Si quieres leer una opción de
distinta y alternativa de la historia negra del periodo del KKK, concretamente
en 1922, durante el segundo resurgir del Ku Klux Klan, esta es una buena
opción. Un libro que mezcla fantasía histórica (al estilo Tim Powers, Clark se
cuela en las grietas de la historia para contarnos una versión fantástica de
como sucedió un episodio histórico) y fantasía urbana, con un gótico sureño de
acento negro (donde los blancos, o al menos esos blancos fanáticos, son los
malos), terror pulp de estilo lovecraftiano, genero bizarro (Ciudad revientacraneos, Morder el bordillo)
y una ficción especulativa de naturaleza reivindicativa (muy Los ojos bizcos del sol o El club de la lucha). Como cualquier ficción
especulativa, es un mezclote importante, como puede apreciarse. Es rara, es
original, es diferente, es divertida, es corta (te la lees en uno o dos días),
e impacta.
La obra nos sitúa en la pequeña
ciudad de Macon, en Georgia (EE.UU), a unos 130 km de Atlanta. O sea, al sur.
En ese sur caluroso, retrogrado, de plantaciones, tradiciones y edificios bajos;
de barrios clasificados por el color de sus habitantes; y donde no hace mucho
imperaba la ley de los esclavistas, y las familias blancas y su racismo siguen
teniendo mucho poder. Donde cuando el Klan resurge (y resurgió unas cuantas,
cada vez que se lo aplastaba), lo hace con especial fuerza.
Somos la tormenta que asoma por el horizonte.
Un poco de historia: pese a la
destrucción del primer Ku Klux Klan (que nació en 1865 fundado por los
veteranos confederados que ese mismo año habían perdido la Guerra de Secesión)
en la década de 1870, quedó patente la cantidad de racismo y odio contra los
negros que quedaba en el país; y en las décadas posteriores, pese a prácticamente
no existir ya el grupo supremacista, se siguió viviendo una etapa de muchísimos
linchamientos y persecuciones de inocentes. De hecho, 1890 fue el periodo donde
más gente negra se linchó.
Tras un periodo de reagrupamiento
y reorganización por parte de algunos nuevos líderes, en 1915 se fundó el
segundo Ku Klux Klan, bajo el liderazgo de William J. Simmons con el cargo de
Mago Imperial (título que recibe el líder de la organización). Ese mismo año,
como un gigantesco impulso para su fundación y la virulencia de su mensaje, se estrenó
la película de cine mudo El nacimiento de
una nación (fácilmente accesible en Youtube, se puede ver aquí), que apoyaba firmemente el supremacismo blanco y el racismo,
dirigida por D.W. Griffith (llegaba al punto que en vez de actores negros, tenía
a blancos pintados con betún, como algunos Baltasares de las cabalgatas de
Reyes de hace años). Gran parte de la estética clásica del KKK (la ropa blanca,
las cruces ardientes, etc.) se sacaron de este filme. La película fue alabada y
defendida por Woodrow Wilson, presidente de los EE.UU en aquel momento, un
señor que pese a ser teóricamente demócrata simpatizaba con la muerta
Confederación y que revivió las políticas de segregación racial, lo que fomentó
su difusión y el calado de su mensaje racista. Todo esto produjo que el segundo
KKK tuviera una enorme extensión, una organización mucho más jerarquizada y
organizada, y un poder considerable en varios estados. Y aquí es donde Clark
mete su trama.
Caratula y escenas de El nacimiento de la nación (1915) de D.W. Griffith. Apreciables las estéticas del KKK.
En esta obra el segundo KKK fue
creado en la cima de la Stone Mountain (una monolítica montaña de piedra
sagrada para los confederados y por ende para el Klan, ya que en ella hay un grabado
gigantesco, de hecho el más grande del mundo, de los tres líderes de la
Confederación sureña) por varios viejos brujos malvados bajo el liderazgo del
Mago Imperial William J. Simmons por medio de un pacto maligno con poderes
oscuros. Este poder oscuro, el poder del odio y el fanatismo, se extendió por
el país a través de libros pero sobre todo a través de El nacimiento de una nación. Por medio de la capacidad de extensión
de esta película, su mensaje se extendió por todo el país y dominaron cuantas almas necesitaban para despertar las fuerzas
malignas. Interesante como combina Clark magia negra con el poder virulento y
de convencimiento que puede tener una película (como, por ejemplo, tendría más adelante la
propaganda de lavado de cara de EE.UU sobre sus crímenes contra los indios a través
de las películas del oeste, donde los indios son malos, o el
posterior buen salvaje que se hace amigo de los blancos, y solo hay un blanco malo
al que ganan, o mismamente El triunfo de
la voluntad, el conocido filme nazi).
