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lunes, 31 de mayo de 2021

LA VENGANZA DE DON MENDO - PEDRO MUÑOZ SECA

 



        La venganza de don Mendo es una obra de teatro escrita en verso estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid el 20 de diciembre de 1918, y que a día de hoy se supone que es una de las cuatro obras de teatro más importantes (o al menos, las más representadas) de toda la historia del teatro español. Las otras tres, se dice, son Don Juan Tenorio (de 1844, con la que La venganza de don Mendo tiene varias similitudes), Fuenteovejuna (1619) y La vida es sueño (1635), obras de José Zorrilla, Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca respectivamente. Destaca por ser la más actual.

        Su autor, Pedro Muñoz Seca (1879-1936), era un escritor gaditano (nacido en El Puerto de Santa María, concretamente) cuyo humor y habilidad han sido reconocidos por autores de la talla de Ramón María del Valle-Inclán (citándole como “autor monumental de teatro”), pese a los abismos que separaban sus dos estilos. En muchos manuales figura como autor del novecentismo y miembro de la Generación del 14, por motivos generacionales y de fechas, pero muchos especialistas han negado categóricamente esto, identificándolo más bien, pese a que entonces sería muy joven (unos 19 años), con la llamada “Generación simpática del 98”, que se separa de la Generación del 98 tradicional y su pesimismo. Al margen de donde se le ubique, pertenece a un estilo dedicado a ser magnifico y risueño, aunque a veces sea absurdo, tratando de alejarse de reflejar el decadentismo de España y centrándose en el humor, en el arte, etc. Un culto a la alegría. Otras de sus características (que poseen tanto la Generación del 14 y el novecentismo, como los “simpáticos”) son el arte por el arte, sin necesidad de una reflexión académica, el gusto por la estética, etc.


Pedro Muñoz Seca, con sus característicos y excéntricos bigotes.


        Pedro Muñoz Seca y su gran amigo Pedro Pérez Fernández concibieron juntos un estilo propio y muy concreto, la astracanada, de la cual La venganza de don Mendo supone su máximo exponente. La astracanada (la palabra viene de la ciudad rusa de Astracán) es un sub género teatral cómico que fue muy popular en el primer tercio del siglo XX en España, y se basa en la explotación de situaciones disparatadas, el uso del retruécano (figura retórica de repetición), toscos juegos de palabras, nombres propios mal intencionados que nos llevan a chistes fáciles, etc. Lo importante en la astracanada es hacer reír, aunque sea a costa de verosimilitud argumental. Es una especie de humor absurdo primario y antiguo, en el teatro, un precedente (aunque probablemente ambos estilos no tengan conexión, o sea muy leve).

 

Siempre fuisteis enigmático

y epigramático y ático

y gramático y simbólico,

y aunque os escucho flemático,

sabed que a mí lo hiperbólico

no me resulta simpático.

 

        Muñoz Seca fue al colegio junto a Juan Ramón Jiménez, y en 1901 concluyó sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho, y ese mismo año estrenó su primera obra, de un solo acto: Las guerreras. Continuo escribiendo, mientras su fama crecía y sus obras eran cada vez más representadas, y paralelamente, se desempeñó como profesor de latín, griego y hebreo. Alcanzó el estado mítico de “clásico”, y con ello la inmortalidad, con La venganza de don Mendo en 1918, considerada de forma indiscutible su opera magna. Pese a su fama y reconocimiento, fue asociado a un cierto conservadurismo, redactando obras donde ridiculizaba y criticaba el comunismo, el igualitarismo, la República (La oca, de 1931, siglas de “Libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos”), la ley del divorcio de 1932 (Anacleto se divorcia, 1932), etc. De manera que acumuló cierta cantidad de enemigos entre las filas de izquierdas. A lo largo de su vida escribió noventa y una obras de teatro, muchas de ellas en colaboración con otros autores, sobre todo con su amigo Pérez Fernández, pero también con otros como Azorín (José Martínez Ruiz).

