El talento de Mr. Ripley, publicada en 1955, es probablemente la novela más famosa de Patricia Highsmith, una conocida novelista de ficción criminal y policiaca.
Patricia Highsmith nació en 1921 en Texas, y las curiosidades y tragedias de su vida nos ayudan a entender ciertas de las particularidades de su forma de escribir. Su madre le contó como intentó abortarla con trementina, aunque esto nunca se ha confirmado, pero esta relación de amor-odio con su madre la atormentó el resto de su vida. Sus personajes tienden a estar jodidos por sus progenitores o personas responsables, y se centra mucho en las emociones de dolor y pérdida. Fue una lectora precoz, actividad que combinaba con habituales ciclos de depresión. Sufría de enfermedades nerviosas o mentales como déficit de hormonas femeninas, anorexia nerviosa, anemia crónica, alcoholismo; además de cáncer de pulmón… Se puede afirmar que fue una mujer bastante infeliz; considerada por sí misma y por sus conocidos como una persona cínica, pesimista, seca, e incluso cruel y mezquina. Le gustaba estar sola, escribía mejor (algo que para ella siempre fue algo fundamental en su vida); no apreciaba la compañía. Incluso se ha hablado de una vena misógina, que quizá nació de su relación con su madre.
También es posible que fuera discriminada por su condición de lesbiana en el EE.UU de los años 50 y 60, un terreno aun no muy propicio para esta sexualidad, y menos si efectivamente era una personaje intelectual y mentalmente complicada. Aunque algunas veces mantuvo relaciones sexuales con hombres sin sentir deseo por ellos (¿autocastigo?). Ninguna de sus relaciones duró. Fue abierta con su homosexualidad y sus relaciones, quizá por razones activistas, pero mantuvo la mayor parte de su vida privada en el anonimato. Murió en Suiza en 1995, con 74 años, de una combinación de anemia aplásica y cáncer de pulmón.
Estudió prosa, narrativa inglesa,
dramaturgia, etc. en el Bernard College, e intentó acceder como redactora en
varios periódicos, pero ninguno le aceptó. Sin embargo, tuvo mucho éxito como
escritora: publicó 22 novelas, todas muy vendidas. Muchas de ellos tratan temáticas
LGTBI, incluyendo la primera novela lésbica con final feliz: El precio de la sal (1952).
El talento de Mr. Ripley nos cuenta la enrevesada historia de Tom
Ripley, un buscavidas estadounidense que trata de ganarse el pan a través de
una serie de estafas de poca monta en New York. Vive en pisos de conocidos, no
tiene amigos, se las apaña. Un tipo ingenioso e inteligente, capaz de pasar
desapercibido cuando quiere, o hacerse pasar por funcionario público para
estafar. En este contexto es contratado por un magnate naviero, Herbert
Greenleaf, para que haga entrar en razón a su hijo Dickie (un conocido de Tom),
quien ha abandonado el negocio familiar para irse a vivir a un pueblo perdido
de Italia a pintar y vivir de las rentas del negocio familiar. Su misión es
hacerlo volver. A cambio, Tom recibirá generosos honorarios.
Cuando Tom llega a Mongibello, el
pueblo perdido, hace rápidamente una fuerte amistad con Dickie, al tiempo que
tiene una relación de tensión con su “amiga con derecho a roce” (que es
literalmente lo que es), Marge. La capacidad de Tom para transformarse le
permite extraer enseguida los intereses y necesidad en cuanto a amistad de
Dickie, y convertirse en el amigo perfecto. Uña y carne. Dickie sube a Tom en
el alto nivel de vida del que él disfruta: viajes a Roma, paseos en barco,
juergas, vivir sin preocupaciones, playa, restaurantes, alcohol caro… Y a Tom
le encanta, no quiere volver al agujero del que proviene.
He tomado una decisión: disfrutar de lo que tengo hasta que se me
termine.
