miércoles, 28 de abril de 2021

SIETE AÑOS EN EL TÍBET - HEINRICH HARRER

 


        Antes de nada deberíamos aclarar que esto no es una novela. Siete años en el Tíbet es la autobiografía del autor, Heinrich Harrer, que cuenta los hechos que vivió desde 1939, cuando formaba parte de una expedición para escalar el Nanga Parbat, hasta que abandona al Tíbet tras la invasión china del territorio tibetano en 1951. Entre estas dos fechas median doce años, porque a Harrer le cuesta cinco llegar hasta el Tíbet.

        El libro es una recopilación de los recuerdos de Harrer, muchos de ellos recogidos en diarios que llevaba durante esos periodos. Harrer no es escritor y se nota: no hay ni un solo dialogo en todo el libro, es todo una narración en primera persona, en general extraordinariamente tediosa y árida. Además, Harrer, pese a vivir varios años entre el pueblo tibetano, y demostrar un profundo interés por su cultura, no es ni antropólogo ni historiador ni etnólogo, carece de una formación cultural firme, y aprende sobre la marcha, así que a menudo comete errores al transmitirnos información sobre el país que lo fascinaba.

        Heinrich Harrer (1912-2006) fue un montañista y geógrafo austriaco. Aparte de sus estudios en Geografía, se dedicó mucho al deporte, y participó en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936 en Garmisch-Partenkirchen, destacándose como atleta, esquiador, y alpinista; pese a esto no ganó ninguna medalla. Formó parte del Partido Nazi (con esto seguiré mas adelante). En 1952, un año después de abandonar el Tíbet, publicó Siete años en el Tíbet.

        La historia comienza en 1939, durante la expedición de Harrer para escalar el Nanga Parbat, en el Himalaya, cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, y las tropas británicas lo arrestan por pertenecer al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Partido Nazi), y por tanto ser miembro de una potencia enemiga. Es encerrado junto a otros prisioneros de guerra en el campo de prisioneros de Dehdra-Dun, en la India, bajo control de Gran Bretaña. Tras varios intentos de fuga, finalmente lo consigue en 1943 junto a un oficial italiano, Marchese, y avanzan en dirección al Tíbet, donde las tropas indias e inglesas no podrán ir a buscarles. El plan original era atravesar el Tibet dirección a Japón, para reunirse con los aliados de Alemania e Italia, y desde allí poder regresar a sus países. Tras 38 días de penurias, hambre, sed, ampollas y cansancio, son capturados antes de alcanzar su destino, y devueltos a Dehdra-Dun. Allí Marchese renuncia, pero Harrer, incansable, volverá a intentarlo con un grupo de compatriotas donde destaca Peter Aufschnaiter, miembro de su expedición original, de quien ya no se separará hasta el final.



La ciudad de Uttarkashi, en la India. Es un centro religioso, y uno de los principales puntos que Harrer y su compañero deberan atravesar en su huida hacia el Tíbet. Se refiere a ella como Uttar-Kaschi.



Templo de Uttarkashi.


        El 17 de marzo de 1944, Harrer y Aufschnaiter logran llegar al territorio del Tíbet. Acceden al país conocido como el Techo del Mundo. La nación más aislada y alta del planeta, el último gran reducto de la espiritualidad. Desde este momento y hasta marzo de 1946, los dos austriacos vagabundearán por el país bailando entre la expulsión y el conseguir permisos de permanencia temporal, siempre prolongando lo máximo posible su deportación. El Tíbet es en este momento una nación independiente gobernada por su líder espiritual, el Dalai Lama, y cuando este no tiene la mayoría de edad, por un Regente, y es muy celosa con su aislamiento. Intenta mantener fuera a los extranjeros, y su capital, Lhasa, es una verdadera ciudad prohibida para estos. A partir de este punto del libro, Harrer va dosificando informaciones acerca de la cultura tibetana: religión, costumbres, algunas descripciones, etc. Es interesante su reacción a los primeros funerales del aire o entierros celestiales que contempla, donde los fallecidos son descuartizados en altas cumbres y ofrecidos como alimento a aves carroñeras. El pueblo santo de Kiyong o el magnífico Everest también impresionan a Harrer. Y es gracioso como le repugna (como a la mayoría de los que no están acostumbrados a ella) la bebida tradicional y ritual tibetana: el té con manteca.


En el Tíbet, la prisa del europeo está fuera de lugar. Aprended la virtud del tiempo y de la paciencia. ¡Así llegaréis antes al fin!

 


Parte del territorio montañoso del Tíbet que Harrer y Aufschnaiter recorren.



Monte Changtse.






Rongbuk y su monasterio. Harrer se refiere a esta población como Rongchuk. Creo que el monte del fondo es el Everest.