        En 1936, con el golpe de Estado de los militares de la ultra derecha y el estallido de la Guerra Civil, Pedro Muñoz Seca fue detenido en Barcelona por las milicias anarcosindicalistas, acusado de albergar ideas monárquicas, católicas y antirrevolucionarias. Fue trasladado a la cárcel de San Antón, y el 28 de noviembre de 1936 fue sacado (las famosas “sacas” de la Guerra Civil Española, practicadas por ambos bandos) junto a 112 presos más, llevado a Paracuellos del Jarama (localidad madrileña), y fusilado. Según declaraciones de una persona que presenció la ejecución, y que después fue obligado a enterrar el cadáver, pronunció dos memorables frases antes de morir. La primera es “Podéis quitarme mi hacienda, mi patria, mi fortuna e incluso —como estáis al hacer— mi vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: ¡el miedo que tengo ahora mismo!”. La segunda: “Ahí va el último actor de la escena; hasta al morir, con la sonrisa en los labios. Este es el último epílogo de mi vida”. Puede afirmarse que fue un humorista hasta al final.

        La venganza de don Mendo, que sucede en cuatro actos (llamados jornadas) y esta escrita y narrada en verso, comienza en el castillo de don Nuño Manso de Jarama, conde del Olmo, un noble con muchísimo dinero. El citado noble revela a su hija, la hermosa Magdalena (a quien cita como aparte de bella, inteligente y desenvuelta), que le ha encontrado marido: don Pero Collado, duque de Toro, y privado del Rey (cargo que es como una especie de primer abanderado, primer y más fiel y leal servidor, y consejero, del Rey, similar al cargo de valido). Don Pero es un hombre poderoso y honorable. Magdalena (al igual que su sirvienta personal, llamada dueña, doña Ramírez, personaje cómico que siempre esta opinando un poco con mala intención hacia el público, es como la Chusa de La que se avecina) hace como que genial y que está súper contenta, pero en realidad está muy asustada, puesto que lleva tiempo siendo la amante de don Mendo.

        Don Mendo Salazar y Bernáldez, marqués de Cabra, es un noble sin fortuna ni reconocimiento social, no es amigo del Rey, pero es un hombre fogoso y apasionado, inteligente, e implacable. Está profundamente enamorado de Magdalena. Pero esta, que es una mujer taimada y manipuladora, ya ha decidido desechar a don Mendo, por considerarlo inútil para su escalada social, conviniéndole mucho más el poderoso don Pero. Sin embargo, Magdalena expresa a doña Ramírez el temor que siente por don Mendo, que puede ser un enemigo terrible.

 

No es amor, es miedo

lo que don Mendo me inspira.

 

        Don Mendo acude esa misma noche a la alcoba de Magdalena a verla, como lleva haciendo tiempo, pero es seguido por don Pero, celoso, al ver colarse a otro hombre en las habitaciones de su prometida. Ambos mantienen un breve duelo, y a los gritos acude el propio conde. Con la intención de proteger a su amada de la vergüenza (y el peligro, podía ser repudiada e incluso darle muerte por ese “crimen”) que supone ser atrapada manteniendo relaciones previas al matrimonio (y con un hombre con el que no está prometida), don Mendo se descubre (hasta ahora iba enmascarado) y cuenta que ha acudido allí a robar, tras lo cual es apresado y encerrado en las mazmorras del conde. Pero antes de ser encerrado, se le revela que Magdalena esta prometida a don Pero, y se da cuenta que esta se ha desembarazado de él, y se siente traicionado. En ese momento, don Mendo jura venganza de un modo bastante dramático (y guay).

 

Juro, y al jurar te ofrendo,

que los siglos en su atruendo

habrán de mí una enseñanza

pues dejará perduranza

la venganza de don Mendo.

 

        Encerrado en la mazmorra (segundo acto), don Mendo se entera de las felices esponsales de don Pero y Magdalena. Esta le traiciona de nuevo, pidiendo que a don Mendo se le sentencie a morir emparedado en la prisión, dejando solo una mano fuera, para que nunca pueda revelar su secreto. Antes de que se cumpla la condena, es liberado por el marqués de Moncada (amigo de don Mendo), y emparedan un cadáver anónimo en su lugar, por lo que todo el mundo cree que el desgraciado marqués de Cabra murió allí. Don Mendo acepta huir, pero clama que abandona para siempre el nombre de don Mendo, y que este queda allí sepultado, y que renace como un hombre que no es un hombre, un fantasma, que vive solo para la venganza.