También se establece una relación de homosexualidad entre ambos, aunque nunca llega concretarse. Tom es un personaje LGTBI, pero no algo tan sencillo como simplemente gay, más bien es una persona asexual, incapaz de sentir deseo. Tom se autodesprecia, considera a Tom Ripley (o sea, a él) una criatura patética y lamentable, incapaz de afianzarse a nada, invisible para todos, así que en principio no es capaz de sentir deseo sexual hacia nada ni nadie. De hecho, empujado por las convenciones sociales que implican que los hombres deben mantener relaciones con mujeres, ha desarrollado una forma de desprecio hacia estas, no entran en sus esquemas. Pero un hombre puede ser un colega, un amigo, alguien que te acepte, que TE VEA. Ser aceptado es su mayor aspiración. Una vez eso ocurre por fin con Dickie, Dickie se convierte en todo el mundo para Tom, no existe nada más, solo SU AMIGO. Es como un vampiro emocional, se alimenta de Dickie. Evidentemente Tom acaba desarrollando una especie de deseo sexual reprimido hacia Dickie, que nunca admite, pero que es muy evidente. Más que el de Sam por Frodo.
Odiaba tener que convertirse de nuevo en Thomas Ripley, un don nadie;
odiaba tener que volver a sus viejos hábitos, a experimentar otra vez la
sensación de que la gente le despreciaba y le encontraba aburrido a menos que hiciera
algo especial para divertir a los demás, como un payaso.
Evidentemente mucho antes de este
momento, Tom ha abandonado ya toda pretensión de convencer a Dickie de volver a
EE.UU, y juntos, planean seguir mandándole largas a su padre para que siga
enviando dinero a Tom. Y así poder vivir ambos por Italia. Aprende italiano y
todo. Pasan unos meses maravillosos, mientras esa tensión sexual no resuelta
crece. Al final Dickie empieza a ver lo enfermizo que hay en Tom, a sentirse
incomodo al ver que Tom le desea (encima de un modo tan raro), a molestarse por
diferentes cosas, y se distancia. Para Tom se vuelve evidente que Dickie le va
a echar de su vida.
Consumido por el dolor, incapaz
de aceptarlo (si Dickie le abandona no solo vuelve al agujero, toda la
autoestima que había ganado en estos meses, desaparecería), Tom propone a su
amigo un último paseo en una barca. Allí, en el mar, sin nadie a la vista,
asesina a Dickie rompiéndole el cráneo con el remo, y hunde su cuerpo en el
mar, para después hundir la barca. Se apropia de los principales efectos
personales del muerto, modifica el pasaporte, la identificación, todo, y se
transforma en Dickie, para abandonar inmediatamente el pueblo e irse a vivir a
Roma, donde nadie conoce ni a Dickie Greenleaf ni a Tom Ripley. Tom Ripley odia
a Tom Ripley, pero amaba a Dickie, y ahora él es Dickie, así que puede mantener
su tren de vida y su autoestima.
Pero las consecuencias de sus
actos y su pasado continuarán persiguiéndole, escapar no será fácil, ni vivir
esa vida. Para mantener esa tapadera, deberá mantenerse siempre solo, siempre sin
amigos de confianza.
Estaba solo y jugando a algo para lo que la soledad era necesaria.
Evidentemente es una novela
dedicada total y completamente a Tom Ripley y a su compleja personalidad. Las
emociones de Tom son lo más importante de la novela, su dolor, su sufrimiento,
su odio por sí mismo, los celos hacia cualquiera que se acerque a Dickie, la
ira incontrolable cuando descubre que Dickie le va abandonar, etc. Incluso su
hipocresía, su capacidad para mentirse a sí mismo. Su constante estado de
angustia recuerda al prota de El corazón
delator (1843) de Edgar A. Poe. Es un personaje muy perturbador, una
criatura parasitaria: se alimenta de las emociones de los demás. Las necesita
para su estabilidad. Su mente fría y calculadora está tramando planes siempre,
muchos nunca los cumple, por su constante estado de duda y angustia, y otros
los lleva a cabo por un impulso. Pero siempre planea.
Una constante en Tom Ripley es el
tema de la huida. Huye de EE.UU a Mongibello, huye de Mongibello a Roma, y de ahí
sigue huyendo, huyó de su pueblo natal a New York, etc. Siempre está huyendo.
