Puf. ¿Y por dónde empiezo? ¿Por dónde
empiezo a contar una historia que su propio autor definió como “puedes abrir el
libro por donde quieras y empezar a leer”?
Supongo que puedo empezar
diciendo que El almuerzo desnudo, publicada en 1959, es
la obra más famosa, y posiblemente la mejor, de William S. Burroughs, la que lo
catapultó a la inmortalidad. Una obra incomoda, a veces farragosa, a veces
digna de un genio, destructiva, acida, caustica, un grito de dolor que resuena
en las calles que realmente son “alcantarillas alargadas con una costra formada
por tanto sexo y asesinatos” (como diría Roscharch, de Watchmen). Un libro-denuncia o libro-documentalista pero contado de
un modo muy particular. A veces incomprensible, pero en mi opinión
imprescindible.
Para entender el libro primero
hay que entender a Burroughs. Hay que tener en cuenta que este hombre vivió en
los años en que se podía comprar cocaína con recetas en boticas o farmacias
(dado que aún era un tratamiento legal, se usaba con normalidad), y que era
rarísimo conocer a algún cocainómano que no fuera también morfinómano o
heroinómano. Ahora lo raro es conocer a alguien que le dé a la heroína o a la
morfina, que prácticamente ya no tiene mercado o es muy pequeño, mientras que
la coca, dentro de que se considera una droga bastante dura (cosa que antes
no), está bastante normalizada, y no es raro conocer personas que de vez en
cuando tomen. Pero jamás se acercarían a la heroína. En la época de este
escritor, la heroína era como ahora la coca, bastante normal (entre el sector marginal,
pero mucho más extendido).
William Seward Burroughs
(1914-1997) fue un novelista, ensayista, artista visual y critico
estadounidense, extremadamente ligado a la revolución literaria y de las artes,
y al posmodernismo, así como a la cultura LGTBI. Nacido en una familia
acomodada, y licenciado en artes en la Universidad de Harvard, enseguida empezó
una vida de activismo y vagabundeo político y artístico por todo el mundo
(viajó por Europa, y más adelante por Oriente), siempre tratando de explorar lo
nuevo y lo marginado por la sociedad. Pronto manifestó claras inclinaciones
homosexuales, muy evidentes en sus libros (que siempre manifestaron una abierta
visibilización de la homosexualidad), y que se manifiestan definitivamente en
su obra Queer (escrita a principios
de los 50, no pudo publicarse por la situación legal de EE.UU hasta el 85).
A principios de los años 40
empezó a frecuentar a la población artista y literaria moderna de San Luis, y
entre otros pasó a vivir con Jack Kerouac, y juntos (ellos y algunos otros
escasos elegidos, como Lucien Carr) “fundan” (o dan lugar juntos) a la
Generación Beat, grupo literario caracterizado por el rechazo a los valores
estadounidenses clásicos, el uso de drogas, una gran libertad sexual y
el estudio de la filosofía oriental. Junto a Kerouac escribió la obra
Y los hipopótamos se cocieron en sus
tanques (que no pudo publicarse hasta 2008).
Fue en esta época, hacia 1945,
cuando comenzó su adicción severa a las drogas, llegando a probar casi de todo:
heroína, morfina, cocaína, marihuana y hachís, peyote, mezcalina y ayahuasca,
etc. además de combinaciones de varias como el speed ball, que consiste en una solución de cocaína y heroína por vía
intravenosa. Además, Burroughs probó todas las vías: ingerido, esnifado,
inhalado y/o fumado, intravenosa, intramuscular, subcutánea, rectal… La cosa
era chutarse daba igual el método, y él mismo afirma que en su vida llegó a
utilizar miles de jeringuillas, en su mayoría sucias o en mal estado. En esta
misma época, en 1951, estando ambos en estado de alteración y confusión por el
consumo de drogas (y por la abstinencia reciente de estas, que también produce
efectos físicamente molestos y confusos) Burroughs y su esposa decidieron
representar la escena de la manzana en la cabeza de Guillermo Tell. Burroughs
mató accidentalmente a su esposa de un disparo en la cabeza.
A partir de aquí, y tras dos años
de condena condicional por homicidio involuntario y rebeldía (y con una serie
de procesos legales bastante complejos, dado que el disparo sucedió en México),
Burroughs entró en una espiral de escritura creativa rebelde y que intentaba
generar un cambio social, drogas, abstinencias, recaídas, problemas económicos,
y diversos tipos de trabajos, por ejemplo profesor, además de escritor. En 1959
publicó El almuerzo desnudo, cuyo título
se le ocurrió al mismísimo Kerouac (algo que el autor reconoce en la
introducción).
