El emperador goblin, publicada en 2014, es una novela de fantasía steampunk con bastantes detalles que la
hacen diferente de la mayoría de obras de fantasía que pueblan las estanterías.
Su autora es Katherine Addison, seudónimo de la novelista Sarah Monette. Sarah
Monette es una escritora que lleva en el mundillo desde los 12 años,
especializada en novelas juveniles, y con algunos premios ya a sus espaldas, y
con un doctorado en literatura inglesa, especialmente en los dramas del
Renacimiento. Redactó su tesis sobre los fantasmas en el contexto de las
tragedias de venganza renacentistas británicas. Monette no continuó con dramas
tan complejos/clásicos en sus novelas, dedicándose al mundo juvenil y
fantasioso, pero sin embargo es habitual que introduzca características steampunk, que entre otras cosas se
inspira en la etapa del Renacimiento y en la era victoriana.
No tengo muy claro porque Monette eligió publicar bajo un seudónimo, no he leído nada al respecto, pero intuyó que trataba de comprobar si seguía teniendo calidad como escritora sin prestar atención a su nombre, que ya está ensalzado. Si es por esto, se comprobó que sí que la sigue teniendo, ya que la novela tuvo en general críticas positivas y ganó el Premio Locus de 2015 a la mejor novela de Fantasía.
La novela se ubica en las Tierras
Elficas, que reciben el nombre tradicional de las Ethuveraz, una nación elfa
gobernada por una rígida aristocracia y burocracia (a menudo juntándose en una especie de “aristocracia burocrática”)
que tiene su sede en la Corte Untheileneise, un gigantesco palacio que funciona
como una ciudad interna, cerrada y fortificada, en la capital élfica que la
rodea, la ciudad de Cetho. Todo comienza cuando el archiduque Maia Drazhar (protagonista
único y principal desde cuya perspectiva veremos desarrollarse toda la trama) recibe
la noticia de que su padre y emperador, Su Serenidad Imperial Varenechibel IV, así
como sus tres hermanos mayores, han muerto en el accidente que destruyó el dirigible
(se mueven con dirigibles aéreos de helio) Sabiduría
de Choharo. Con la muerte del Emperador y de todos aquellos que estaban por
delante suya en la línea sucesoria, contra todo pronóstico Maia se convierte en
el único e innegable (al menos en principio) heredero al trono imperial.
Maia Drazhar no es un hijo
cualquiera del Emperador, y esto no lo digo para bien. Nuestro protagonista es
el fruto del matrimonio que unió a su padre con la princesa Chenelo, una
princesa goblin (otra raza distinta y que es considerada por los estirados
nobles elfos más o menos como lacayos), hija del gobernante de la nación goblin,
con quien los elfos están obligados a mantener buenas relaciones para
sostenerse como país más fuerte del territorio. Fue un matrimonio político sin
amor, y poco después de nacer Maia, el Emperador, temeroso de tener un hijo mestizo y una esposa goblin deambulando por su Corte (hay un racismo muy fuerte), envió a ambos a un cómodo palacio en
las regiones exteriores del país, donde el elfo-goblin fue criado por su madre. Vamos se los quitó de encima.
Pero tras la trágica muerte de Chenelo, Maia se convirtió en un lastre político
y sin una sola palabra de aliento al chico que acababa de perder a su madre, el rígido gobernante lo
desterró a un viejo refugio de caza olvidado y perdido en medio de ninguna
parte, el Edomenee, con solo dos criados y un preceptor. Para colmo, su
preceptor es su primo lejano Setheris, un antiguo alto cargo del gobierno caído
en desgracia, a quien también aprovecha para desterrar.
Maia crece y alcanza la
adolescencia en el Edomenee sin recibir ningún tipo de cariño ni amistad, y al
contrario que sus hermanos mayores, tampoco se le otorga ni hay planeado para él ningún tipo de cargo político ni utilidad (a partir de cierta edad sus hermanos desempeñan funciones en el gobierno administrativo). A Maia se lo mantiene marginado y alejado. Setheris ejerce como preceptor de
una forma despótica y maltratadora, ya que culpa a Maia de su destino en medio
de la nada (pese a que el joven no tuvo nada que ver en el escándalo político que
le destrozó la vida).
Y ahora de pronto (página uno literalmente)
recibe la noticia de que ha sido nombrado heredero imperial y debe presentarse
en la Corte para ser coronado Emperador oficialmente. Para adelantarse a su
arribista lord Canciller Uleris Chavar, y evitar que se haga con el control del
gobierno (único buen consejo que le da Setheris), Maia se presenta a toda
velocidad en la capital y empieza a labrarse su propio lugar en la capital, al
tiempo que brega con la inmensamente complicada vida social cortesana, sus
40000 normas, y con todos los rigores de la coronación y otros requisitos que
tiene por delante. De hecho, Maia se queda con el cargo porque lo considera su
deber, y tampoco tiene mucha idea de cómo podría hacer para rechazarlo, pero no
quiere el trono, pues desde el principio se da cuenta que ser Emperador es solitario.