Tiene una verdadera obsesión por los viajes, otra manifestación. Incluso,
debido a su autodesprecio, huye de sí mismo, por esa intenta transformarse
siempre, ser quien no es, acto que se cristaliza definitivamente al abandonar a
Tom Ripley y convertirse en Dickie Greenleaf. Pero su huida no acabará jamás. Se entronca con la temática de la soledad: Tom Ripley se ha sentido solo toda su vida, jamás ha podido conectar con nadie, y eso es lo único que desea, es su alimento y su obsesión. Y cuando conectó con Dickie (encima con ese nivel de vida) luego no pudo abandonarlo, por eso lo mata. Tras el asesinato y asumir la personalidad de su amigo, deberá seguir solo. Siempre solo y huyendo, siempre atormentado.
Al final de la novela, Tom ya no
es nadie, se ha borrado a sí mismo. Ya no es Dickie (su historia se derrumba,
ya veréis), pero tampoco es Tom. Y puede transformarse en cualquiera. Pero
realmente, la personalidad de Tom, desde el principio, era tan diluida, tan reprimida
y tan voluble, dado a transformarse según su interlocutor, que prácticamente no
existía una personalidad firme. Por eso podía fotocopiar la de cualquiera, era
un folio en blanco.
La disociación de Tom llega a tal
extremo que en realidad el no acepta que ha asesinado. No lo vive. Es algo que está
ahí, pero lo entierra en su mente, y cada vez que algo se lo trae de vuelta,
sufre mucho dolor. Él no se ve como un asesino sino como una persona decente.
No quería ser un asesino. A veces llegaba a olvidarse por completo de
que había asesinado. Pero a veces, como le estaba sucediendo en aquellos
momentos, le resultaba imposible olvidar.
Tom supone uno de los primeros exponentes en la novela moderna de lo que yo llamo el “hombre monstruo”. Con el alzamiento de la literatura de crímenes, las novelas modernas realistas, etc. la novela gótica y el terror clásico quedan parcialmente en otro punto del panorama literario. Drácula no es un hombre, lo fue, pero ya no lo es. Pero el público sigue queriendo esa morbosidad superlativa, esa necesidad del monstruo en sus lecturas. Aquí entran estos hombres monstruo, como Tom Ripley, criaturas depravadas y enfermizas con una serie de apetitos (como los monstruos) y unas habilidades especiales (en este caso, la habilidad de Tom para transformarse o borrarse a sí mismo, y su apetito de emociones que alimenten su casi inexistente ego). Más adelante aparecerán otros asesinos o monstruos, como Jean-Baptiste Grenouille (El perfume, 1985) o Hannibal Lecter (El dragón rojo, 1981; El silencio de los corderos, 1988, etc.). Además, muchas de estas novelas, incluyendo El talento de Mr. Ripley, cuentan con la particularidad de que el monstruo-asesino es el protagonista, vemos su dolor y sus planes, todo desde su perspectiva. Empatizamos con ese asesino (o lo intentamos, a veces son tan repelentes, que no). Y en algunas, el asesino gana, se libra, y se lleva el premio y sigue con su vida.
En cuanto a lo LTGBI, tiene una visibilización interesante, pero no muy favorecedora. Pero no todos los personajes LGTBI tienen que ser maravillosos supongo, eso le da cierta crudeza y realidad. Igualdad, imparcialidad. Ripley es una persona de sexualidad confusa, una especie de mezcla entre asexualidad, demisexualidad (atracción por aquel con quien establece un vinculo emocional) y...¿homosexualidad? En principio sería homosexualidad reprimida con misoginia, o sea no ve nada bueno ni atractivo en la feminidad, solo en la masculinidad (porque puede primero establecer un vinculo de amistad y todo eso). Y encima todo reprimido, porque el jamás acepta ser gay o poder llegar a sentir atracción por un hombre (por Dickie). Pero en los libros siguientes esta casado con una mujer, así que, ¿seria bisexualidad? Le basta con el vinculo. Aunque como explicare mas adelante, los otros cuatro libros son un desastre, así que no tiene porque entenderse junto a este. Supongo que en cierto sentido, tanta confusión también le añade crudeza y realidad. Highsmith es una escritora bastante cínica y acida, no es de extrañar esta mala leche con sus personajes, aunque en alguno es algo mas dulce (El precio de la sal).
Acorde a esa misoginia de Ripley, es una novela absolutamente masculina. El único personaje femenino con relevancia mínima (aparte del recuerdo de Ripley de su tía, a la que siempre desprecia) es Marge, la amiga-rollo de Dickie. Y como nosotros vemos la historia desde el punto de vista de Ripley, nos parece imbécil, que es lo que piensa él. El resto de personajes relevantes (y tampoco hay muchos) son hombres.
