La venganza de don Mendo es una obra de teatro escrita en verso
estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid el 20 de diciembre de 1918, y
que a día de hoy se supone que es una de las cuatro obras de teatro más
importantes (o al menos, las más representadas) de toda la historia del teatro
español. Las otras tres, se dice, son Don
Juan Tenorio (de 1844, con la que La
venganza de don Mendo tiene varias similitudes), Fuenteovejuna (1619) y La
vida es sueño (1635), obras de José Zorrilla, Lope de Vega y Pedro Calderón
de la Barca respectivamente. Destaca por ser la más actual.
Su autor, Pedro Muñoz Seca
(1879-1936), era un escritor gaditano (nacido en El Puerto de Santa María,
concretamente) cuyo humor y habilidad han sido reconocidos por autores de la
talla de Ramón María del Valle-Inclán (citándole como “autor monumental de
teatro”), pese a los abismos que separaban sus dos estilos. En muchos manuales
figura como autor del novecentismo y miembro de la Generación del 14, por
motivos generacionales y de fechas, pero muchos especialistas han negado
categóricamente esto, identificándolo más bien, pese a que entonces sería muy
joven (unos 19 años), con la llamada “Generación simpática del 98”, que se
separa de la Generación del 98 tradicional y su pesimismo. Al margen de donde
se le ubique, pertenece a un estilo dedicado a ser magnifico y risueño, aunque
a veces sea absurdo, tratando de alejarse de reflejar el decadentismo de España
y centrándose en el humor, en el arte, etc. Un culto a la alegría. Otras de sus
características (que poseen tanto la Generación del 14 y el novecentismo, como
los “simpáticos”) son el arte por el arte, sin necesidad de una reflexión académica,
el gusto por la estética, etc.
Pedro Muñoz Seca, con sus característicos y excéntricos bigotes.
Pedro Muñoz Seca y su gran amigo
Pedro Pérez Fernández concibieron juntos un estilo propio y muy concreto, la
astracanada, de la cual La venganza de don
Mendo supone su máximo exponente. La astracanada (la palabra viene de la
ciudad rusa de Astracán) es un sub género teatral cómico que fue muy popular en
el primer tercio del siglo XX en España, y se basa en la explotación de
situaciones disparatadas, el uso del retruécano (figura retórica de
repetición), toscos juegos de palabras, nombres propios mal intencionados que
nos llevan a chistes fáciles, etc. Lo importante en la astracanada es hacer reír,
aunque sea a costa de verosimilitud argumental. Es una especie de humor absurdo
primario y antiguo, en el teatro, un precedente (aunque probablemente ambos
estilos no tengan conexión, o sea muy leve).
Siempre fuisteis enigmático
y epigramático y ático
y gramático y simbólico,
y aunque os escucho flemático,
sabed que a mí lo hiperbólico
no me resulta simpático.
Muñoz Seca fue al colegio junto a
Juan Ramón Jiménez, y en 1901 concluyó sus estudios de Filosofía y Letras y
Derecho, y ese mismo año estrenó su primera obra, de un solo acto: Las guerreras. Continuo escribiendo,
mientras su fama crecía y sus obras eran cada vez más representadas, y
paralelamente, se desempeñó como profesor de latín, griego y hebreo. Alcanzó el
estado mítico de “clásico”, y con ello la inmortalidad, con La venganza de don Mendo en 1918,
considerada de forma indiscutible su opera
magna. Pese a su fama y reconocimiento, fue asociado a un cierto
conservadurismo, redactando obras donde ridiculizaba y criticaba el comunismo,
el igualitarismo, la República (La oca,
de 1931, siglas de “Libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos”), la ley
del divorcio de 1932 (Anacleto se
divorcia, 1932), etc. De manera que acumuló cierta cantidad de enemigos
entre las filas de izquierdas. A lo largo de su vida escribió noventa y una
obras de teatro, muchas de ellas en colaboración con otros autores, sobre todo
con su amigo Pérez Fernández, pero también con otros como Azorín (José Martínez
Ruiz).
