viernes, 16 de abril de 2021

ENDO - FRANCISCO JOTA-PÉREZ

 


        Cuando hablé de El sol de medianoche dije que era probablemente una de las novelas más raras que he leído. Bueno, pues a día de hoy afirmo categóricamente que esta es la novela MÁS rara que he leído. Pero sin una maldita duda. Es que no se ni si puede catalogarse como novela. Endo, escrita por Francisco Jota-Pérez, y publicada en 2019 por la editorial Orciny, es un ejercicio de “novela-cosa-acumulación de palabras” con un fuerte componente de prosa lírica, que realmente tiene más de poesía que de prosa (Jota-Pérez es un autor muy asociado a la poesía).

        Endo se ubica en la ciudad catalana de Vilanova i la Geltrú, y tiene como segundo escenario el pueblo abandonado cercano de Jafra. Lo místico y misterioso, el pasado que se filtra desde las piedras, que recubre totalmente a Jafra, se trasladará a través de sus personajes y de la compleja prosa de Jota-Pérez a Vilanova i la Geltrú.









El pueblo abandonado de Jafra.

        La narración nos habla de una serie de protagonistas muy distintos entre ellos que comparten una compleja relación con sus entornos y con un último personaje, que recibirá el nombre de “desconocido inesperado”. El desconocido inesperado se constituye a lo largo de la obra como una especie de genio maligno de Descartes, el genio engañador que esta tras nuestra pista y puede ser el origen de nuestros males, o quizá paranoia nuestra. Un ser omnipresente en cuanto a que no existe, un mito carnalizado de un subconsciente inconsciente. Aunque ni siquiera tengo claro haberlo entendido bien.


La culpa es un residuo ético que el desconocido no comprende, en su implacabilidad, más que como polvo de hueso que esnifar antes de una orgía.

        

        Endo es un viaje de ácido. Es como un remake del Doktor Faustus de Thomas Mann o de La montaña sagrada de Alejandro Jodorowsky dirigida por el cadáver revivido de Hegel.

        La obra carece de cualquier tipo de linealidad, y la trama apenas sale a la superficie, casi únicamente visible por el uso del mismo lenguaje continuamente, por usar los dos mismos escenarios siempre, y por la presencia constante del desconocido inesperado. Según el autor, debe entenderse como un ataque masivo contra la gentrificación, concretamente contra la gentrificación de Vilanova i la Geltrú, municipio en el que se crio Jota-Pérez. Se supone que pretende devolver a ese lugar los fantasmas expulsados por esa gentrificación. El autor también realiza un ataque constante a aspectos como la normalización, el capitalismo cultural, etc.

        Está escrita con un lenguaje que combina lo culto, lo obsceno, lo mágico, lo sugerente, lo ordinario, etc. Se caracteriza por frases muy largas, de bastantes líneas de duración, con una trama, como he dicho, difusa. Pretende evocar, más que contar una historia. 

        La obra se incluye (relativamente, en mi opinión) dentro del Género Bizarro (cuyas pautas ya marqué en la reseña de Morder el bordillo): posee importantes características obscenas (se cita cuerpos desmembrados, sexo explícito, semen y distintos tipos de fluidos corporales, etc.), es absolutamente surrealista (casi en exceso),… Aunque opino que en Endo se diluye gran parte del entretenimiento que suele estar presente en el Bizarro, ya que la complejidad y lo intrincado del lenguaje, sumado a su “trama que apenas tiene trama” y su falta de linealidad firme, hacen que tengas que estar con veinte sentidos sobre el papel para más o menos enterarte de lo que quiere el autor; y al final, entretenerte, te entretienes poco. Es un ejercicio puramente intelectual, y que además requiere bastante esfuerzo pese a sus 168 páginas. Y por supuesto el humor desaparece casi absolutamente.

         El autor es natural de Barcelona, escritor y guionista. Muy dado a los poemarios, habiendo llegado a trabajar con el poeta Marco A. Raya en la obra conjunta Mascara: Muerte: Rojo. Ha recibido el premio Ignotus a Mejor Obra Poética por su poemario Napalm Satori.

        Jota-Pérez es seguidor de autores tradicionalmente asociados al Bizarro como Kenji Siratori. También es lector de Anna Kavan, Elfriede Jelinek, Birgitta Trotzig, Chantal Maillard, Layla Martínez o Leopoldo María Panero; figuras relacionadas a la revolución de las letras de nuestro tiempo, al feminismo radical, al movimiento LGTBI (Layla Martinez tiene varios artículos ensalzando a las drags), al fin de la tradición en el mundo de la escritura, etc. Todo es muy alternativo, huye de lo convencional. También es admirador de William Burroughs (figura por otro lado muy asociada al nacimiento primordial del Bizarro), y Endo puede compararse fácilmente a El almuerzo desnudo de este.

        Jota-Pérez parece despreciar el concepto de relato o novela en sí mismo, así como cualquier concepto de linealidad (y parece afirmar este modo de pensar en entrevistas suyas que he leído), lo cual en mi opinión es pasarse de moderno. Entiendo su intención de evocar lo improbable o lo imposible, lo absurdo combinado con lo cotidiano, de huir de los convencionalismos, etc. Pero en su intento de romper con todos los esquemas acaba sacrificando el objetivo primordial de la literatura, y más de una literatura como la del Bizarro, que es el entretenimiento. Entender en exceso la literatura y el cine como una suerte de ensayo academico transmitido en clave creo que es un defecto. 

          En definitiva no tengo nada claro si me ha gustado o no, y por tanto no sé si es recomendable o no. Es que es muy raro, y mira que a mí me gusta lo raro. Tiene reflexiones interesantes, y frases expresadas en un lenguaje cautivador por lo extraño. Tiene escenas, que evocas en tu cabeza, bastante perturbadoras. Pero también tiene muchos momentos que no sabes de que habla. Si te mola este estilo tan moderno, puede que te gusté, si no, pues no. Y ojo, no considero que haya que ser el culmen de la inteligencia para leer Endo, no sé si lo considero literatura inteligente o un intento que se pasa de rosca de moderno. Y tampoco creó, en cualquier caso, que haya que escribir así para crear literatura inteligente.

Mario, aunque ha perdido la sed para siempre, se bebe las dudas de un mundo, si bien miniaturizado, entero, se sacia de su falta de experiencia, avanza hacia un borne donde tuberías comunicantes llevan mareas de menstruo que arrastran carroña y un surtido de casquería en embutido hasta los depósitos pectorales de un armazón impotente y vagamente antropomorfo que también es el desconocido, anclado a un andamiaje alambicado y alimentado millones de vatios de energía espiritual contaminada de civilización, el gigante por cuyas venas transitan las animas y el asco.






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