Su ideario era igual de confuso
que su mente y sus obras. Gran parte de su pensamiento tenía connotaciones
anarquistas (libertad del individuo, visión del Estado como un ente opresor y
destructivo para las personas, etc.), pero sin embargo la mayoría de esas ideas
estaban desprovista de la moralidad y la necesidad del bien que acompaña y guía
al anarquismo; Burroughs no deseaba la sociedad sin clases. Solo deseaba que el
individuo pudiera actuar sin límites. Fue un gran admirador de la secta árabe (y
consumidora de jachis) de los Asesinos (los nizaríes o hashshashin) y de su más
famoso líder, el Viejo de la Montaña, Hassan-i Sabbah, quien pronunció la
frase: “Nada es verdadero, todo está permitido”. En cierto sentido Burroughs no
creía en nada, o creía que todo era falso.
América no es una tierra joven: ya era vieja y sucia y perversa antes
de los indios. El mal está en ella, esperando. Y policías, siempre: policías
del Estado bien entrenados en la universidad, experimentados, corteses, ojos
electrónicos que sopesan tu coche, tu equipaje, tu ropa, tu cara...
Evidentemente se convirtió en un
ídolo de la contracultura, y de la cultura hippie, y un símbolo proto-punk.
Pese a ello no estaba exento de incoherencias: mantenía considerables nexos
políticos con el capitalismo y la derecha, y era un aficionado coleccionista y
amante de las armas de fuego. Su máxima política era el anti-control, creía en
la libertad absoluta para hacer lo que se quisiera, en un sentido más cercano
al desenfreno y disfrute, que a una liberación social, lo que lo aleja de
muchos planteamientos de izquierda y/o anarquistas.
Murió en 1997, con 83 años, a
causa de un ataque cardiaco. Puede decirse, sin temor a error, que se trató de
un hombre complejo y en muchísimos casos enfrentado a sí mismo y contradictorio.
Reconocido vividor irredento, con problemas de control de impulsos pese a
conocer las desastrosas consecuencias, y por otro lado, valedor y defensor de
causas muy complejas, y más en aquellos años, como la cultura LGTBI. La droga
condicionó y probablemente cambió su vida y su mente para siempre, llevando su
personalidad y con ello su arte, al extremo. Pero también creo que era un
genio, aunque quizá uno algo maligno.
La novela se basa en sus propias
experiencias como drogadicto, utilizando un personaje llamado William Lee para
referirse a sí mismo. Emplea una narración no lineal, casi sin trama, y un
escenario cada vez más febril y onírico para representar la realidad de una
persona adicta. La novela comienza con este personaje huyendo de la policía, y después
salta a una serie de estados ficticios y paisajes alucinantes y alucinados,
como la Republica de Libertonia y Anexia. Libertonia es el estado
“dedicado al amor libre y a los baños”,
mientras que Anexia es un inferno corporativo, burocrático y represivo, casi
una versión paródica y exagerada del Estado de 1984 de Orwell o al de la película de Terry Gilliam Brazil.
La democracia es cancerígena y su cáncer es la burocracia. Una oficina
arraiga en un punto cualquiera del Estado, se vuelve maligna como la Brigada de
Estupefacientes, y crece y crece reproduciéndose sin descanso hasta que, si es
controlada o extirpada, asfixia a su huésped, ya que son organismos puramente
parásitos..."
A partir de este estado, el autor
salta de una escena otra, existiendo poquísima conexión, o muy vaga, entre los
capítulos, y a menudo cambia drásticamente de escena de un párrafo a otro,
manteniendo la filosofía de escapar de la linealidad. Usará como nexos estos
estados, y un lugar extraño porque podemos reconocer en él diversas
características deformadas y grotescas de nuestra realidad, Interzonas. Otro
canal son algunos de los personajes, como el propio William Lee (el libro
empieza y termina con él), o el Dr Benway, ser aberrante y malvado por antonomasia
de la obra, un monstruo dedicado a la experimentación humana de todos los
tipos.
Estos lugares que pertenecen a la
realidad de un drogadicto, o así es más o menos como lo concibe Burroughs (o
como creo yo que lo concebía él), están dominados por la necesidad de conseguir
droga, que él llama la Carne Negra (refiriéndose sobre todo a la heroína,
sustancia emperatriz de la época y aquella que controló y condicionó la vida
del autor).
La droga produce una formula básica de virus “maligno”: el álgebra de
la necesidad.
