Orciny Press trae en esta ocasión
una nueva obra del género bizarro, pero…Un dios de paredes hambrientas (2015), de Garrett Cook, no es una obra normal, ni siquiera
dentro del delirante marco del bizarro. Y es difícil recomendarla, casi se
diría que solo a unos pocos podría llegar a gustar. No había leído nada tan
violento jamás, ni siquiera Boris Vian y toda su rabia, con su Escupiré sobre vuestra tumba. Una mezcla
venenosa de terror y torture porn.
Un dios de paredes hambrientas es una historia de una casa
encantada, como hemos leído y visto otras mil: La maldición de Hill House, El Resplandor, La casa en el confín de la
Tierra, La Casa Infernal, Otra vuelta de tuerca,… Y así podíamos seguir
todo un artículo de la Wikipedia. Todo comienza con la muerte de una ocupante,
las sospechas de que algo jodido está pasando por parte de otra, y la llegada y
mudanza del nuevo inquilino, Brian. Nada nuevo bajo el sol, la historia ya la
hemos leído.
La diferencia de esta novela es
que el protagonista, voz y narrador (es en primera persona), y principal personaje
es la propia casa, literalmente el dios que mueve los hilos entre sus paredes.
Y no es un personaje agradable. El dios (solamente lo conocemos bajo ese
nombre) es un ser sintiente maligno, sádico, brutal, contaminado por la
sublimación de las emociones negativas: envidia, odio, deseo, ansia de control.
Al igual que en El Resplandor con el
omnisciente Hotel Overlook, este dios no es un fantasma de un ser anterior (o
si, pero tan antiguo que se ha fundido con la casa ya, y puede que ni recuerde
quien fue), es la casa misma, y opera por encima de las otras entidades
fantasmales que pueblan las paredes.
El dios es una criatura
omnisciente y todopoderosa dentro de la casa, puede manipular las reglas del
tiempo y el espacio en su interior, puede alterar nuestra mente, lanzándonos
visiones de nuestro pasado o que nunca han ocurrido, suscitarnos pensamientos,
alterar nuestras emociones, etc. manipulando así nuestro estado anímico,
nuestra evolución como personas. Su objetivo final es la posesión completa y
total de toda persona que cruce su umbral, cuanto entra en él es de su
posesión. Y es terriblemente envidioso y celoso, no consiente la rebeldía.
Considera a sus moradores como “suyos”, y llega a establecer un enfrentamiento
con otra entidad por la posesión de uno de los habitantes.
Si tienes fe en las paredes, soy Dios. Este es mi templo.
Al igual que en la primera
temporada de American Horror Story, o
en la quinta también, quien muere entre sus muros, pasa a habitar para siempre
entre ellos: le pertenece para toda la eternidad. Y su sentido de la posesión
no desaparece durante la muerte, se hace más férreo. Domina las etéreas
existencias de la casa como juguetes, imponiendo sus deseos de forma violenta,
castigando cuando lo cree necesario, aplicando su ley, su justicia, como un
dios terrible y a la vez justo (que es como él se ve). Utiliza a esta creciente
comunidad fantasmal (cada vez muere más gente allí dentro que se suma a sus
filas) para torturar a los vivos: el siniestro doctor Marioneta, la destruida
Primera, la terrible y sangrienta Maddy, etc. Algunos son bastante perversos
(nunca tanto como él), otros están obligados a cumplir su voluntad en mayor o
menor medida, e incluso algunos tienen una personalidad prácticamente diluida
tras una eternidad traumática.
Ya ha traspasado mi umbral y es mío por derecho.
Todo el libro es un incesante
caleidoscopio de escenas violentas, algunas en la linealidad que se inicia con
la llegada de Brian al piso, tras la marcha (muerte) de La Chica Que Se Fue, y
su vida compartida con Leah (anoréxica), Kaz, Micah y Cytherea. Otras ocurridas
antes, contadas por el dios o lanzadas a las mentes de unos u otros inquilinos
(incluyendo de los muertos, también les tortura con el pasado), otras escenas
oníricas nunca ocurridas (al menos, de momento), usadas también como arma arrojadiza
o instrumento de castigo. La violencia de estas escenas es…arrolladora. Seca,
brutal, descarnada, nada de una violencia gráfica y estética dentro de su
propio horror, como con Clive Barker o la recientemente reseñada La saga de la Ciudad. O incluso que
King, en ciertos aspectos. Esta es una violencia y escenificación repulsiva,
desagradable, incomoda, sucia. No hay nada hermoso en este libro (ni siquiera
esa hermosura que solo los amantes del grimdark podemos ver, como en personajes
como Glotka de La Primera Ley), en
realidad es pesado. Hay escenas de violación (por cualquier orificio que se os ocurra,
y en ambos géneros), de tortura y humillación a niveles increíbles, de
coprofagia y coprofilia (hay gente que come mierda y gente que obliga a otros
comérsela, les obligan hasta a disfrutarlo, literalmente). También hay una
considerable sexualidad y escenas sexuales, pero siempre insalubre, toxica,
destructiva. Una especie de pornografía sangrienta. Y todo es parte de la
voluntad del dios, parte de su plan para subyugar la voluntad de un inquilino,
o para castigar a alguien por un supuesto agravio. Todo lo que ocurre, él lo ha
manipulado, forzado.