 

Don Mendo (interpretado por Fernando Fernán Gómez en La venganza de don Mendo, 1961) en la mazmorra, renegando de su nombre. Detrás, el marqués de Moncada.


Huiré, sí, pero yo juro

que nadie sabrá de mí;

que don Mendo queda aquí

sepultado en ese muro.

Yo ya no soy el que era;

he muerto, y el que ha renacido

ni es don Mendo, ni lo ha sido,

ni volverlo a ser quisiera.

Soy un ente, una quimera;

soy un jirón, una sombra;

alguien sin patria y sin nombre…

una aberración... un hombre

que de ser hombre se asombra.

 

        En el tercer acto, sucedido en un campamento militar donde se han reunido Magdalena, don Pero, el conde don Nuño, etc., don Mendo retorna como el atractivo y conquistador bardo Renato (“renacido”), con su propio grupo de bailarinas, y se dedica a urdir a su venganza. Mientras tanto, Magdalena ha subido en la escala social, y al mismo tiempo que es la poderosa esposa del privado del Rey, don Pero, se ha convertido también, y a espaldas de don Pero, en la amante del propio Rey, con las prerrogativas que eso le da. Pese a esto la flecha de la pasión por fin se ha clavado en ella: esta perdidamente enamorada del bardo Renato, desconociendo la verdadera identidad de este. Don Mendo, que se ha tornado en el vengador obsesivo y terrible, primero ha conquistado el amor de Magdalena, para en el momento de mayor placer de esta, cuando se junten ambos amantes en secreto, pueda revelarle quién es él en realidad, y después arrebatarle la vida. Primero conquista su corazón, luego se lo destroza, y finalmente la mata. Pero cómicas complicaciones surgirán en el plan de don Mendo, terminando la obra con una verdadera matanza shakesperiana ocurrida en una cueva cercana, en el cuatro acto, en la que se irán reuniendo todos los personajes mencionados, y otros que he omitido, con divertidas y funestas consecuencias.



Don Mendo como el bardo Renato, en la película.

        La comedia es desternillante, y en cuanto te acostumbras al acento cortesano y de castellano antiguo, se lee en un suspiro. Los juegos de palabras, los chistes fáciles, los comentarios de don Mendo y de doña Ramírez (dueña de Magdalena) no tienen  nada que envidiar a diálogos de la comedia española contemporánea. De hecho el estilo de comedia y de chistes es a veces similar al utilizado por algunos cómicos actuales, como José Mota. La trama avanza veloz y sin complicaciones ni vueltas, nudos y entrenudos, etc. como sí ocurre en obras de teatro más estilo victoriano (Shakespeare).

        Por otro lado, el personaje protagonista, don Mendo, es interesante. Al contrario que en otras obras donde el motor de la trama son los celos, don Mendo no parece guardar especial resentimiento hacia don Pero, aquel que ahora (al menos al principio) posee los favores de la mujer que él ama. El hombre que le ha vencido en el amor. De hecho le trae sin cuidado la vida de don Pero, le da igual, su venganza se centra y tiene por único objetivo a Magdalena, que es quién le ha traicionado. Don Pero no ha hecho nada a don Mendo, es más, don Mendo es consciente de que el privado del Rey es solo un escalón más en el ascenso de la hija del conde; de modo que el protagonista no alberga necesidad de vengarse contra este personaje.

        Es pues, don Mendo, un personaje apasionado y consumido por sus pasiones, movido por ellas, primero el amor hacia Magdalena, y luego el odio y la necesidad y el deseo de venganza. En vez de forjarse una nueva vida, como le recomendó su amigo Moncada, elige volver al peligro (pudiendo ser descubierto) solo para vengarse de la mujer, sin haber otro beneficio que lo venganza misma, lo cual probablemente le cueste la vida, ya que después de asesinar a la esposa del privado y amante del Rey, escapar del campamento puede no resultar fácil. Pero eso le da igual, vive solo para vengarse, no le importa morir luego.