En este mundo de pesadilla de
viaje de monguis malo, de paranoia chunga a lo versión evolucionada de Miedo y asco en Las Vegas, se dan cita
diversas facciones subhumanas, como los factualistas, licuefaccionistas, los
remitentes, etc. Así como diversas sub especies de seres que más o menos han
mutado por el efecto de la droga, así como por el efecto nocivo que tiene sobre
nosotros el control del Estado. Muchos de estos seres no tienen huesos, se
alimentan por el ano de deshechos de los yonquis, por lo cual ellos no se
drogan, pero tienen que mantener continuamente a gente drogándose, vampiros que
se alimentan de heroína que previamente a estado en cuerpos ajenos, osea se
beben la sangre de los drogadictos, etc. La carne se deshace en este libro, es
normal que un personaje de pronto se transforme en una masa de limo y gel
oloroso y caminante y empiece a devorar personas aumentando su propio tamaño,
como el bicho-masa de The Blob, el terror
no tiene forma (1988). Estos seres no se viven como la aparición de un ser monstruoso que va a cambiar la realidad constatable, se entienden con normalidad total. Pertenecen a la realidad de la que habla Burroughs.
Al cabo de un tiempo el culo empezó a hablar por sí solo. (…) Luego fue
desarrollando una serie de dientes como ganchos ásperos curvados para adentro,
y empezó a comer. (…) El ojete se dedicaba a comerle los pantalones y se ponía a
hablar por la calle, vociferando que quería igualdad de derechos. Y también se
emborrachaba.
Benway, aun siendo humano, es
otro ser terrorífico del libro. Ejerce como personaje que encarna toda la
maldad de la medicina y la psiquiatría, entregado a sus experimentos humanos y sociológicos
de la peor clase, muchas veces del tipo “voy a coser esto y esto y a ver qué
pasa”. Un médico con complejo de Dios, que sirve al Estado manipulador y
terrible.
El sujeto no debe darse cuenta de que los malos tratos son un ataque
deliberado contra su identidad por parte de un enemigo anti-humano. Debe
hacérsele sentir que cualquier trato que reciba lo tiene bien merecido porque
hay algo (nunca preciso) horrible en él que le hace culpable.
Durante toda la obra, el lenguaje
es constantemente obsceno y desagradable, plagado de escenas de violaciones
(sobre todo homosexuales), muerte, coitos, orgías, penetraciones, gente
esnifando o picándose las venas, etc. Hay un uso frecuente de palabras como
“puta”, “maricón”, “marica”, “polla”, “coño”, etc. En general, todo es una orgía
de sangre, semen, y otros fluidos, a menudo, literalmente, mierda liquida. Y no
exagero, de hecho, eso pasa varias veces.
Un coprófago recoge un plato, caga encima y se come la mierda,
exclamando: “¡Mmmm que rica esta!”
Burroughs disfrutaba de ofender a
las masas, él se sentía como una gran mente que escribía para quienes se
atrevieran a entenderlo. Esto lo demuestra el cierto apego que tuvo por
religiones místicas y ocultistas de nuestro tiempo, como la Iglesia de la Cienciología
(de la que formó parte poco tiempo antes de irse, por el dogmatismo de la
secta) o los Iluminados de Thanateros (que creen en la magia del caos).
Cagan en el suelo de las Naciones Unidad y se limpian el culo con
tratados, pactos, alianzas.
No puede definirse
como una novela normal, ya que no hay historia, no hay linealidad. Burroughs
entendía al lenguaje como el arma ultima (una más, la droga es otra, y así la
visualiza en el libro) de control del Estado, su linealidad nos condiciona y
nos convierte en máquinas creadoras que sirven al Estado que se apropia de las
creaciones. Un virus que se introduce en nuestros cerebros. El almuerzo desnudo pretendía ser el
misil que atacara directamente esa estructura, ese virus, y que dejáramos de
pensar, escribir, y leer, dependiendo tanto de la estructura y la linealidad,
que empezáramos a pensar y por tanto actuar como quisiéramos cuando quisiéramos,
sin respetar el orden impuesto. El anti-control total.
Las posibilidades son infinitas, como los senderos que se bifurcan en
un grande y hermoso jardín.
Si de algún modo puede entenderse
esta obra, es como el viaje psicotrópico que significa la realidad para un drogadicto
y para alguien que trata de salir de un proceso de adicción (sobre todo de uno
donde hubiera mucha heroína). Algo plagado de alucinaciones, y paranoias, y
peligros por todas partes, que pueden surgir en cualquier momento, sin control,
sin mesura, de cualquier persona. Vivir en su propio “tiempo-droga”, y no en el
tiempo real. Y al mismo tiempo, Burroughs veía así la realidad, un Estado
controlador que convierte a todo y a todos en un peligro para el individuo, que
se encuentra atrapado en una súper estructura opresora. Ese control transforma
nuestras mentes y nuestra carne, y esto es lo que refleja el libro con todos
esos seres aberrantes, humanos mutados en un ambiente toxico y venenoso.