En 1936, con el golpe de Estado
de los militares de la ultra derecha y el estallido de la Guerra Civil, Pedro
Muñoz Seca fue detenido en Barcelona por las milicias anarcosindicalistas,
acusado de albergar ideas monárquicas, católicas y antirrevolucionarias. Fue
trasladado a la cárcel de San Antón, y el 28 de noviembre de 1936 fue sacado
(las famosas “sacas” de la Guerra Civil Española, practicadas por ambos bandos)
junto a 112 presos más, llevado a Paracuellos del Jarama (localidad madrileña),
y fusilado. Según declaraciones de una persona que presenció la ejecución, y
que después fue obligado a enterrar el cadáver, pronunció dos memorables frases
antes de morir. La primera es “Podéis quitarme mi hacienda, mi patria, mi
fortuna e incluso —como estáis al hacer— mi vida. Pero hay una cosa que no
podéis quitarme: ¡el miedo que tengo ahora mismo!”. La segunda: “Ahí va el
último actor de la escena; hasta al morir, con la sonrisa en los labios. Este es
el último epílogo de mi vida”. Puede afirmarse que fue un humorista hasta al
final.
La venganza de don Mendo, que sucede en cuatro actos (llamados
jornadas) y esta escrita y narrada en verso, comienza en el castillo de don Nuño Manso de Jarama, conde del Olmo,
un noble con muchísimo dinero. El citado noble revela a su hija, la hermosa
Magdalena (a quien cita como aparte de bella, inteligente y desenvuelta), que
le ha encontrado marido: don Pero Collado, duque de Toro, y privado del Rey
(cargo que es como una especie de primer abanderado, primer y más fiel y leal
servidor, y consejero, del Rey, similar al cargo de valido). Don Pero es un
hombre poderoso y honorable. Magdalena (al igual que su sirvienta personal,
llamada dueña, doña Ramírez, personaje cómico que siempre esta opinando un poco
con mala intención hacia el público, es como la Chusa de La que se avecina) hace como que genial y que está súper contenta,
pero en realidad está muy asustada, puesto que lleva tiempo siendo la amante de
don Mendo.
Don Mendo Salazar y Bernáldez,
marqués de Cabra, es un noble sin fortuna ni reconocimiento social, no es amigo
del Rey, pero es un hombre fogoso y apasionado, inteligente, e implacable. Está
profundamente enamorado de Magdalena. Pero esta, que es una mujer taimada y
manipuladora, ya ha decidido desechar a don Mendo, por considerarlo inútil para
su escalada social, conviniéndole mucho más el poderoso don Pero. Sin embargo,
Magdalena expresa a doña Ramírez el temor que siente por don Mendo, que puede
ser un enemigo terrible.
No es amor, es miedo
lo que don Mendo me inspira.
Don Mendo acude esa misma noche a
la alcoba de Magdalena a verla, como lleva haciendo tiempo, pero es seguido por
don Pero, celoso, al ver colarse a otro hombre en las
habitaciones de su prometida. Ambos mantienen un breve duelo, y a los gritos
acude el propio conde. Con la intención de proteger a su amada de la vergüenza
(y el peligro, podía ser repudiada e incluso darle muerte por ese “crimen”) que
supone ser atrapada manteniendo relaciones previas al matrimonio (y con un
hombre con el que no está prometida), don Mendo se descubre (hasta ahora iba
enmascarado) y cuenta que ha acudido allí a robar, tras lo cual es apresado y
encerrado en las mazmorras del conde. Pero antes de ser encerrado, se le revela
que Magdalena esta prometida a don Pero, y se da cuenta que esta se ha desembarazado
de él, y se siente traicionado. En ese momento, don Mendo jura venganza de un
modo bastante dramático (y guay).
Juro, y al jurar te ofrendo,
que los siglos en su atruendo
habrán de mí una enseñanza
pues dejará perduranza
la venganza de don Mendo.
Encerrado en la mazmorra (segundo
acto), don Mendo se entera de las felices esponsales de don Pero y Magdalena.