Cuando abrió los ojos, miró a su alrededor en la fría oscuridad, en
aquel pozo de silencio, bajo el peso de la roca y la soledad, y pensó «Esto es
lo que es ser emperador».
La autora desarrolla con mucha
atención todos los vericuetos y diferentes aspectos referentes a las ceremonias
de la Corte élfica, y sus distintas complejidades. Incluso hay unos apéndices al
final del libro sobre cómo funcionan los sistemas de nombramiento, o una lista
con todas las personas, dioses, rangos, edificios, ceremonias, etc. que van
apareciendo a lo largo del libro. Y son un montón.
«No todos estarán contra ti», susurró para sí, pero temía que fuera una
mentira.
Pero Maia no se dedicará a las
intrigas de corte y a manipular y espiar para hundir la vida a otros y hacer
crecer su propio poder, como hiciera su propio padre, que aumentó su fuerza a través
de una agresiva política de matrimonios (el propio emperador se casó con seis o
siete mujeres, cada hombre puede casarse con varias mujeres). Maia busca su propio lugar y su forma de hacer las cosas, pero
se niega a humillar a otros, o a destruir la vida de nadie. Es coronado como Su
Serenidad Imperial Edrehasivar VII, y el mismo elige a su propio secretario,
una de las primeras decisiones que toma: Csevet, el mismo emisario que le llevó al Edonomee el mensaje de la muerte de su padre y sus hermanos. Csevet en un
principio era un agente que trabajaba para el lord Canciller Chavar, quien es un
conspirador nato. Pero el sincero corazón de Maia y su falta de malicia pronto
conmueven al joven ex-mensajero, y jura lealtad eterna al medio goblin.
Nuestro protagonista no sabe nada
de la dureza de las conspiraciones y la vida política de la Corte Untheileneise,
ha vivido toda su vida en el aislamiento, pero sin embargo si sabe moverse en
la soledad, la tristeza y sabe tener paciencia, armas que usará para
sobrevivir. Csevet le guiará por el complejo laberinto que supone la
competitividad de ese mundo y sus intrigas palaciegas, y con su ayuda, como
primer amigo, el medio goblin consigue no ser destruido por el racismo que rodea toda
la sociedad élfica y que lo ha marcado por ser mestizo. Casi todo el mundo (sobre
todo los poderosos, siempre cubiertos de avaricia) procura destruirle (por odio
o por búsqueda de poder) o aprovecharse de su inexperiencia, pero Maia
demuestra que puede crear su propia cámara de fieles entre las gente de a pie y
los desposeídos. Sus gestos despreocupados, su humildad, su inocencia, sus
intentos de ayudar, etc. enseguida le granjean muchos aliados entre la
población, y de ahí pasa a ir reclutando aliados con los nobles menores.
También crea una relación muy
estrecha con sus cuatro nohecharis, sus guardaespaldas sagrados 24 horas, y esa
relación es de lo mejor de la novela. Dos de los nohecharis son extraídos de
las tropas de elite de la corte, y otros dos de los Athmaza, unos
magos-monjes-eruditos, y siempre tiene que haber un mínimo de uno, y
normalmente dos, de ellos con él, despierto. Incluso cuando el emperador
duerme. Ser elegido uno de los nohecharis (hay dos primeros y dos segundos) se
considera el más alto deber y honor que puede obtener tanto un soldado de elite
como un Athmaza, pero al principio de su reinado esto peligra por la compleja
situación en la que se encuentra este emperador: medio goblin, sin conocimiento
de la vida cortesana, algo “garrulo” (en el sentido de que desconoce muchos
aspectos formales), desconocido, etc. Pero al igual que con Csevet, les
conquista enseguida, y sus nohecharis (incluido el rígido Beshelar, quien al
principio juzga con dureza las maneras cercanas de su emperador) pasan a darse
cuenta que lejos de ser un deshonor o infortunio, posiblemente estén sirviendo
al emperador más digno desde hace siglos. Y estarán dispuestos no solo por
deber, si no por convencimiento personal hacia la persona de Maia, a sacrificar
su vida por él.