El almuerzo desnudo es el testimonio de una mente que descendió a
lo más profundo del Infierno de la droga (y que nunca jamás llego a salir del todo,
siempre entrando y saliendo); de la aguja y la cuchara; de la heroína, el
peyote, la coca, los barbitúricos, y todo lo que pudiera coger, que se bañó en
las aguas del Leteo griego (el rio del olvido). Vio los seres que allí moran,
los condenados como el propio Burroughs, y los que ejercen el castigo, los que
se alimentan y los que se volvieron alimento. Vio a gente morir y a otros
aprovecharse de los muertos, muchos por supervivencia, otros por lucro. Vio
como aparte de la sociedad normal, existía un submundo de seres dependientes de
las sustancias, una sociedad aparte con sus propias normas. Este libro es su
reflejo, su legado, y tal y como es ese mundo, y su recuerdo, es fragmentario, inconstante,
sin una línea narrativa clara, a menudo alucinógeno e incómodo. El viaje a
través del rio de la droga y el viaje para salir de ese Inframundo es un camino
donde mil reflejos e impulsos, fantasmas y gritos en la oscuridad, tratan de
arrastrarte de nuevo a sus garras. Hypnos (el “dios” personificación del sueño)
no cede fácilmente a aquellos que le sirven alguna vez. Es la visión de la
realidad afectada por ese contacto, y al mismo tiempo la visión del contacto
mismo.
La droga es una calle de dirección única. No tiene regreso. Jamás se
puede volver.
El libro fue extraordinariamente
reconocido como una obra maestra, y se considera un texto fundamental, algo de
obligada lectura. Pero al mismo tiempo desde su publicación ha tenido una
inmensa cantidad de detractores, que lo citan como un libro peligroso, nocivo,
que atenta contra todo valor positivo, etc. y se ha hablado incluso de
prohibirlo. Es una obra tan controvertida o más que El guardián entre el centeno.
No estabas allí al principio. Tampoco estabas allí al final... Tu
conocimiento de lo que está pasando sólo puede ser superficial y relativo.
Sería muy difícil ubicar
literariamente esta obra. Técnicamente pertenece a la ciencia ficción, por
todos esos estados ficticios (verdaderas distopías) que imagina, así como por
sus seres de pesadilla. Pero al mismo tiempo todo esto es más onírico (fruto
del sueño de la droga) que perteneciente a una realidad o futuro alternativos,
como es más normal en la ciencia ficción. De todos modos, yo le voy a poner esa
etiqueta. También hay gente que lo ha llamado terror, por lo terrible de lo
descriptivo, pero no estoy de acuerdo, Burroughs no pretendía dar miedo de un
modo lúdico y como entretenimiento, pretendía despertar unas acciones,
pretendía romper un esquema y hablar de una realidad interna (el mundo de la
droga vivido por los yonquis). Ni tampoco es humor, pese a que hay escenas en
las que no puedes evitar reírte por lo exagerado, es un grito de dolor, una
narración de ira contada en un lenguaje a caballo entre lo irónico y lo
alucinado.
Este libro ha tenido bastante influencia en obras posteriores, y entre otras cosas, su uso de la exageración límite, de lo grosero y lo obsceno, influyó en el nacimiento del Genero Bizarro, y en parte es el primero de su estirpe, el Bizarro original. Así que pese a no contener humor, le voy a dar esa categoría. Uno de los miembros del Bizarro (así se considera él, a mi no me lo parece tanto) profundamente influenciado por esta obra, es Francisco Jota-Pérez. Su obra Endo (2019), que ya reseñé (y no me gustó demasiado) bebé del almuerzo por todas partes. Entre otros autores, El almuerzo desnudo, en concreto, y Burroughs en general, influenciaron a géneros (aparte del Bizarro) como el splatterpunk, rama del terror moderno caracterizada por la representación grafica y sangrienta de la violencia, "horror sensitivo sin limites". Dos de sus mayores exponentes y genios, Poppy Z. Britte (un hombre trans gay) y Clive Barker (gay), han afirmado sus fuertes conexiones con Burroughs. Es interesante observar como dos personas LTGBI como Barker y Britte beben de un autor que, pese a toda la controversia que poseía aparte de su sexualidad (toxicómano reincidente, partidario del caos, el caso del homicidio involuntario de su esposa, etc.), fue un gran visibilizador de lo LTGBI en su época, y él mismo era homosexual o bisexual. Barker y Britte también son grandes visibilizadores actualmente, además de personas LGTBI, y al igual que Burroughs, no tienen reparos a la hora de hablar de los bajos fondos y de lo mas sórdido. Todo herencias de Burroughs. Otro ejemplo es el cyberpunk, con William Gibson y su Neuromante a la cabeza.