(…) es como una infección, o como un parasito. Y se alimenta de odio.
El nacimiento de una
nación les había proporcionao cuantas
almas necesitaban pa despertar los viejos poderes malignos. A lo largo y ancho
país, incluso los blancos que jamás habían oío hablar Klan sucumbieron al hechizo
de las imágenes que se movían. Se convencieron de que el Klan eran los héroes del
sur, y la gente de color, los monstruos.
Los líderes del Klan convocaron así unos poderes que invadían el cuerpo de sus fanáticos y los acababan transformando en otra cosa: <<ku klux>>. Unos seres sin cerebro que obedecen ciegamente las ordenes de la inteligencia colectiva que domina el Klan, inhumanos ya, capaces de transformarse en criaturas monstruosas de gran fuerza, violencia y ferocidad. Una especie de orcos blancos con cabeza picuda de hueso (como sus los capirotes picudos blancos del Klan xD) y de miembros largos, que aman la sangre. Los <<ku klux>> serán efectivamente los orcos contra los que luchen los protas toda la novela.
Los <<ku klux>> según las ilustraciones de la edición de Midworld Press.
La principal protagonista de la
novela y que nos habla en primera persona es Maryse Boudreaux, una joven negra
paladina de los espíritus buenos que empuña una espada sagrada que porta la ira
y el resentimiento de todos los esclavos y personas negras maltratadas, que es
capaz de destruir fácilmente a las bestias blancas. Maryse esconde un pasado
violento y de maltrato, una víctima más del supremacismo blanco, pero ahora
forma parte del principal grupo de acción directa de Macan, que se resiste al
poder del Klan. Junto a ella combaten sus dos mejores amigas, negras también:
Sadie, una chica de campo cuyo abuelo fue asesinado por el KKK, y que ahora usa
las habilidades con su viejo fusil que este le enseñó como una francotiradora
de elite para exterminarlos uno a uno. Y Chef, o Cordy, una mujer ex miembro de
los Harlem Hellfighters (“Luchadores del Infierno de Harlem”, una fuerza
expedicionaria estadounidense compuesta casi enteramente por negros conocidos
por su ferocidad que combatió a los alemanes en la I Guerra Mundial). Este grupo
es dirigido por Nana Jean, una vieja mujer negra sagrada conectada a los espíritus
y las fuerzas del bien.
Esta arma es un instrumento de venganza. Quien la empuña debe verter en
ella su rabia y su dolor.
Durante su lucha, pronto descubrirán que el enemigo es más listo de lo que se creían, y que está forjando un plan que desembocara en un remolino de odio infinito que consumirá al mundo, a no ser que logren evitarlo. Y para ello deberán hacer sacrificios, pactar con poderes a los que sería mejor no acercarse (“para combatir a monstruos, hacen falta tus propios monstruos”), y tomar decisiones imposibles.
Maryse con su espada según las ilustraciones de la edición de Midworld Press.
La trama es veloz, no son más que
204 paginas, pero contiene unos cuantos mensajes, aunque los dos más firmes son
la justa lucha de la gente negra por su libertad y sus derechos, reivindicada aquí
a través de un relato fantástico; y el peligro de la cadena de odio. El peligro
de que todas las personas, clases, etnias (ya no se dice raza), se vean consumidas
por una espiral de odio y violencia en la que cada uno crea justificada su
causa. La magia negra del odio. El resultado final es satisfactorio.
La forma de conectar con unos
dioses antiguos terribles más allá de nuestro plano que desean entrar recuerda inequívocamente
a Lovecraft y sus mitos de Cthulhu, además de que tenemos aquí un doble guiño.
