miércoles, 14 de abril de 2021

A CIEGAS - JOSH MALERMAN

 


        Esta es la opera prima de Josh Malerman, escritor estadounidense que antes de lanzarse a la escritura ha sido el cantante y compositor del grupo de rock The High Strung, llegando a tocar 250 veces al año, en una gira de seis años de duración. En 2014 publicó Bird Box, que en España se tradujo como A ciegas. Después de eso ha seguido escribiendo libros, y en 2020 fundó la productora cinematográfica Spin a Black Yarn junto a Ryan Lewis, y produjo su primera película, We Need to Do Something, que se rodó en secreto, durante la epidemia del COVID-19. La película se estrenará en algún momento de 2021.

        A ciegas posee varias etiquetas: en primer lugar es una novela de terror post-apocalíptica, en un mundo que ha cambiado para siempre tras la llegada de unas criaturas cuya visión nos lleva a la locura. En segundo lugar, también pertenece a un raro subgénero del terror: el quiet horror (“horror silencioso”), cuyas características ya reseñé en el artículo sobre El sol de medianoche, de Ramsay Campbell. Principalmente es un estilo caracterizado por la escasez o ausencia de elementos morbosos o sanguinarios, alargando las escenas de tensión, concediendo mucha importancia al factor psicológico, etc. También tiene algo de novela experimental, por características que desarrollaremos a continuación.

        El libro empieza casi por el final: Malorie es una joven madre superviviente de algún tipo de holocausto provocado hace 5 años por unos seres (desde el minuto uno, Malerman nos avisa de que hay algo ahí fuera) cuya mera visión nos destruye la mente. Lleva más de cuatro años y medio viviendo en una casa de varios pisos que tiene todas y cada una de las ventanas al exterior cegadas (lleva literalmente todo ese tiempo sin ver el exterior) junto a sus hijos (a los que no se ha atrevido a poner nombre por algún tipo de miedo no concretado, se refiere a ellos solo como niño y niña). Cada vez que tiene que salir al pozo del jardín a por agua lo hace con los ojos vendados. Es una mujer dura que ha vivido cosas duras, y ha criado a sus hijos con mano de hierro para que se adapten a este mundo nuevo, a veces odiándose a si misma, pero con buenos resultados.

 

Les salvas la vida para que vivan una que no vale la pena vivirse.

 

        Malorie sabía desde hace mucho que en algún momento tendría que marcharse de ese lugar y lleva cuatro años, desde que nacieron, adiestrando a sus hijos para que aprendan a OIR, en mayúsculas. Fiarse de su sentido del oído por encima de todo, pues la vista es peligrosa, y así poder desenvolverse en el exterior. Usar los ojos puede significar ver a uno de esos seres, y entonces se acabó. Los ha convertido en verdaderos Daredevils, pueden oír caer una hoja a varias habitaciones de distancia. Han aprendido a fiarse de su oído como nosotros aprendemos a fiarnos de los ojos desde que nacemos, como sentido principal.

        Llegado ese momento, Malorie saca a sus hijos de la cama, los viste, los tres se vendan los ojos, y abandonan la casa con una bolsa de provisiones. En el rio que está a unos pocos metros detrás de la casa, se montan en una barca e inician un peligroso viaje “a ciegas” para llegar a un destino que no se nos desvela hasta el final de la novela, solo sabemos que Malorie quiere algo mejor para sus hijos. Mientras ella rema, los hijos harán las veces de radares para avisarle del peligro.



Malorie y sus hijos en la barca, en el rio. Escena de la película.

        Usando la trama de este viaje como hilo conductual, Malerman nos explica, a través de los recuerdos de la protagonista, cómo empezó todo: Malorie y su hermana Shannon vivían juntas cuando Malorie queda embarazada de un hombre que no tiene ninguna importancia en la novela. Paralelamente empiezan a llegar noticias de lo que llaman el Informe Rusia, o el Problema: algunas personas al este de Europa han atacado con consecuencias mortales a otras y a continuación se han suicidado. Lo que parecía una locura transitoria ocurrida en un lejano país se convierte en una epidemia que asola el mundo entero, y nadie conoce la explicación. Desesperada, Malorie abandona su piso y se dirige a una casa cercana en la que vive un grupo de gente que se ha puesto a salvo de la situación, encerrándose con muchos víveres (sabe de la casa por un anuncio en uno de los últimos periódicos). Malorie es acogida por los miembros de la casa, que es dirigida por un ex profesor llamado Tom, cuyo objetivo es intentar averiguar lo máximo posible acerca de que les está sucediendo, al tiempo que trata de encontrar la manera de mejorar sus condiciones de vida. Un líder nato, inteligente e incansable en la búsqueda de respuestas y soluciones.