Tampoco está exento de críticas: la continua narración de escenas sexuales homosexuales de abuso, donde normalmente personas venden su cuerpo y se dejan violar a cambio de droga (escena muy repetida), puede verse en vez de como visualización como ridiculización. Pese a que todo es simbología en este libro, Burroughs no se preocupa por como pueda interpretarse. La mayor parte de los muchísimos personajes que salen (muchos de ellos salen un párrafo y desaparecen) son hombres, generalmente también homosexuales, casi como si fuera de esa clase de gays a los que no les gustan las mujeres. Salen muy poquitas mujeres. Además, hay escenas tan complejas, paisajes tan extraños, que son imposibles de entender. Al final todo lo que he dicho arriba es una interpretación pero hay más. Es un libro difícil de leer, porque no sabes que estás leyendo muchas veces. Hay cosas muy chungas en el libro, y cosas con las que es posible (de hecho es casi seguro, yo el primero) con las que no estemos de acuerdo, o que nos parezcan mal. Empezando por esa escasa visibilización de la mujer.
Aun así es más que recomendable
leerlo. Aunque sea solo por lo extraño, por asomarte a esa mente y a esta…cosa.
Lo que sea. Indiferente no te deja, y original es. Ya de ahí gustos los
colores. Son 280 páginas y yo he tardado alrededor de un mes y medio en leérmelo
(estaba de exámenes también es verdad), a capítulos sueltos, mientras leía
otros libros. Lo cual es un ritmo muy bajo, me lo he tomado con mucha calma. Pero cada vez que lo abres, hay pasajes que te impactan. Además es mas digno de admirarlo si tenemos en cuenta la época en la que se escribió: los años 50. Entonces no habia nada (o casi, sobre todo literariamente) similar, ahora existen cosas así, pero entonces no. Supongo que podría citarse como el equivalente literario del pintor expresionista abstracto Jackson Pollock: escritura visceral, tal cual sale, aunque sea extraña, sin alterar, e influenciada por las drogas, cubierta de una filosofía y visión mística.
Puesto que “El
almuerzo desnudo” trata de este problema, es brutal, obsceno y repugnante por
necesidad. La Enfermedad suele tener detalles repulsivos no aptos para
estómagos sensibles.
Mi edición es de Bruguera de
1980, 2 euros en una Re-Read. Sale barato, hay chorrocientas ediciones de
segunda mano. Y existen ediciones más nuevas y bonitas. Normalmente las
ediciones, por lo menos la mía traen una introducción donde el autor nos habla
de cómo logró salir de la droga gracias a la apomorfina (luego recayó, más
adelante) y lo que significó para él, y un apéndice con su artículo “Carta de
un experto adicto a las drogas peligrosas” que escribió para el The British Journal of Addiction, donde habla
de su experiencia con las drogas, y con los distintos tipos de formas de tratar
las adicciones.
No es raro que la película fuera
llevada al cine de la mano del director David Cronenberg (director de grandes películas como eXistenZ, Videodrome, La mosca, The Brood, etc.), genio del terror y sumo sacerdote junto
a Clive Barker de la filosofía de la Nueva Carne, consistente en la manifestación
de cambios internos mediante cambios físicos en la carne de los personajes.
Las obras de ambos están cubiertas de características plásticas, cárnicas,
transformaciones. Todas esas transformaciones en El almuerzo desnudo, de personajes humanos
revirtiendo en limos primordiales por el efecto de la droga, paisajes dingos de
un viaje de LSD, etc. casan perfectamente con las habilidades y la estética que
caracterizan al director canadiense.
Cronenberg adaptó la obra a una linealidad más o menos continua, creó una narrativa que casaba con el libro, y que transmitía sus ideas. En su película el hilo conductor es William Lee (el seudónimo del autor en el libro), un exterminador (Burroughs ejerció esta profesión) cuya mujer empieza a chutarse su veneno para los insectos. A partir de ahí comienza una carrera psicotrópica de escenas y personajes aberrantes. La película se estrenó en 1991, y el propio Burroughs dio su aprobación.