        Finalmente en marzo de 1946 ambos alcanzan la ciudad sagrada y capital: Lhasa; y gracias a la beneficencia de algunos de sus más altos mandatarios logran establecerse. Al principio los tibetanos los acogen, pero más adelante empiezan a realizar trabajos de construcción, análisis topográfico, etc. para el gobierno tibetano, y se establecen de forma independiente como profesionales libres. Tienen sus propias viviendas e incluso criados propios, y un lugar respetable en la jerarquía social tibetana. Todo esto es un acontecimiento sin precedentes: hasta este momento son muy escasos los europeos que han sido aceptados en territorio tibetano, y aún menos aquellos que han accedido a Lhasa. Para esta etapa, Harrer y su compañero ya han abandonado hace mucho tiempo cualquier plan de acceder a Japón: hace un año que terminó la guerra, y tanto japoneses como alemanes e italianos perdieron, y son conscientes de que su situación como austriacos ex miembros del partido no será buena en el mundo que esta naciendo. Su intención es permanecer en Lhasa todo lo que puedan, allí viven bien, y nadie va a entrar a detenerles hasta el Techo del Mundo, ni los tibetanos van a deportarles. 



Lhasa: ciudad sagrada y capital del Tíbet, hoy día. En su centro, sobre una pequeña montaña, esta el Potala, sede del gobierno tibetano y residencia de los Dalai Lamas desde su construcción en 1648 hasta 1959 cuando el 14º Dalai Lama, Tenzin Gyatso, se ve obligado a huir del Tíbet.







Varias imágenes del Potala en nuestros dias. Hoy en día se encuentra, como toda la ciudad, bajo la administración china.


        Harrer llama la atención del joven Dalai Lama: Harrer lo llama siempre Kundun, apelativo que suele otorgarse a las reencarnaciones de Buda y significa más o menos “la presencia”, pero su nombre de nacimiento es Lhamo Dondhup y más adelante se le otorga el nombre de Tenzin Gyatso (ninguno de los dos llega a mencionarse en el libro). Tenzin es un joven extraordinariamente perceptivo e inteligente, con un enorme interés por la cultura occidental que existe fuera de su aislado país: quiere aprender todo lo que pueda de ese mundo fuera del suyo, mucho más grande. También tiene mucho interés por la mecánica, él mismo monta y desmonta sus aparatos. El Dalai acoge a Harrer como su preceptor temporal en todo aquello que tenga que ver con Occidente. Un detalle muy chulo es la admiración que manifiesta Harrer por la madre del Dalai, una mujer fuerte, seria, capaz, inteligente, y la única mujer en la historia tibetana que ha traído al mundo tres Budas Vivientes (no todos los Budas Vivientes llegan a Dalai Lama, hay muchos otros al frente de monasterios o meditando, como monjes o lamas de alto nivel).  

        El pueblo y la cultura tibetanas quedarán grabadas a fuego en la memoria y en el espíritu de Harrer. Y no solo por la amistad que desarrolla con el joven Dalai Lama. La tranquilidad y la paciencia de estas gentes, su forma espiritual de tomarse la vida, su despreocupación por aquellos problemas que no pueden arreglarse, etc. Todo esto le calará muy hondo. No son pocas las veces que se dedica a transmitirnos toda la información que puede reunir sobre sus costumbres, festividades, organismos oficiales, historia, etc. O algunos de sus mas grandes edificios, como el propio Potala.


 



Monasterio fortaleza de Trashigang (Harrer lo transcribe como Trachigang).


Ceremonia budista.


        Harrer pasa 5 años en Lhasa, y se convierte en amigo personal de Tenzin, hasta que las tropas comunistas chinas de Mao toman el Techo del Mundo, y Harrer se retira de Lhasa junto al joven líder, en dirección a poblaciones alejadas de las montañas. En 1951, Harrer, temeroso de la situación, abandona el Tíbet en dirección a la India, con la  Segunda Guerra Mundial terminada hace 6 años (en 1945), y acaba regresando a Austria. Pero siempre consideró al Tíbet su segunda patria, y siempre se posicionó como activista a favor de que el Tíbet recupere su soberanía nacional.

        Aunque Harrer no explica los siguientes acontecimientos en su libro, creo que es correcto que yo lo aclare: el Tíbet perdió su autonomía y se convirtió en la Región Autónoma del Tíbet, una de las cinco regiones autónomas de la República Popular China. Se encuentra bajo la autoridad de un gobernador, y un líder religioso marioneta puesto por el gobierno chino. Esta situación perdura hoy.  

 

La presencia de ruinas grandiosas por aquellos alrededores es testimonio de un glorioso pasado.