        Es un hombre a quien esas pasiones le mueven con frialdad y premeditación: no es un hombre que cometa el asesinato de su amada creyéndola infiel en un momento de súbita e incontrolable ira, y tras un calculado plan por parte de un tercero para enfurecerlo, como el Otelo de Shakespeare; para don Mendo pasan meses, donde él se dedica a forjar su vida como el bardo Renato y a huir, y sus ansias de venganza no desaparecen. Piensa como hacerlo, calcula su plan, prepara el terreno. Es un personaje vengador, un arquetipo, pero se acerca más al Conde de Montecristo de Dumas, capaz de esperar largo tiempo su momento sin que la ira se enfríe en su corazón, con el rencor alimentándolo, planificando todo lo necesario. Además recuerda don Mendo a personajes españoles como los don Juanes de las obras Don Juan Tenorio (1844) y El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630), de José Zorrilla y Tirso de Molina, por su carácter de galán conquistador de mujeres prácticamente irresistible, y a donde esto les conduce.

        También es un hombre honorable, ya que juró, antes de conocer la verdadera naturaleza de su amada, que no destaparía el secreto de su relación con Magdalena, por eso cuenta que fue al castillo a robar. Una vez desvelada la traición de la mujer, don Mendo sostiene su mentira (en más de una ocasión), porque por encima de todo está el honor. Pero eso no le exime de vengarse si tiene la oportunidad.

        Finalmente, el personaje de Magdalena también es interesante, para su época. Una mujer ambiciosa y arribista dispuesta a no detenerse ante nada, pese a las dificultades que tiene ser mujer hacia el año 1500. Los hombres tienen todo el control y el poder en este momento, y ella los usa como escalones.

 

No me conviene el Marqués.

Quiero triunfar en la corte,

quiero brillar, quiero ser

algo que mucho ambiciono.

¡Quiero serlo y lo seré!

 

        Pese a todos estos análisis que podemos realizar de esta obra, la función principal es la comedia, una ridiculización de las tragedias de corte medievales. Una comedia cubierta de un tono gore (para su época) y de chistes fáciles y estúpidos, frases ingeniosas, y juegos de palabras. Es relativamente novedoso, para esta época, hacer broma y chiste de la muerte, y Muñoz Seca lo hace. El dramatismo de la historia (las ansias de venganza de don Mendo y su pasión despiadada, el arribismo de Magdalena, la traición a la que es sometido el marqués, etc.) hacen aún más cómica toda la exageración hiperbólica del argumento (lo convierten, dicho claramente, en una divertida bobada) y los comentarios cómicos. También hay personajes, como doña Ramírez o el propio Mendo, que hablan habitualmente directamente al público, expresando por ejemplo la estupidez de uno u otro personaje, o lo bruta que es tal acción. Hay muchos comentarios cachondos y muchas puyas.

 

RAMÍREZ

(Don Pero se lo ha creído.

Este Pero es un mueso).

 

        Se ha adaptado multitud de veces en obras de teatro desde su estreno, pero es mencionable su adaptación cinematográfica. Bajo el título homónimo de La venganza de don Mendo se estrenó en 1961 en España; escrita, dirigida y protagonizada (haciendo del propio don Mendo) por Fernando Fernán Gómez. Cualquier interesado puede verla en la pagina de Zoowoman. La película es una maravilla, con bastantes detalles del llamado “cine de lo absurdo”, que apuesta por lo surrealista como argumento risible en sí mismo. Haciendo gala de una encomiable y ocurrente economía de medios que casa perfectamente con el tono absurdo y cómico de la obra original, plantea toda la película como si fuera una obra de teatro, incluyendo una escena inicial de la sala con el telón bajado, que a continuación se alza para dar paso a la obra en sí. De este modo, todos los escenarios y decorados de la película (castillos, torreones, almenas, una batalla, el campamento, la cueva del final, etc.) no solo no son reales, están hechos de corchopan y txapakumen (tablones de madera grosor folio hechos con virutas prensadas, de esos que se usaban en los trabajos de tecnología del instituto), es súper lamentable, y no solo no engañan a nadie si no que no lo pretenden, y convierten una cutrez en algo súper gracioso. Los vestuarios también son en la misma línea, y es que esa es la idea, y cuando se pelean se ve como más que pelearse, enarbolan dos espadas megacutres al aire. Siempre se ve que todo es falso, y eso es parte de lo divertido. 



La venganza de don Mendo (1961).

