sean
solo casualidades, no son gente supersticiosa.
Pero al poco de llegar y arreglar
su nueva casa son recibidos por sus extraños vecinos: Minnie y Roman Castevet,
dos extravagantes ancianos. Tras mostrar un preocupante (para nosotros, como
lectores) y maleducado (yo les mando a la mierda por la vía rápida) interés en
la joven Mary, empiezan a hacer amistad con el matrimonio. Poco después de una
fiesta en el piso nuevo, dos importantes cambios se suceden: Mary cumple su
sueño de quedarse embarazada (hasta entonces su marido no se decidía) y Guy
consigue un papel (es actor) en una prestigiosa obra que probablemente lo
catapulte a la fama, cambiando sus vidas para siempre.
A partir de este punto la novela
es una repetición de situaciones cada vez más preocupantes y siniestras entre
Mary y los Castevet, que están pendientes de cada cosa que haga Mary,
“preocupadísimos” por el desarrollo de su embarazo y por la salud de su bebe.
Desde el principio de la novela no existe ninguna duda para ningún lector del
siglo XXI de que ese par de viejos son más chungos y tienen peores intenciones
que Herodes en una guardería, y de que probablemente el propio Guy este
pringado en el ajo, así como el gran número de repelentes amigos de los
Castevet. Incluyendo el puto medico de Mary, quien lleva su embarazo, recomendado
por los vecinos, y amigo suyo. Es que da un cante horroroso.
Ese es el principal fallo de la
novela: no plantea realmente cambios desde la página 30 o 40, todo se sucede
exacta y estrictamente por el cauce probable y esperable: algo siniestro pasa
con ese bebe que está creciendo en el interior de Mary, algo han hecho los
Castevet, que por supuesto están pringados con esa magia negra tan jodida que
forma parte de la historia de la casa en la que viven. Los supuestos plot twist
no lo son, de puro evidentes.
Sabia la respuesta antes de hacerse la pregunta. Formular la pregunta había
sido solo una manera de presentar la respuesta.
Además no existe contenido inteligente
ni activo. Toda la novela son situaciones cotidianas de Mary durante su
gestación, hasta el día del parto, aderezadas con esas situaciones
crecientemente malrrolleras (pero aun así, cotidianas, son detalles que vamos
viendo) por los Castevet, y el resto de sus amigos (un aquelarre de viejos y viejas
cotillas que es que no pueden poner más nervioso al lector de lo pesados que
parecen, ande a la mierda señora largo de mi casa).
Mary es un personaje bastante
inteligente e independiente para ser una mujer escrita por un hombre en los
canones de los años 60, por lo cual queda bastante incoherente lo que se fía y
traga de ese par de ancianos entrometidos (ni siquiera le caen especialmente
bien en realidad, es más bien “pobrecitos ancianitos, solo quieren ayudar, no
voy a pensar mal, me tomare este extraño batido verde y amargo que me trae
religiosamente cada día y que insiste SOSPECHOSAMENTE en que me tome delante de
ella”). Tarda la vida en darse cuenta
que algo huele a podrido con ese par, y tu como lector, pues te aburres, porque
ya lo sabes. Más de lo mismo con Guy, quien les defienda a capa y espada, y
trata de alejarla (a veces con situaciones harto machistas) del resto de sus
amigas y amigos. En toda la novela tiene una relación extrañamente cercana con
ese par, y una actitud que apesta. Blanco y en botella, pues eso. Y la
situación no cambia en más de 100 páginas que tarda en olerse la tostada.
No sabía si estaba volviéndose loca o volviéndose cuerda.
Por otro lado, hay situaciones y
comentarios de un machismo que te saca de contexto. Si, lo sé, en aquella época
aún se escribía así, era raro encontrar libros donde la mujer pudiera actuar de
forma independiente del hombre, la norma era el matrimonio: el hombre trabaja
mientras la mujer cocina y gesta. Ok. Pero aun así, chocan, y además es que hay
momentos que claman al cielo. Cuando Rosemary y Guy conciben a ese bebe, ella
esta KO (evidentemente la habían drogado para que no se enterará porque esa concepción
implica un ritual de magia negra, y la novela te lo deja bastante claro desde
el principio). Cuando se despierta Mary cree que fue porque se pasó con los
cocteles, y estaba ciega perdida, pero al rato se da cuenta de que anoche Guy
folló con ella mientras estaba fuera de combate, y le dice “oye tronco, ¿qué
cojones? Que yo estaba inconsciente.” Y él admite que lo sabía, pero “no perdón
cariño, es que como era día fértil no quería perderlo, así que folle contigo
mientras tú estabas ahí tirada”. ESO ES VIOLACIÓN. Y ella se lo toma como “jo,
no me mola mucho esto, eh, avísame otra vez, pero venga, no pasa nada”. ¿QUÉ?