Esta le traiciona de nuevo, pidiendo que a don Mendo se le sentencie a morir
emparedado en la prisión, dejando solo una mano fuera, para que nunca pueda
revelar su secreto. Antes de que se cumpla la condena, es liberado por el marqués de Moncada (amigo de don Mendo), y emparedan un cadáver anónimo en su
lugar, por lo que todo el mundo cree que el desgraciado marqués de Cabra murió allí. Don
Mendo acepta huir, pero clama que abandona para siempre el nombre de don Mendo,
y que este queda allí sepultado, y que renace como un hombre que no es un
hombre, un fantasma, que vive solo para la venganza.
Huiré, sí, pero yo juro
que nadie sabrá de mí;
que don Mendo queda aquí
sepultado en ese muro.
Yo ya no soy el que era;
he muerto, y el que ha renacido
ni es don Mendo, ni lo ha sido,
ni volverlo a ser quisiera.
Soy un ente, una quimera;
soy un jirón, una sombra;
alguien sin patria y sin nombre…
una aberración... un hombre
que de ser hombre se asombra.
En el tercer acto, sucedido en un
campamento militar donde se han reunido Magdalena, don Pero, el conde don Nuño,
etc., don Mendo retorna como el atractivo y conquistador bardo Renato
(“renacido”), con su propio grupo de bailarinas, y se dedica a urdir a su
venganza. Mientras tanto, Magdalena ha subido en la escala social, y al mismo
tiempo que es la poderosa esposa del privado del Rey, don Pero, se ha
convertido también, y a espaldas de don Pero, en la amante del propio Rey, con
las prerrogativas que eso le da. Pese a esto la flecha de la pasión por fin se
ha clavado en ella: esta perdidamente enamorada del bardo Renato, desconociendo
la verdadera identidad de este. Don Mendo, que se ha tornado en el vengador
obsesivo y terrible, primero ha conquistado el amor de Magdalena, para en el
momento de mayor placer de esta, cuando se junten ambos amantes en secreto,
pueda revelarle quién es él en realidad, y después arrebatarle la vida. Primero
conquista su corazón, luego se lo destroza, y finalmente la mata. Pero cómicas
complicaciones surgirán en el plan de don Mendo, terminando la obra con una
verdadera matanza shakesperiana ocurrida en una cueva cercana, en el cuatro acto, en la que se
irán reuniendo todos los personajes mencionados, y otros que he omitido, con
divertidas y funestas consecuencias.
La comedia es desternillante, y
en cuanto te acostumbras al acento cortesano y de castellano antiguo, se lee en
un suspiro. Los juegos de palabras, los chistes fáciles, los comentarios de don
Mendo y de doña Ramírez (dueña de Magdalena) no tienen nada que envidiar a diálogos de la comedia
española contemporánea. De hecho el estilo de comedia y de chistes es a veces
similar al utilizado por algunos cómicos actuales, como José Mota. La trama
avanza veloz y sin complicaciones ni vueltas, nudos y entrenudos, etc. como sí
ocurre en obras de teatro más estilo victoriano (Shakespeare).
Por otro lado, el personaje
protagonista, don Mendo, es interesante. Al contrario que en otras obras donde
el motor de la trama son los celos, don Mendo no parece guardar especial
resentimiento hacia don Pero, aquel que ahora (al menos al principio) posee los
favores de la mujer que él ama. El hombre que le ha vencido en el amor. De
hecho le trae sin cuidado la vida de don Pero, le da igual, su venganza se
centra y tiene por único objetivo a Magdalena, que es quién le ha traicionado.
Don Pero no ha hecho nada a don Mendo, es más, don Mendo es consciente de que
el privado del Rey es solo un escalón más en el ascenso de la hija del conde;
de modo que el protagonista no alberga necesidad de vengarse contra este
personaje.
Es pues, don Mendo, un personaje
apasionado y consumido por sus pasiones, movido por ellas, primero el amor
hacia Magdalena, y luego el odio y la necesidad y el deseo de venganza. En vez
de forjarse una nueva vida, como le recomendó su amigo Moncada, elige volver al
peligro (pudiendo ser descubierto) solo para vengarse de la mujer, sin haber
otro beneficio que lo venganza misma, lo cual probablemente le cueste la vida,
ya que después de asesinar a la esposa del privado y amante del Rey, escapar
del campamento puede no resultar fácil. Pero eso le da igual, vive solo para
vengarse, no le importa morir luego.