        En general toda la obra esta seguida palabra por palabra, que ya es bastante graciosa y malintencionada de por sí, pero a veces añade cosas de su propia cosecha. Por ejemplo, en una muestra embrionaria de lo que más adelante, a mediados de 1970, eclosionaría en España en el “cine del destape”, hay dos escenas picantonas súper gratuitas, que no pretenden atraer público enseñando cacha, si no como todo en la película, hacer reír, entre otras cosas por no pegar ni con cola y por su anacronismo. En una Magdalena se pone a bailar y subirse las faldas con estilo (¡y la música sonando de fondo!) de cabaret, enseñando los muslos (solo los muslos), ¡y encima lleva tacones! Gracioso porque es absurdo. En otra, la reina trata de seducir a Renato/don Mendo y se quita el vestido enseñando un bonito picardías negro de encaje, y para colmo don Mendo suelta: “¡Vaya anacronismo!”. Te partes de risa.

        También hay alguna otra escena de la cosecha del propio Fernán Gómez, que redactó el guion, donde para ganar una batalla, don Pero hace que sus hombres saquen un imán gigante que atrae a todos los soldados enemigos (por el metal de las armaduras) y ahí pegados ya los matan. Y en la escena final, rodeados de la muerte de muchísimos de los personajes, con sangre por todas partes, LITERALMENTE “muere hasta el apuntador”. De verdad. Se aleja la cámara y sale el apuntador bajo la concha del escenario (recordemos que se supone que toda la película ha sido una obra de teatro) muerto, también ensangrentado, by the free. Es una broma fácil que me pareció de verdadero genio. 



Escena final, con el apuntador muerto.

        Las actuaciones son más que correctas, destacando la del propio Fernán Gómez, sus caras, su expresividad, sus gestos y expresiones de “joder, que me emparedan” o “será mentirosa la tía, que me ha engañado pero bien” son geniales. Entre otros protagonistas estuvo también Paloma Valdés (Magdalena), Lisa Canalejas (la reina) y Joaquín Roa (Don Nuño), actor (este último) de cuyo nieto o sobrino (sé que era descendiente suyo, vamos) fui yo alumno de filosofía en el instituto, en tiempos de bachiller. Solía comentarlo siempre en clase.

        Película y novela, ambas, totalmente recomendables, muestra de cómo en otro tiempo, e incluso desde otra orientación política (soy bastante de izquierdas), se hacían comedias para mearte de risa. Además se lee en media tarde, no llega a las 200 paginas en formato teatro. En Amazon hay varias opciones baratas para comprar el libro. Mi edición (la de la primera foto) es de la editorial Austral, de 2009, en tapa dura, y con un prólogo de Alfonso Ussía (nombre completo Alfonso de Ussía Muñoz-Seca), periodista, columnista y escritor español, nieto materno de Pedro Muñoz Seca. Este autor no es santo de mi devoción por razones en las que no entraré, que esto no es un blog de política, pero bueno la edición y el prólogo están bien, analiza bastante adecuadamente el género de la astracanada.  

        Detalle curioso final: este periodista, Ussía (quien se asocia con la derecha tradicionalista, y de hecho, con Vox), no solo es nieto de Pedro Muñoz Seca. También es el sobrino del teniente general Jaime Milans del Bosch, ex capitán general de la III Región Militar (o sea, de Valencia). Milans fue uno de los principales militares franquistas que participó en el golpe del 23-F de España, fue quien sacó los tanques a la calle en Valencia. Me hace gracia como a través de Ussía, Muñoz Seca y Milans se relacionan. Lo que no tengo claro es si son familia política, o el dramaturgo y el militar eran familiares de antes del periodista. Pero bueno, sin más, un detalle.




miércoles, 24 de marzo de 2021

MORDER EL BORDILLO - ALFREDO ÁLAMO

 

        


        Morder el bordillo, publicado en 2020 por la editorial Orciny, es una excelente forma de acercarte por primera vez al género bizarro. El bizarro es, tal y como cita en sus libros la propia editorial Orciny (especialistas del bizarro) “el género de lo extraño; la sección de culto de un videoclub; a veces es surrealista, y a veces ridículo, pero siempre una ida de olla; es grotesco; puede llegar a rozar la pornografía…” Todo esto y mucho más. Además este género, del que me declaro fan incondicional, suele estar abanderado por autores independientes poco conocidos; tienes que estar metido en el mundillo para conocerlos. Pero una vez abres la puerta del bizarro, o huyes espantado mientras te vomitas la pechera del asco, o del mareo de las vueltas del argumento y las locuras del autor, o te quedas para siempre, y descubres un mundo que a veces no comprenderás, pero siempre te sorprenderá.