Por estas mismas fechas, en los tiempos del segundo Klan, Lovecraft, que era en
realidad una persona bastante ingenua y deprimida y no un cultista
devoramentes, se vio abducido por las tramas del Klan (atraído por un ignorante
y pueblerino racismo, y por su estética mística y caballeresca) y por un aliado
aún más peligroso: el creciente poder del nazismo estadounidense, conectado y
subordinado al alemán. Lovecraft estuvo al borde de escribir una versión
norteamericana y en ingles del Mein Kampf
de Hitler (para más datos al respecto, leer El libro de Lovecraft, de Richard Lupoff).
Viniste a comprender el odio.
Además también es muy observable
la estética de nueva carne al estilo Clive Barker (por cierto, hoy día 5 Barker
cumple 71 años): seres que se transforman, criaturas de carne fusionada y aberraciones
que se mezclan con paradojas de mente colectiva y el concepto de “la masa”, el
conjunto estúpido de personas que siguen una doctrina como borregos, etc. No es
tan bestia como lo es Barker o Cronenberg (joder es difícil, para algo son sus
principales sacerdotes), pero ahí queda el detalle.
La obra está impregnada de la cultura
gullah o gulá (Clark hizo una importante labor de documentación), una cultura y
grupo étnico afroamericano (tipo criollos) que proviene de las regiones sureñas
de Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia y Florida. Es de naturaleza
cristiana y de habla inglesa, pero plagada de africanismos en ambos sentidos. Nana
Jean es una matriarca de esta cultura, su magia proviene de aquí. En este mismo
sentido, la obra, que nos es narrada por Maryse, está escrita en una versión
africanizada del inglés, elidiendo letras y silabas enteras y usando
estructuras gramaticales no normativas (diálogos internos incluidos) para
tratar de expresar las particularidades lingüísticas de estas personas, y la
propia Nana Jean habla en un gullah bastante cerrado. Esto ha sido trasladado
al español por su traductor Raúl García Campos tratando de conservar el estilo
lo más puro posible, en un considerable esfuerzo de traducción. Por ejemplo en
vez de “espada” dice “espá”.
El titulo Ring Shout (“grito de anillo”) es una danza ritual extática
africana practicada por los esclavos llevados a América.
En general puede definirse así al
libro: un cantico, una danza extática (de hecho hay muchas referencias
musicales y a canticos). Un cantico de dolor, sangre, rabia, de todas esas
almas que claman justicia desde sus tumbas olvidadas a lo largo y ancho del país:
y también, una forma de expiar esa rabia e iniciar un nuevo camino, de avanzar
pero sin olvidar.
Los caciques y los reyes condenaos claman en respuesta a nuestro grito,
despertando a los dioses antiguos.
Además, la forma de narrar de Clark es totalmente hiperbólica, exagerada, con toda esa sangre, monstruos, la magia, la granjera francotiradora, la otra con la espada, la ex soldado lanzando bombas, etc. Muy bizarro. Y como tal, tiene un componente bastante humorístico en su hipérbole. Y también tiene un detallito LGTBI, aunque es bastante anecdótico. Por supuesto, su forma de centrarse en protagonistas mujeres es un grito a las olvidadas entre los olvidados, las mujeres (mujeres negras), una expresión feminista de fantasia. Y ya si una de ellas es lesbiana, pues la bomba.
Si tuviera que decir algo en
contra es que, por un lado, al ser tan corta te permite poco inmersionarte en
la obra, los personajes pierden profundidad, y el mensaje, aunque claro, no te
conmueve tanto. Por otro lado, el concepto de que la naturaleza fanática del
KKK y su cultura del odio venga promovida por una suerte de magia negra
lavacerebros y un culto oculto a unos seres ancestrales oscuros y malignos es metafóricamente
interesante y entretenido, pero al mismo tiempo exculpa parcialmente a esa
gente de esos crímenes que eligieron cometer.
La edición de Obscura Editorial
es más que adecuada, con una portada clásica, y una calidad de gramaje, papel,
etc. excelente.
El autor, P. Djèlí Clark (nacido
en 1971), cuyo nombre real es Dexter Gabriel, es un neoyorquino afroamericano que aparte de en su ciudad natal, también se crio en Texas y en Trinidad y Tobago (país del Caribe), historiador y profesor asistente de historia en la Universidad de
Connecticut. Su estilo de ficción especulativa suele poblarse de elementos de
cultura africana que introduce en contextos del siglo XX y en fantasía urbana.
Pero esta guerra no ha terminao.