Vamos hombre, sales por la ventana del ostión, no vuelves a tocarme, y te comes
una denuncia que te cagas. Si, vale, la época. Entiendo. Pero es que es muy
fuerte joder. Me lo podía haber tomado como una muestra del horror que encierra
toda la concepción del crio, pero si ella hubiera reaccionado, si se hubiera
enterado de que fue violada más tarde, y ahí es cuando explota, no sé, algo.
Pero normalizarlo me parece muy fuerte, no refleja nada en si como novela, lo
que refleja es que tanto para el autor como para la época, si estáis casados,
puedes tirarte a tu esposa aunque este KO y no pasa nada, no está muy bien,
pero una pequeña liada.
Y lo mismo para la dependencia
que a veces Mary muestra sobre Guy, un tío que en general pasa de ella, su
preocupación es su carrera. Y encima es más tonto que un zapato. Anda y que te
jodan, payaso. Es que Guy y los viejos no puedes con ellos toda la novela,
quieres meterte dentro del libro a inflarles a tortas de los imbéciles que son.
Hay escenas en las que Guy le impone lo que debe hacer, le tira a la basura
regalos de otros amigos de ella, etc. para romper sus lazos con otras personas.
Y ella jo bueno vale, no discuto. Me ponía negro.
Una batería concentrada de malas voluntades.
Hay hasta un momento de homofobia
que casi resulta gracioso, como si lo hubiera dicho Antonio Recio: “Dubin y
DeVore eran homosexuales. Todos los demás vecinos parecían gente normal”.
Es una novela que tuvo mucha
importancia, por ser una versión actual de la casa encantada (la casa Bramford
sería la casa encantada pero moderna, además en vez de ser campestre es una mansión
urbana, aunque reconvertida en edificio de pisos), con la diferencia de que la
maldición no reside en sus muros y en presencias ligadas al edifico, si no en
sus habitantes; y por ser una de las primeras en mostrar la idea del hijo del
Diablo, parido por una madre humana (joder, si, ya lo he dicho, pero es que es evidente
que el crio que lleva Mary es el hijo del Diablo). Literariamente hereda de la
tradición de terror de Richard Matheson, sus cuentos fueron una inspiración
para Ira Levin, y a su vez esta obra fue inspiración para El exorcista (la metodología de narración es parecida, el autor
plantea la base al principio de la novela, y prácticamente nada cambia hasta el
final, solo va superponiendo la misma situación una y otra vez) y películas
como La Profecía (The Omen), de 1976. Otra película con un
bebe hijo del Diablo, aunque esta fuera de las primeras.
Aunque mantiene ese punto de terror
a veces contemplado desde una perspectiva científica, pero sin alejarnos nunca
de lo sobrenatural, tan característico del gran Richard Matheson, desde luego
ni Ira Levin es tan bueno como Matheson, ni esta obra tiene nada que hacer
frente a las del primero. La perspectiva científica de esta obra se limita a
cierto escepticismo con un aire de ciencias de instituto por parte de Mary y de
otro personaje, que no aporta nada. Y lo sobrenatural es casi ausente, más que
por algunos eventos que tienes que entender que han sido “mágicos”. La novela
no sabe crear atmosfera prácticamente en ningún momento, tampoco contiene ningún
lirismo. Realmente ni siquiera la casa Bramford transmite mal rollo, pese a los
intentos de Levin contándote ese pasado oscuro: es todo tan cotidiano que es difícil
ponerte en situación. Roman y Minnie Castevet no llegan tampoco a ser realmente intimidatorios, chungos, siniestros, nada. Solo un par de viejos cansos. El resultado: en definitiva es una novela cargante, lenta
y desfasada; le falta misterio, rollo siniestro, incluso meter algo de violencia
o gore (aunque estos no son necesarios para una buena novela de miedo). Todo
añadido a su más que evidente atraso en valores.
Sinceramente, solo puedo entender
su éxito como novela de terror porque en su época el mundo aún no estaba
acostumbrado a lo que nosotros hoy, y la mayoría de escritores no tenían ni las
herramientas imaginativas ni el valor de publicar niveles superiores (en
general, excepciones ha habido siempre, Matheson o el propio Lovecraft son
ejemplos). Supongo que en los 60 la gente la leyó y dijo “oh dios mío, que
terrible”. Nosotros la leemos y decimos, ok. Exactamente igual que con El exorcista. Al igual que con esta,
imagino que su adaptación en la pantalla hizo mucho por la fama del libro.