Pero no todo será la actividad
cercana de Maia, este también deberá aprender que, para algunas cosas,
lamentablemente, y al menos al principio de su reinado, y como suele decirse, “la
mujer del César no solo debe serlo, si no parecerlo”. Para muchos aspectos deberá
seguir actuando bajo la fuerza de la apariencia sobria y lejana del Emperador
de las Ethuveraz, aunque no le guste. Tampoco le quedará más remedio que
aprender a moverse y elegir a sus aliados entre las altas esferas, pese al ansia
de poder que controla todo allí.
No se puede evitar el cambio simplemente con desear que no ocurra.
Al final, es una novela donde el
99% de la trama transcurre en el ambiente de la Corte, no se sale en ningún
momento desde que llegan allí desde el exilio, al principio. Sabes que existe
un mundo complejo fuera, compuesto por varias naciones, incluyendo la nación
goblin, pero todo sucede en el ambiente cortesano. Tampoco hay acción, pero si
que puede detectarse una enorme tensión por todas las conspiraciones internas
que puedes ver moverse. Maia vive los primeros tiempos de su reinado rodeado de
estos conflictos, y descubre que quizá haya una intriga más profunda de lo
que cree, y más antigua, dirigida por personas a quienes no les importa a quien
tengan que matar con tal de conseguir aquello que creen que les pertenece. Y quizá
tenga enemigos muy cerca, mucho más de lo que imagina. Sea como sea, Maia, Edrehasivar VII, esta destinado a ser aquel que construya los puentes entre los elfos y los goblins, desde su posición como Emperador, o a morir en el intento. Y esta será la prueba mas dura por la que tenga que atravesar.
Detalle de la portada de la edición original. El joven goblin con cara de inseguro recién coronado, representando la corona la propia Corte.
Uno de los puntazos es como la
autora alimenta la dualidad entre Maia, ese joven amable y cercano, cálido,
sensible, etc. y Su Serenidad Imperial Edrehasivar VII, Emperador de las Ethuveraz,
casi un semidiós por derecho imperial, quien debe mostrarse…pues como un
emperador. Alejado, frio, distante. Puedes ver esta dualidad incluso cuando
habla.
La novela habla de racismo a través de las situaciones a las que se enfrentan los goblins y los mestizos en la nación elfa, situación que alcanza un punto explosivo con el hecho de que el nuevo emperador es también mestizo. También se habla mucho de la discriminatoria situación de las mujeres en esa sociedad, relegadas casi a meros objetos de cambio para pactos matrimoniales de poder. Es muy interesante como a lo largo de la novela aparecen diversas mujeres poderosas que no están dispuestas a aceptar su posición como trofeos, madres, o esposas decorativas. Algunas le odiarán, y otras aprenderán a apreciarle como un poderoso aliado, ya que el nuevo Emperador se niega a tratarles como instrumentos políticos.
Todo el libro supone un viaje de Maia por reafirmarse a sí mismo, negándose a dejar que ese mundo lo cambie y lo transforme a alguien distinto a quien es, y es más, el propio Maia, con su idealismo, está dispuesto a cambiar todo el racismo, la frialdad, el clasismo, el odio, y el machismo, de la Corte y de su nación. La personalidad de Maia esta muy bien desarrollada, y es la principal, pero no la única: destacan la lealtad de aquellos a quienes se va ligando, y, sobre todo, las múltiples facetas de las diferentes mujeres de la Corte que entran en su vida.
Uno de los principales fallos,
por otro lado, aparte de la anteriormente citada “ligera pérdida de gas”, es que
los detalles steampunk son puramente circunstanciales.
Se citan un par de veces, y ya, no vuelven a aparecer en toda la novela. Las características de fantasía, o las propias razas, elfos y goblins, lo mismo. Sabemos que son elfos y goblins por que lo dicen, pero quitando una menor valoración social de los goblins y su tendencia técnica y mecánica, y un considerable supremacismo racial élfico y las tendencias clasistas de estos, no hay mucho mas de las razas, ni importa que sean élficos o goblins. Podía ser una dualidad de negros y blancos perfectamente, por poner un ejemplo cualquiera. Además, pese a que es la idea de la novela, mostrarte todo desde la cúpula de la Corte y desde la solitaria y a menudo aislada posición del Emperador, no puede evitar echarse de menos algo mas de contexto respecto a la magia, el mundo, etc.
Aun así es una interesante novela
juvenil inscrita dentro del género de intrigas palaciegas. Cualquier persona amante de la fantasía desde los 14 o 15 años podrá apreciar la compleja red de mentiras en la que Maia acaba inmerso, y su peculiar manera de sobrevivir.
En España se ha publicado por una
maja edición de Alethé, con una portada diseñada por Libertad Delgado (Liber Libélula)
que es una gozada (ver la primera foto).
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