Es un hombre a quien esas
pasiones le mueven con frialdad y premeditación: no es un hombre que cometa el
asesinato de su amada creyéndola infiel en un momento de súbita e incontrolable
ira, y tras un calculado plan por parte de un tercero para enfurecerlo, como el
Otelo de Shakespeare; para don Mendo pasan meses, donde él se dedica a forjar
su vida como el bardo Renato y a huir, y sus ansias de venganza no desaparecen.
Piensa como hacerlo, calcula su plan, prepara el terreno. Es un personaje
vengador, un arquetipo, pero se acerca más al Conde de Montecristo de Dumas,
capaz de esperar largo tiempo su momento sin que la ira se enfríe en su
corazón, con el rencor alimentándolo, planificando todo lo necesario. Además recuerda don Mendo a personajes españoles como los don Juanes de las obras Don Juan Tenorio (1844) y El burlador de Sevilla y convidado de piedra
(1630), de José Zorrilla y Tirso de Molina, por su carácter de galán
conquistador de mujeres prácticamente irresistible, y a donde esto les conduce.
También es un hombre honorable,
ya que juró, antes de conocer la verdadera naturaleza de su amada, que no
destaparía el secreto de su relación con Magdalena, por eso cuenta que fue al
castillo a robar. Una vez desvelada la traición de la mujer, don Mendo sostiene
su mentira (en más de una ocasión), porque por encima de todo está el honor.
Pero eso no le exime de vengarse si tiene la oportunidad.
Finalmente, el personaje de
Magdalena también es interesante, para su época. Una mujer ambiciosa y
arribista dispuesta a no detenerse ante nada, pese a las dificultades que tiene
ser mujer hacia el año 1500. Los hombres tienen todo el control y el poder en
este momento, y ella los usa como escalones.
No me conviene el Marqués.
Quiero triunfar en la corte,
quiero brillar, quiero ser
algo que mucho ambiciono.
¡Quiero serlo y lo seré!
Pese a todos estos análisis que
podemos realizar de esta obra, la función principal es la comedia, una
ridiculización de las tragedias de corte medievales. Una comedia cubierta de un
tono gore (para su época) y de chistes fáciles y estúpidos, frases ingeniosas,
y juegos de palabras. Es relativamente novedoso, para esta época, hacer broma y
chiste de la muerte, y Muñoz Seca lo hace. El dramatismo de la historia (las
ansias de venganza de don Mendo y su pasión despiadada, el arribismo de
Magdalena, la traición a la que es sometido el marqués, etc.) hacen aún más
cómica toda la exageración hiperbólica del argumento (lo convierten, dicho
claramente, en una divertida bobada) y los comentarios cómicos. También hay personajes,
como doña Ramírez o el propio Mendo, que hablan habitualmente directamente al
público, expresando por ejemplo la estupidez de uno u otro personaje, o lo
bruta que es tal acción. Hay muchos comentarios cachondos y muchas puyas.
RAMÍREZ
(Don Pero se lo ha creído.
Este Pero es un mueso).
Se ha adaptado multitud de veces
en obras de teatro desde su estreno, pero es mencionable su adaptación cinematográfica.
Bajo el título homónimo de La venganza de
don Mendo se estrenó en 1961 en España; escrita, dirigida y protagonizada
(haciendo del propio don Mendo) por Fernando Fernán Gómez. Cualquier interesado puede verla en la pagina de Zoowoman. La película es una
maravilla, con bastantes detalles del llamado “cine de lo absurdo”, que apuesta
por lo surrealista como argumento risible en sí mismo. Haciendo gala de una
encomiable y ocurrente economía de medios que casa perfectamente con el tono
absurdo y cómico de la obra original, plantea toda la película como si fuera
una obra de teatro, incluyendo una escena inicial de la sala con el telón
bajado, que a continuación se alza para dar paso a la obra en sí. De este modo,
todos los escenarios y decorados de la película (castillos, torreones, almenas,
una batalla, el campamento, la cueva del final, etc.) no solo no son reales,
están hechos de corchopan y txapakumen (tablones de madera grosor folio hechos
con virutas prensadas, de esos que se usaban en los trabajos de tecnología del
instituto), es súper lamentable, y no solo no engañan a nadie si no que no lo
pretenden, y convierten una cutrez en algo súper gracioso. Los vestuarios
también son en la misma línea, y es que esa es la idea, y cuando se pelean se
ve como más que pelearse, enarbolan dos espadas megacutres al aire. Siempre se
ve que todo es falso, y eso es parte de lo divertido.
