Mmmm… Explicar y reseñar a esta
interesante obra del género bizarro es cuanto menos complejo, pero supongo que
tengo que intentarlo.
Ciudad revientacráneos, titulo de todo menos discreto, se trata de
la narración en primera persona de SP Doyle, y las circunstancias y decisiones
que le llevaron a ser un superviviente y protagonista de un terrible apocalipsis
que implica a una especie de gorilas que, bueno, pues revientan cráneos. Y
cosas mazo chungas.
SP Doyle es un trabajador de un banco, lo que el mismo considera (tanto a si mismo, como al resto
de su calaña) una criatura totalmente repugnante, un cáncer al servicio de un
poder corrupto y vampírico. Se autodesprecia tanto como desprecia su lugar de
trabajo, a sus jefes, a su entidad bancaria, etc. Acabó metido en ese trabajo
por medio casualidad, se acostumbró a un sueldo fijo y a una escalada de
promociones, donde cada vez ganaba mas dinero y tenía mejores condiciones, y
ahora es un engranaje de algo que odia, con una relación escasa con su madre y
sin amigos (a excepción de su tortuga Deckard), exdrogadicto (no tan ex), sin posibilidad
de tener pareja, y adicto al porno y al onanismo avanzado. Una existencia vacía
y solitaria, en la que está atrapado por el espejismo de la seguridad económica.
Me llamaba SP Doyle y era un parásito infrahumano enterrado
profundamente en la carne de un dios oscuro. Trabajaba en un banco.
Nadie elige convertirse en un empleado de banca, es algo que ocurre sin
más. Como el cáncer.
Doyle explota en su frustración cuando tras trece años de servicio, es nombrado responsable de cumplimiento normativo, o sea, un encargado de rastrear la contabilidad para asegurarse de que no hubiera desfalcos, corrupciones, y robos. Que evidentemente que había. Así que su trabajo era hacer parecer que todo cuadraba, hacer la vista gorda, y mantener al FBI lejos de los negocios de sus jefes, y sobretodo no hacer preguntas. Doyle decide que esta es su oportunidad, con su nuevo nivel de acceso puede vigilar todas las cuentas, y descubrir un trama de corrupción lo bastante grande como para hundir todo el banco de mierda, y así lavar su conciencia. Todo comienza, como la mayoría de grandes decisiones complicadas que han llevado nuestras vidas por caminos azarosos, con un ¡A LA MIERDA! ¿POR QUÉ NO?
Doyle comienza con la complicada
y peligrosa tarea de fingir que sigue siendo un “Hombre de Empresa” (así, con mayúsculas),
mientras trata de buscar negocios oscuros, y el estrés y la enormidad del
trabajo que eso supone para una sola persona le obliga a recurrir a un peligroso
aliado: la hexadrina. Una adictiva droga que aumenta al 300% tu capacidad de
atención y trabajo a cambio de destruir progresivamente las neuronas de sus
usuarios, una adicción y necesidad exacerbada, y una masturbación tan
compulsiva que acaba deformando los genitales. Y su único confidente en toda
esta misión será Deckard, de quien sospecha que realmente lo desprecia tanto
como los demás.
Esa era mi misión. El corazón me latía con un nuevo fuego alimentado
por lo que era correcto. Un hombre contra el sistema corrupto… ¡y sabía que
podía ganar!
La droga es únicamente vendida por un peligroso culto secreto de traficantes con conexiones en todas partes, y misteriosos ritos de sectarios, llamados los vakhtang. Mientras Doyle rastra los movimientos de una siniestra agencia farmacéutica llamada Delta MedWorks, descubre que es posible que los vakhtang y la hexa estén imposiblemente relacionados a algo oscuro y atemporal que siempre los observa.
La espiral de acontecimientos avanza
cada vez más deprisa hacia una verdadera carnicería surrealista que cambiara
todo el mundo para siempre, tratando de romper una conspiración que amenaza la
vida en todo nuestro planeta. Puede que en el universo.
Nuestra realidad se encontraba al filo de un abismo de vacío sin fin.
No éramos más que carne en una picadora. Estábamos jodidos más allá de toda
jodibilidad.
Es un libro rarísimo de cojones,
y como buen exponente del género bizarro, está plagado de argot, situaciones
absurdas a la par que bestias, desproporcionadas. Es comedia, pero al mismo
tiempo es una obra de ciencia ficción, y por supuesto, una crítica a nuestro
capitalismo occidental, a la sociedad de consumo, la vigilancia a través de los
algoritmos de internet, y a la corrupción de los bancos y la falsa ética de estos
y de las empresas farmacéuticas. Y la conexión de todo esto con la financiación
de narcoestados. El autor refleja todo esto con el culto y la adoración a un
dios oscuro innominado y destructor. Una buena ficción transgresora, es
claramente una obra antisistema.
Como suele ocurrir en el bizarro, tampoco falta un considerable gore bien distribuido y administrado. Joder, hasta en eso es una locura y raro, lees cosas que piensas JODER. Evidentemente, por el titulo, hay bastantes cráneos reventados, entre otras cosas. Y gente vomitando sus órganos.
El libro es una mezcla de El club de la lucha, de Chuck Palahniuk,
y John muere al final, de David Wong.
El personaje corporativo que se rompe, como el prota anónimo del libro de
Palahniuk, la filosofía antisistema, la droga poderosa con poderes de otra
dimensión, como con la salsa de soja de John
muere al final. También tiene referencias a Laird Barron. Joder incluso
tiene a una puta tortuga participando en los acontecimientos, con una
complicada relación con el prota, y bastante crucial al final. Las putas
tortugas de nuevo, siempre apareciendo en la literatura como seres capitales.
Terry Pratchett (Gran A’Tuin y el resto de su gigantesca especie, las astro quelonia), Stephen King (Maturin, el enemigo ancestral y posible
hermano benigno de Pennywise, en It), Michael
Ende (Vetusta Morla, la tortuga gigante que aconseja a Atreyu en La historia interminable; y Casiopea, la
tortuga precognitiva que ayuda a Momo).
Alguien estaba intentando conseguir el poder de un dios.
Jeremy Robert Johnson, su autor, es un veterano del bizarro reconocido por Wong y Palahniuk, entre otros, ha escrito varios libros y ha participado en ponencias sobre lo extraño y las metáforas como herramientas de supervivencia.
La obra está publicada por Orciny Press, la editorial que siempre nos trae el género bizarro a España, con publicaciones como Morder el bordillo, de Alfredo Álamo; y Un dios de paredes hambrientas, de Garrett Cook. Y merece mucho la pena leerla.
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