        Tom es el primero que propone en voz alta la teoría de que todo esto sucede por la acción de unos seres vivos, que a falta de ninguna forma mejor de referirse a ellas reciben el nombre de “criaturas”. Tom propone que quizá las criaturas no sean seres malvados, dado que no se conoce ningún caso en el que hayan atacado directamente a los humanos, y una puerta cerrada de una casa normal no detendría a nadie que de verdad quisiera entrar. Cree que quizás sean solo seres de otro mundo que se ha visto solapado al nuestro por alguna razón, y son tan drásticamente distintos a nuestra realidad consciente que el contemplarlos produce ese efecto en nosotros, nuestra mente no puede asimilarlo y se fragmenta. Pero quizá las propias criaturas se hallen tan confusas como nosotros ante la situación, quizá no sepan que producen ese efecto, quizá no entiendan lo que pasa (lo cual no quiere decir que no sean extremadamente peligrosos para nosotros). Es un planteamiento similar al que surge cuando los protagonistas de la novela Esfera entran en contacto con lo que yace en su interior: los hechos imprevisibles que pueden surgir cuando seres de realidades absolutamente opuestas que jamás deberían haber entrado en contacto, por alguna razón, lo hacen. Es posible que las consecuencias de ese contacto no tengan nada que ver con la naturaleza original o las capacidades de los seres desencadenantes, que en este caso son las criaturas.

 

No sabemos qué son, nuestras mentes no pueden comprender a esas criaturas. Por lo visto son como el infinito. Algo tan complejo para nuestras mentes que no alcanzan a concebirlas.

 

        De este modo, Malerman aleja a las criaturas del foco de seres malignos-villanos que suelen habitar este tipo de novelas de terror, al tiempo que llena el libro de preguntas como ¿Qué son estos seres? ¿Qué quieren? ¿Quieren acaso algo? ¿Cómo piensan?

 

“¿Sabrán lo que hacen? ¿Pretenden hacer lo que hacen?”

 

“¿De qué nos habéis privado? ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Acaso tenéis un propósito?”

 

        Por otro lado, mientras conviven en la casa y van haciendo frente a distintas situaciones entre todos, tratando de alcanzar distintas respuestas y/o soluciones, los habitantes de esta deberán enfrentarse a duras decisiones sobre la supervivencia. Por ejemplo: ¿Cuántos caben en esa casa? ¿Debemos seguir acogiendo a posibles supervivientes, o abandonar a personas fuera, a su suerte? Y también deberán recordar que antes de la locura generada por las criaturas, había mal en el mundo, un mal que provenía de nosotros mismos. La maldad que las personas pueden ejercer. ¿Y si el verdadero peligro no es el que acecha fuera, si no el que reside dentro? Cuando todo se cierra, las personas peligrosas pueden hacerse con el control.



Fanart por Dcf On Deviantart.


        Y una última pregunta nunca les abandona: ¿Qué sucede si alguien que ya está loco ve a las criaturas?

      Frente a todo esto, Malorie nunca deja de recordar que está embarazada, y que su gestación avanza. Todo cuanto le sucede lo contemplará a través del filtro de ese futuro bebe.

        Malerman es muy ladino, porque desde el primer momento nos deja caer que en esa casa, en algún momento entre la llegada de Malorie y el momento en que nacen los niños (sabemos que los cría sola), ha ocurrido una desgracia. En primer lugar está sola, Tom y el resto de habitantes no están allí, y en segundo lugar hace un par de referencias a unas manchas de sangre. Así que todos los capítulos sobre cómo se van desarrollando las cosas a partir del momento en que Malorie entra en la casa los leemos sabiendo que todo va a estallar, que una tragedia va a llegar, y que como mínimo, varios van a morir, quizá todos. Pero no sabemos cómo. Y estamos esperando que ocurra. Esa situación va cargándose de tensión hasta un desenlace final.

        El autor juega continuamente con el peligro de las criaturas y con las preguntas que suscitan, pero no las muestra en ningún momento. Malorie llega a estar a centímetros de una, pero jamás llegan a verse. Podemos quizá ver aquí un poco de metaliteratura: no podemos verlas porque si las viéramos nosotros mismos, los lectores, nos volveríamos locos. Malerman ha podido escribir esta obra porque esta cuerdo, si pudiera describirla, es porque hubiera visto una de las criaturas, y si la hubiera visto, el también habría enloquecido, y no habría escrito la novela.

        Esta característica que condiciona todo el libro, se extiende por toda la trama: en ningún momento vemos la acción. Siempre sucede fuera de cámara: historias que cuentan algunos personajes, recuerdos apenas entredichos, los protagonistas paseándose vendados por lo que oyen cosas, pero jamás las ven, etc. Es una novela donde todo se sugiere, pero jamás se muestra.

        A ciegas ha cogido importancia en los últimos tiempos, y no solo por el estreno de su película, si no por fuertes comparativas que tiene con el estado del confinamiento durante la pandemia de COVID-19. Recordar que se escribió en 2014, esto no estaba premeditado. Es una casualidad, pero aun así al leerla, no puedes evitar sentirte identificado: el confinamiento en la casa, el hecho de no saber cuándo van a cambiar las cosas o si lo van a hacer, la duda ante todo, el recuerdo del tiempo que fue y el temor porque ese tiempo no vuelva, la nostalgia por los tiempos perdidos, etc. Incluso tienen que llevar un protector, en vez de una mascarilla, una venda, y Malorie menciona  que “nunca se ha acostumbrado al tacto de la tela de la cara”. Como mucha gente nunca se ha acostumbrado bien a la mascarilla, produciéndole irritaciones, entre otras cosas. Y mientras todo eso sucede, perdemos contacto con el mundo exterior, acostumbrándonos al vivir en el interior.