En general toda la obra esta
seguida palabra por palabra, que ya es bastante graciosa y malintencionada de
por sí, pero a veces añade cosas de su propia cosecha. Por ejemplo, en una
muestra embrionaria de lo que más adelante, a mediados de 1970, eclosionaría en
España en el “cine del destape”, hay dos escenas picantonas súper gratuitas,
que no pretenden atraer público enseñando cacha, si no como todo en la
película, hacer reír, entre otras cosas por no pegar ni con cola y por su anacronismo. En una Magdalena se pone a bailar y subirse las faldas
con estilo (¡y la música sonando de fondo!) de cabaret, enseñando los muslos
(solo los muslos), ¡y encima lleva tacones! Gracioso porque es absurdo. En
otra, la reina trata de seducir a Renato/don Mendo y se quita el vestido
enseñando un bonito picardías negro de encaje, y para colmo don Mendo suelta:
“¡Vaya anacronismo!”. Te partes de risa.
También hay alguna otra escena de
la cosecha del propio Fernán Gómez, que redactó el guion, donde para ganar una
batalla, don Pero hace que sus hombres saquen un imán gigante que atrae a todos
los soldados enemigos (por el metal de las armaduras) y ahí pegados ya los
matan. Y en la escena final, rodeados de la muerte de muchísimos de los
personajes, con sangre por todas partes, LITERALMENTE “muere hasta el
apuntador”. De verdad. Se aleja la cámara y sale el apuntador bajo la concha
del escenario (recordemos que se supone que toda la película ha sido una obra
de teatro) muerto, también ensangrentado, by the free. Es una broma fácil que
me pareció de verdadero genio.
Las actuaciones son más que
correctas, destacando la del propio Fernán Gómez, sus caras, su expresividad,
sus gestos y expresiones de “joder, que me emparedan” o “será mentirosa la tía,
que me ha engañado pero bien” son geniales. Entre otros protagonistas estuvo
también Paloma Valdés (Magdalena), Lisa Canalejas (la reina) y Joaquín Roa (Don
Nuño), actor (este último) de cuyo nieto o sobrino (sé que era descendiente
suyo, vamos) fui yo alumno de filosofía en el instituto, en tiempos de
bachiller. Solía comentarlo siempre en clase.
Película y novela, ambas,
totalmente recomendables, muestra de cómo en otro tiempo, e incluso desde otra
orientación política (soy bastante de izquierdas), se hacían comedias para
mearte de risa. Además se lee en media tarde, no llega a las 200 paginas en formato teatro. En Amazon hay varias opciones baratas para comprar el libro. Mi
edición (la de la primera foto) es de la editorial Austral, de 2009, en tapa dura, y con un prólogo
de Alfonso Ussía (nombre completo Alfonso de Ussía Muñoz-Seca), periodista,
columnista y escritor español, nieto materno de Pedro Muñoz Seca. Este autor no
es santo de mi devoción por razones en las que no entraré, que esto no es un
blog de política, pero bueno la edición y el prólogo están bien, analiza bastante adecuadamente el género de la astracanada.
Detalle curioso final: este
periodista, Ussía (quien se asocia con la derecha tradicionalista,
y de hecho, con Vox), no solo es nieto de Pedro Muñoz Seca. También es el sobrino
del teniente general Jaime Milans del Bosch, ex capitán general de la III Región
Militar (o sea, de Valencia). Milans fue uno de los principales militares
franquistas que participó en el golpe del 23-F de España, fue quien sacó los
tanques a la calle en Valencia. Me hace gracia como a través de Ussía, Muñoz
Seca y Milans se relacionan. Lo que no tengo claro es si son familia política,
o el dramaturgo y el militar eran familiares de antes del periodista. Pero
bueno, sin más, un detalle.
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