Es una buena novela, entretenida y especial. La forma de tratar la compleja sexualidad de Ripley es tan difusa, caótica, atormentada, transmite tantísima angustia y autodesprecio, además de misoginia (como he dicho, Ripley desprecia a las mujeres) que nos habla de la propia confusión sexual y vital de la autora. Todas esas emociones desgarradoras son interesantes de leer, y las descripciones de los viajes, y de lo que come y bebe, son muy alentadoras. Te dan ganas de viajar a ti. Es una novela que se aprecia más si la lees de viaje, en el tren, en el hotel en una mesa mientras desayunas, etc. El protagonista es un sibarita, y toda la novela esta rodeada de un ambiente de...comodidad lujosa. Esa vida desenfadada y comoda que Dickie llevaba en Italia.
Además es interesante el planteamiento de Tom: no cae bien. Es
que es despreciable, un canso. Madre mía, tener un amigo así, soy yo el que lo
hunde en el mar. Y escribir sobre un protagonista así es como mínimo especial,
y poco común, muy original. Creo que la autora volcó muchos de sus demonios en este personaje y novela: problemas de sexualidad, de relacionarse, etc. Y se lee rápido, 300 páginas. En 1957 ganó el Gran
Prix de Littérature Policière como mejor novela policíaca internacional.
Por otro lado es una novela que ha
envejecido parcialmente mal. Las formas que tiene Tom de librarse de las investigaciones
son poco creíbles, en más de un momento pensareis venga fiera, ¿y no le pillan?
Y a veces tanto viaje se vuelve repetitivo, quieres que pase algo ya. Pero aun
así merece la pena solo por leer todo ese complejo universo emocional que corroe
a Tom por dentro.
Tras este libro, Highsmith sacó cuatro con el mismo protagonista: La máscara de Ripley (1970), El juego de Ripley (1974), El muchacho que siguió a Ripley (1980) y Ripley en peligro (1991). Mi opinión: no merece un carajo leerlas. Pero 0. Tienen la misma duración que la primera, pero nada de su originalidad. Comienzan varios años después de los acontecimientos de la primera, Tom es un alegre burgués que vive en la campiña francesa con su bella esposa, una picarona francesita hija y única heredera de un millonario parisino. No tienen problemas con el dinero, ni trabajan, se dedican a la vida ociosa en su casa de campo, mientras Ripley sigue manteniendo algunas estafas más por vicio y entretenimiento que otra cosa, y le surgen problemillas que soluciona en el libro de turno. Su confusión sexual desaparecida (de hecho se manifiesta abiertamente como muy hetero), sus angustias diluidas (menos algún agobio por el problema del libro en concreto), esa personalidad vampírica, fuera. Etc. Son unas novelas totalmente normativas, creo que Highsmith vio la gallina de los huevos de oro con Ripley, pero sin inspiración ya sobre él, pues sacaba libritos con tramas facilonas. El final del último me dio verdadera vergüenza ajena.
Vamos que si os interesa, leeros
el primero y ya, que además se puede comprar en casi cualquier Re-Read por 3
euros, hay mogollón de ediciones. Y terminar ahí. Ni os molestéis en echar un
ojo a los otros cuatro. Por ello lo calificó como independiente. Además no son necesarios, la trama se cierra en el primero, el resto es un suplemento barato.
En cuanto a adaptaciones René Clément sacó en 1960 A pleno sol, una película de corte y estilo absolutamente franceses, que no casa con la temática y estilo de la obra ni con cola. La película traiciona totalmente toda la filosofía del libro, se la pasa por el forro, y monta su propia historia sin respetar nada. Incluso al final, donde cogen a Ripley, es lamentable: la gracia y originalidad de la novela es que jamás le atrapan, algo novedoso para la época. Por supuesto nada de homosexualidad ni sexualidad confusa.
En 1999 Anthony Minghella
dirigió El talento de Mr. Ripley protagonizada por Matt Damon, Jude
Law, Cate Blanchett y Gwyneth Paltrow. Esta película toma muchísimos giros libres, pero al
menos mantiene parcialmente el rollo de la novela, su estilo, etc. y hace mucho
hincapié en esa sexualidad.