 

        El decimocuarto Dalai Lama cruzó a pie los Himalayas para exiliarse en la India, junto a 80.000 tibetanos, y en 1959 fue declarado jefe de gobierno de la Administración Central Tibetana, conocida como Gobierno Tibetano en el Exilio, organización política que administra a los refugiados tibetanos del exterior (reunidos sobretodo en la India, Bután y Nepal), y que tiene su propio Parlamento. Este gobierno reside en la ciudad de Dharamsala (a veces llamada “la pequeña Lhasa”), en el norte de la India. En 2011, Tenzin renunció a todos los cargos políticos y de gobierno, reservándose solo el liderazgo religioso y espiritual, argumentándome que “él solo es un simple monje budista”. Este gobierno ahora es dirigido por el Primer Ministro Lobsang Sangay (el cargo oficial es siyong), abogado experto en el Tíbet y en derechos humanos internacionales.

        Tenzin es una figura internacional, ha recibido el Premio Nobel de la Paz, y tiene 83 años hoy, y sigue viajando por todo el mundo, hablando en pro del pueblo tibetano, e impartiendo enseñanzas budistas. Por ejemplo es un ardiente defensor del vegetarianismo. Se le conoce y respeta por su energía y jovialidad, así como por su erudición.



Tenzin Gyatso, decimocuarto Dalai Lama.

        Ahora vamos con la figura de Heinrich Harrer: en el libro puede apreciarse fácilmente como trata de hacer un lavado de cara de Alemania, al tiempo que se desliga absolutamente de todo lo nazi. Jamás menciona términos como “nazi”, “Reich”, etc., hablando únicamente de Alemania y Austria. Por otro lado, la revista alemana Stern demostró posteriormente a su fama por este libro que Harrer no había sido un mero miembro obligado del partido, y que tenía un pasado nazi real, ingresando a las filas en 1933. Miembro primero de las SA, y luego de las aún más temidas SS, conocía personalmente a su líder, Himmler, uno de los principales tenientes de Hitler. Parece bastante probable que su expedición al Nanga Parbat formaba parte de un proyecto de Himmler. Harrer siempre huyó de estas acusaciones. Hay quien afirma que pese a su oscuro pasado en las filas nacionalsocialistas, el Tíbet y Tenzin lo cambiaron de verdad.

        Tras la revelación de su pasado nazi, Harrer desapareció totalmente de la vida pública, y murió a los 93 años, en 2006, en el aislamiento, manteniendo únicamente contacto con su familia. Sus familiares no revelaron las causas de la muerte, y emitieron el siguiente comunicado: “Ha partido con gran serenidad hacia su ultima expedición”.

         Es una obra muy compleja de leer no por su extensión, que apenas llega a las 200 páginas, si no por su pesadez. Fragmentos muy largos están extraordinariamente detallados pese a carecer totalmente de importancia (como todo lo referente a la huida), y otros que quizá nos interesaran más, como su amistad con el Dalai Lama o el desarrollo de las costumbres y religión tibetanas, no se tratan hasta el final del libro, durante muy poquitas paginas (pese a que esta amistad es el tema con el que aún a día de hoy se vende y se publicita el libro). Las lagunas en una formación cultural como historia o antropología se notan mucho, y comete muchos errores o es muy parco en cosas que podrían ser interesantes. Aun así, para quien le interese el alpinismo, o el budismo y el Tíbet, es una obra imprescindible. Actualmente sigue usándose como obra de referencia en cualquier tesis académica de temas culturales sobre este país, para narrar acontecimientos vividos de primera mano desde la subjetividad occidental de esta época. El libro tuvo un gran éxito, incluyendo aun a día de hoy, y se ha traducido a mas de 50 idiomas. 

        En 1997 Jean-Jacques Annaud dirigió una adaptación más o menos libre de esta obra, protagonizada por Brad Pitt (Harrer), David Thewlis (Aufschnaiter) y Jamyang Jamtsho Wangchuk (Dalai Lama). Un detalle muy chulo es que Jetsun Pema, la verdadera hermana del actual 14º Dalai Lama, Tenzin Gyatso, y activista especializada en los niños refugiados tibetanos, sale en la película interpretando a la madre. La película se toma muchas libertades, por ejemplo resume muchísimo toda la fuga; Harrer es un personaje bastante iracundo y atormentado, sobre todo al principio; y Aufschnaiter inicia un romance y se casa con una joven sastre local. También dedica más atención al crimen cometido por los chinos y por el gobierno maoísta. Merece la pena verla, y el paisajismo es muy impactante. La siguiente frase me ha marcado:

 

Esa es otra diferencia entre nuestras culturas: vosotros admiráis al hombre que fuerza su camino hasta la cima como meta en la vida, y nosotros admiramos al hombre que abandona su ego.


Imagen promocional de la película Siete años en el Tíbet (1997).


        Finalmente, existe otra película estrenada el mismo año que la anterior, 1997, llamada Kundun, que narra la vida del decimocuarto Dalai Lama Tenzin Gyatso desde su nacimiento. Fue dirigida por Martin Scorsese. El paisajismo es tan espectacular o mas que la anterior.



Imagen promocional de la película Kundun (1997).


Om mani padme hum.






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