        Alfredo Álamo es uno de estos autores, especialista del género, con un fuerte acento en el terror y la ciencia ficción, pero siempre (o casi) en un tono cómico.

        Morder el bordillo es la historia de Pedro, a quien sus colegas llaman el Puños, un skinhead neonazi de Valencia bastante descerebrado (y exagerado hasta lo risible), con todos los clichés clásicos, como si fuera un personaje de La que se avecina: odia a las feministas, se mete cada cinco minutos con la “paguita” de los inmigrantes, suelta charlas sobre el “puto lobby queer”, etc.  Y por supuesto, lleva las pintas clásicas del skinhead: rapado, agresivo, chulesco, con botas militares, siempre con una birra en la mano (para bebérsela y para lanzarle la botella al primer rojo/gay/inmigrante que vea) y lleva un puño americano en el bolsillo. Y todo ello pese a ser bastante canijo y esmirriado.


Yo me imagino a Pedro un poco así, como el chaval prota de American History X (Edward Norton no, el otro, el hermano pequeño). Pero con mas pinta de bobo.


        La vida de Pedro cambia cuando recibe una paliza de un grupo de antifas y le rompen la cabeza a golpes. El chico descubre que le ha sido concedido un extraño (y bastante cabrón) poder: cada vez que reciba fuertes contusiones en el cráneo, Himmler, quien es su guía espiritual (si, Heinrich Himmler, el líder de las SS y uno de los arquitectos de la Solución Final y del Reich), se le aparece y le conduce a una entidad “divina” distinta. A través de una serie de palizas que le van sacudiendo, al principio porque el chaval es un broncas, y más adelante porque las busca aposta para recibir las revelaciones, conoce al dios indio Shiva, a Jesucristo (quien se le aparece en bañador, durante una fiesta en un jacuzzi, con una nevera llena de cervezas, todo buenrollista y molón), etc. Y descubre que el fin del mundo está cerca, y solo él puede evitarlo.





Como visualizó yo al Jesús de esas visiones, por escenas de Padre de familia.

        Alfredo Álamo nos conduce hábilmente por esta historia donde este chico, que al principio da asco y luego pena, porque es un pobre inútil, deberá enfrentarse junto a su prima tarotista y feminista, a una siniestra secta (la Iglesia de la Virgen de la Palma Ardiente) que en realidad es una parodia de la Iglesia Palmariana, cuyo objetivo es adelantar el fin de los tiempos a…ya. Los de la secta son muy divertidos, son tal cual los palmarianos, tienen su propio Papa, que se considera elegido por una revelación, no obedecen los dictados de Roma, y tienen una catedral-sede-fortaleza en medio del campo de España, igualita al Palmar de Troya (la sede palmariana).


El Palmar de Troya, sede de la Iglesia Palmariana. La descripción de la secta del libro es super similar.

        Durante la loca carrera de los dos primos por evitar la destrucción total, son perseguidos por una especie de exorcista mexicano armado con machetes y metralletas enviado por la secta (joder, es imposible no pensar en Danny Trejo como Machete). Pero ambos son ayudados desde lejos por un expresidiario nazi gigantesco todoterreno, a quien un mini-Hitler producto de su imaginación le ha encargado proteger a los jóvenes.

 


Me imagino al asesino mexicano así. Danny Trejo como Machete en Machete (2010).

        El libro es la locura que tiene que ser, y no defrauda en ningún momento, te partes de risa con las ostias que se lleva Pedro, con cómo se desespera Marisa (la prima tarotista) con el cazurro de su primo, y con el mini-Hitler. Se lee en un plis, son 170 páginas de libro de bolsillo, y no decae en ningún momento: es hiperbólica e irreverente, antifascista pese a tener dos protagonistas nazis (el gigante y Pedro), critica la religión, pero sobre todo, divertida a más no poder. Literalmente lo que llamarías una fumada. ¿Sabéis la cara que se os queda cuando os proponen ver una película sobre un exorcista que se va convirtiendo en velocirraptor, o sobre tiburones voladores nazis, o sobre Abraham Lincoln cazando vampiros a hachazos? Pues eso es este libro. ¿Qué muchísimas cosas no tienen sentido? Claro. Pero es que no intenta tenerlo. Es un libro ameno, divertido, desenfadado, obsceno.