Es un libro importante para entender la configuración del terror actual, es parte de la historia del género, tanto en literatura como en cine. La película de 1968 al final es igual que la novela, también nos sabe a poco a cualquier consumidor actual, pero cuenta con algunas ventajas respecto a su contraparte escrita. En primer lugar, una película de dos horas no es lo mismo que un libro de 200 y pico páginas, se ve en menos tiempo (lo que lo hace más llevadero si el libro se nos hace cargante). En segundo lugar, sus interpretaciones hacen mucho, destacando la de Mia Farrow, que se sale. En tercer lugar, está muy bien ambientada, tanto por sus escenarios (la casa que hace de la casa Bramford en la peli está muy bien elegida, creo que es el edificio Dakota de New York) como por su música, lo que contribuye a meterte más en situación. Vamos, yo recomiendo pasar de leerla, ya que no aporta nada, y verte la peli, que cuenta punto por punto prácticamente lo mismo.
Una de las curiosidades de la
obra es que su nombre original no era el famoso La semilla del Diablo (que a mi sinceramente me gusta más, queda más
impactante), si no el más escueto Rosemary’s
Baby, lo que significaría literalmente “El bebé de Rosemary”. La semilla del Diablo es el nombre que
se puso por los traductores españoles. Hay quien critica este título porque
dejaba demasiado claro por donde iban a ir los tiros, pero sinceramente, creo
que la novela lo deja bastante claro en general. O sea, yo intento ponerme en
una situación de no saber nada de la trama, y es que joder, se ve venir por
todos lados. Así que pf, por lo menos el título de La semilla del Diablo es más guay.
Otra característica, es que hasta estas fechas el tema de la madre que lleva dentro al hijo de Satanás no era muy popular (ahora tenemos patadas de ejemplos), fue a partir de aquí cuando se popularizó. Pero lo curioso es que para cuando se escribió esta novela, el hijo de Satanás (una figura inventada modernamente) NO era el Anticristo (y no lo es en esta novela, eso no se menciona en ningún momento en realidad), esa es una idea que tenemos ahora. Se ha dicho mucho sobre el Anticristo a lo largo de la historia, y es cierto que es una figura que sale en la escatología cristiana y en los Evangelios (aunque en el Apocalipsis, del Nuevo Testamento, creo recordar que no se le menciona), y se empezó a generalizar en nuestra cultura popular a partir de 1900 con la publicación de A Story of Anti-Christ, de Vladimir Sergeyevich Solovyov. Pero no es hasta una obra posterior a la de Ira Levin, La Profecía (The Omen), una película estrenada en 1976, que nació la idea de que el Anticristo sería el hijo de Satanás (una forma de legitimar ese poder diabólico que tiene el Anticristo), bajo el personaje de Damien Thorne. Así pues, aunque mucha gente entiende al hijo de Rosemary como el Anticristo, en realidad aun no lo es, porque su novela es 9 años anterior a esa idea.
En 1997, Levin publicó una
segunda parte, El hijo de Rosemary, y
ni la he leído, ni tengo intención de leerla, ya que igual que ocurre con Legión, la segunda parte de El exorcista, es una novela sacada solo
para seguir la estela de una obra lucrativa, y tratar de hacer dinero fácil,
pese a que el propio autor en principio pretendía que no hubiera secuelas. Por
lo que he leído, es infumable.
En 1976 se estrenó una secuela de la película, Look What's Happened to Rosemary's Baby, dirigida por Sam O’Steen, que en mi opinión es un coñazo. En primer lugar prácticamente nadie del reparto de la peli original repite en esta nueva peli, lo cual ya chirria, y en segundo lugar se pasa 30 pueblos con escenas de sectas satánicas, monjes ominosos con la cara pintada con maquillaje blanco hablando en la lengua negra de Mordor, etc.
Finalmente, en 2014 sacaron un remake de La semilla del Diablo en formato de una miniserie de dos capítulos, con casi 3 horas de duración, que se desarrolla en París en vez de en New York, y es protagonizada por la actriz Zoe Saldana (Gamora de Los Guardianes de la Galaxia). Esta serie cuenta con varios cambios, y aunque fue fuertemente criticada por esto, tildándola de recurrir “a la violencia, el gore, elementos slashers, etc.” a mí me parece una mejora. Prácticamente solo echo de menos la música de la original. El ritmo es más ágil y activo, más entretenido, el ambiente siniestro se consigue al menos en parte, los Castevet dan el mal rollo necesario (sobre todo Minnie), y el argumento queda creíble. No tienes esas sensaciones de “¿venga ya, y se traga esa mierda?”. Además, hay un mamoneo sexy entre los cuatro bastante adecuado para una trama sobre parir al hijo de Satán. Normalmente no acepto las actualizaciones ni los grandes cambios y alteraciones en las adaptaciones de novelas, pero esta es una de las excepciones, porque creo que constituye una mejora. Y me sorprende, porque en el guion trabajó como co-guionista James Wong, director de abominaciones como Dragonball Evolution, El único y dos de Destino final (que a mi se me han hecho siempre super repetitivas y aburridas). Eso sí, el personaje de Guy sigue dando muchísimo asco.
Poster de La semilla del Diablo de 2014.