 

A fuera, en el exterior, el mundo se apaga.

 

        Es una novela escrita con un estilo sencillo y directo, muy dedicado a todas esas sensaciones de aquello que no puedes ver. Se lee muy deprisa, y no tiene mayores complicaciones. Recuerda bastante a Stephen King: tiene una fuerte carga dramática y lacrimógena, las historias de los protagonistas, la situación, etc. son siempre muy tristes, y Malerman es bastante cruel con ellos. En general ha recibido criticas positivas, y ganó el Premio al Libro Notable de Michigan de 2015 (Michigan Notable Book Award). 

        Se parece un poco a Un lugar tranquilo (2018), la película sobre los seres que tienen un oído extremadamente desarrollado y la humanidad aprende a vivir en un estado de silencio absoluto para evitar ser detectados y cazados por estos seres. Ambas obras prestan mucha importancia a la capacidad de sus criaturas de actuar sobre los sentidos, y los humanos debemos desarrollar estrategias acorde a esto (uno sobre la vista, otros sobre el oído). Además la prota de ambas está embarazada, y la escena del parto recuerda bastante. Quizá el libro inspiró la película de 2018. O quizá no, y es casualidad.

        Pero yo tengo una crítica: pese a que es entretenida y se lee muy rápido, no acaba de romper. Y de pronto se acaba. Es una novela que lees esperando a que pasa algo, y no ocurre nada en ningún momento. Es cierto que la esencia de este tipo de libros es no alcanzar muchas de las respuestas, que queden ciertos preguntas en el aire, en la duda, dando lugar a nuevos interrogantes. Pero la habilidad de un buen escritor es responder las suficientes al tiempo que otras quedan el aire, un equilibrio difícil. Malerman directamente no responde ninguna (por lo menos acerca de las criaturas). No llegas a conocer nada, y en mi opinión, eso es excesivo por parte del autor: Campbell era muy esquivo en sus respuestas, pero si lees atentamente incluyendo los subtextos, pillabas gran parte de la “historia tras la historia”. Malerman directamente sumerge a sus personaje en la duda más absoluta, y en la duda se quedan, y tú con ellos. Aun así es una novela entretenida que merece la pena mas o menos, y mola todo el rollo insondable que transmiten las criaturas (aunque creo que se podría haber aprovechado mas con un tono más reflexivo, pero bueno). 

 

“Son monstruos” piensa Malorie. Pero también sabe que son mucho más que eso. Son el infinito.

 

        En 2018 Netflix estrenó una adaptación cinematográfica, que recibió críticas mixtas. El argumento difiere considerablemente de la obra original. Algunos de los cambios son buenos, el personaje de John Malkovich mola mucho, pero la mayoría, como suele suceder, son basura. La película no concede tanta importancia a la capacidad auditiva de los críos. Tom en vez de un larguirucho profesor obsesionado por alcanzar respuestas y ayudar, es un aguerrido macho ex soldado sensibilizado por lo que vivió en la guerra (modelo de argumento que trata de moralizar la guerra, y a los estadounidenses les encanta) que le echa los trastos de forma bastante lamentablemente a Malorie, llegando a llamarla “mi niñera buenorra” para ligar con ella. Por supuesto los sumerge en un romance que no tiene más cabida que contentar al público, porque no viene a cuento de nada. Malorie no es una mujer que se endurece durante lo sucedido en la casa, es una mujer ya endurecida (con escopeta y todo), lo cual me gusta, pero no me gusta que Malorie pierda parte de su protagonismo en favor de un Tom normalizado para respetar los canones de Hollywood. El personaje de Olympia, que en el libro es bastante neutral, en la película es una mimada llorica y con sobrepeso, con una mente débil y patética (es un personaje diseñado por los guionistas para ser lamentable y patética, literalmente, no tiene otra función, y eso no me parece ni necesario ni bien). Al final lo mejor de la película son los comentarios de John Malkovich, pese a que su personaje no esté en la novela. Hay varias decisiones de guion con las que estoy sumamente en desacuerdo. La mayor parte de la carga indirecta de la novela desaparece, volviéndose directa, por una necesidad de comercialización. De este modo, la mayoría de la filosofía detrás de todo el argumento, que puede gustarte más o menos, se diluye. Casi toda la tensión constante desaparece sustituida por escenas de acción estúpidas e innecesarias. Pese a ello, relativamente sobrevive el centro de la novela: Malorie, los niños, y las criaturas. En mi opinión: ved la pelicula o leed el libro, pero ambos no casan, no es una buena adaptación. Y eso que Sandra Bullock lo hace muy bien, igual que Malkovich, pero es que es insalvable. 



        Un ultimo aporte: lo he catalogado como libro independiente, pero pese a ello, este mismo año Malerman publica una secuela del libro, titulada Malorie. Lo que no se es si se traducirá al español, y tampoco se si me la leeré la verdad, no se si me ha llamado tanto como para leer una secuela.





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