Ella llora mientras se la mete, aunque su culo lubricado la absorbe sin
problemas, ancho y suave como está.
Y he aquí que este es el
principal fallo de la novela. Desde luego la propuesta de que el protagonista
en primera persona sea la propia casa encantada es original, así como el
atrevimiento del gore. Es transgresor. La cuestión es que la novela, en un
porcentaje muy alto, es eso. Gore, gore, gore, gore, gore. Muy A serbian film, que me parece basura. Me
flipa el gore, pero considero que debe tener un sentido, como cualquier otro
mecanismo (por ejemplo, el amor y el romanticismo). Si reduces una novela
demasiado a una constante repetición de un mismo mecanismo variando algunos
aspectos del mismo (de violación anal a la masturbación de una fantasma pútrida
y zombie, y de ahí a coprofagia) lo que obtienes es una novela repetitiva. Transgredir es algo mas que describir pormenorizadamente escena aberrante e incomoda tras escena aberrante e incomoda.
Abusa muchísimo de este cliché, y además parece que es el único recurso con el
que cuenta el dios. No hay sutileza, no hay otras estrategias, solo un constante
forcejeo a través de esa ultraviolencia (como dirían en La naranja mecánica) para fragmentar las mentes de los habitantes,
y hacerlos suyos. Incluso, pese a que hace putadas por igual a hombres y
mujeres, creo que detecto cierta misoginia, no sé si solo por parte del dios,
como personaje, o es cosa del autor. Creo que el exceso de una sexualidad abusiva
y humillante, de firme dominación, desde el hombre a la mujer (aunque no dejen
de ser manipulaciones del dios) me huele a chamusquina.
Además, la novela combina esa
repetición de escenas gores y un uso de palabras malsonantes y burradas, con un
lenguaje farragoso y a veces hasta grandilocuente, frases muy largas, etc. Esto
mola porque refuerza esa sensación egomaniaca del dios (es primera persona,
todo el libro es una declaración de las entrañas emocionales de ese ser), pero
por otro lado lo hace lento, pesado, y a veces hasta difícil de entender. Esa
sensación de dificultad se ve reforzada por los constantes cambios de escenario
y de tiempo, en un collage narrativo bastante complejo. Al principio no sabes
ni donde estas.
No entiende que en estas paredes acecha un dios y que ese dios requiere
sacrificios y resarcimiento, y que a un dios hay que honrarlo con toda su alma.
Afortunadamente es una novela
bastante corta, 185 páginas, por lo que para cuando terminas de leerla creo que
tienes una considerable sensación de haberte enterado más o menos de todo. Pero
cuesta un copón leerla, es pesada, lenta
No me arrepiento de haberla
leído, desde luego distinta es, y va a mí colección, pero no es para todo el
mundo. Tienes que buscar algo transgresor del todo, transgresor por el simple
hecho de transgredir, ni siquiera con un objetivo concreto (por tanto no estoy seguro ni si sería realmente transgresora, o solo una pancarta gigante diciendo MIRAME SOY ESPECIAL). Y entretener no
entretiene, leerla y terminarla supone un ejercicio intelectual. Tampoco tengo
nada claro que me haya gustado, y estoy algo decepcionado. Al acabar te quedas
pensando, y tras cada capítulo o rato leyendo reflexionas un poco sobre lo que
te ha pretendido mostrar y que metáforas existían. Peroooo….no sé. Me gustan
las idas de olla, y esta lo es, pero no sé si está realmente bien llevada:
partiendo de que en esta novela el terror no logra desarrollarse. Es tal la
repetición de violencia, sufrimiento, dolor, tortura, asco, etc. que te
despersonaliza, te insensibiliza. Creo que su mejor definición es que es una
obra enfermiza. Incluso peligrosa, el trato que recibe un personaje con TCA
(trastorno de conducta alimentaria), y cómo evoluciona este, es destructivo.
Esta publicado por Orciny, en la colección Midian, con su habitual calidad. Papel de buen gramaje, y tapa blanda, traducción de Hugo Camacho. Su autor, Garrett Cook, es un autor estadounidense veterano del bizarro, y especializado en ser lo más ofensivo e inapropiado posible. Esta es su primera obra publicada en español.
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