        Para mí, súper divertido. Y además pese a ser tan fumada, no carece de cierta simbología: quitando las criticas religiosas en general, y a la secta del Palmar en particular; por ejemplo, el propio Pedro, pese a comenzar como un skin imbécil, acaba visualizándose como un profeta (recibe revelaciones) y un mártir (para alcanzar sus revelaciones debe someterse al dolor, concretamente, a que le abran la cabeza). 

        Por último, pero no menos importante, también hay unas viñetas sobre un personaje muy especial: Hans, el Koala Nazi.


Él nació para morder el bordillo. Al menos que valga la pena.

 




jueves, 17 de diciembre de 2020

MARCIANO, VETE A CASA - FREDRIC BROWN

 





        Abro el blog con esta pequeña obrita de 1955 de Fredric Brown, autor que, de manera similar al maestro Lovecraft, en vida no logró demasiada importancia y escribía para vivir (sin lujos), publicando en revistas pulp. Su alcoholismo no fue de ayuda. Sin embargo, su obra se consideró posteriormente, y hasta el día de hoy, de culto dentro de la ciencia ficción; y ha sido citado como uno de los escritores más influyentes por autores de la talla de Philip K. Dick o Arthur C. Clarke. 

        Marciano, vete a casa hace gala de un fuerte sentido humorístico e irónico que se adentra incluso en el terreno de la metaliteratura y se ríe descaradamente de los clichés del genero. Brown nos presenta, con carta explicativa introductoria inclusive, la premisa de que, contra todo pronostico, los invasores extraterrestres que los autores de sci fi llevan décadas (aunque en este momento aún no tantas) imaginando, no son etéreas e incorpóreas inteligencias benignas, ni insectoides con exoesqueleto, ni seres planta del otro lado del Universo, son, simplemente, los marcianitos verdes típicos. Pequeños hombrecillos verdes de voz de pito venidos de Marte. A veces el cliché es la realidad, y justamente por ello, Brown demuestra que el cliché mismo es la opción menos cliché posible, porque nadie la habría cogido. 



        Con un método sencillo y una escritura muy simple, Brown no divaga acerca de como llegan ni de su tecnología, no le interesa. Un día PUF hay millones de marcianitos por la tierra y ya, ¿y a que se dedican? Pues a tocar las narices. Literalmente. Son trolls en miniatura. Su único interés es cotillear a los humanos (tienen rayos X en los ojos) y molestarles chillándoles en los oídos, revelando sus secretos a otras personas, y volviéndoles locos, ante lo que los humanos no pueden hacer nada, porque los invasores son intangibles. Básicamente así plantea el autor la novela, un mundo invadido de golpe y porrazo por una raza de pequeños seres intangibles cuyo único interés es hurgar cada aspecto de su vida y molestar, y va planteando diferentes situaciones que se van dando debido a esto, y como la humanidad se va adaptando. 

        Como hilo conductual y protagonista utiliza a un escritor, Luke Devereaux, que justo cuando sucede la llegada de los marcianos, el día 1, estaba atravesando un bloqueo creativo, y tras la situación generada por los maliciosos seres verdes, va apañándose como puede el pobre hombre. 

        Es una novela sencilla y cortita, no llega a las 200 paginas, y con estilo que se puede considerar precursor de algunos de los mas grandes, como Douglas Adams y su saga de Guía del autoestopista galáctico, muy bien escrita, y con un desenlace bastante... interesante. Casi de chiste académico. Muy agradable de leer. 

        Tiene película, estrenada en 1990 (¡casi 40 años después!), protagonizada por Randy Quaid, que se llama como el título original en inglés: Martians, Go Home






BALADA DE PÁJAROS CANTORES Y SERPIENTES - SUZANNE COLLINS

          Tras 10 años de parón, la autora de Los Juegos del Hambre ha sacado esta precuela de su saga: Balada de pájaros cantores y serpien...