domingo, 2 de mayo de 2021

TÚNELES - RODERICK GORDON Y BRIAN WILLIAMS

 



1. Túneles (2007). 444 pags.

2. Profundidades (2008). 632 pags.

3. Caída libre (2009). 573 pags. 

4. Al límite (2010). 512  pags.

5. Espiral (2011). 447 pags.

6. Terminal (2013). 445 pags.


        Hoy traigo conmigo una de mis sagas adolescentes favoritas, perteneciente a la ciencia ficción steampunk: Túneles, cuyo primer tomo lleva el mismo título. El libro se publicó por primera vez en 2005 bajo el título The Highfield Mole (algo así como El topo de Highfield), autopublicado por sus dos autores, pero más tarde fue descubierto por la editorial británica Chicken House, y se volvió a publicar en 2007 con el título Túneles (Tunnels en inglés), con las intrigantes y misteriosas portadas obra de David Wyatt. Chicken House continuó a partir de aquí con los otros cinco libros de la saga, mientras Wyatt se encargaba de las portadas. El editor que descubrió la saga fue el mismísimo Barry Cunningham, el mismo que descubrió Harry Potter, aunque en mi opinión esta es una opción mucho mejor (si, no soy un admirador de “el niño que sobrevivió”, los leí de pequeño, pero nunca me hicieron mucha ilusión).

        Sus autores no son mundialmente famosos (Brian Williams ni siquiera tiene página en la Wikipedia, ni en inglés, y la de Gordon es minúscula), como Rowling, ni han escrito más libros aparte de esta saga, que tampoco es muy conocida, pero tienen una determinada cantidad de detalles que los convierten en libros excelentes aptos para cualquier edad desde los 14 o 15 años para arriba. Roderick Gordon es un biólogo londinense, y Brian Williams se crio en un pueblo minero (lo cual posiblemente haya tenido mucha influencia para la obra) de Zambia antes de regresar a Inglaterra con su familia, y posteriormente estudió bellas artes en la Slade School of Art. Las capacidades artísticas de Williams serán importantes para la originalidad de la obra.

        Pese a la escasa fama que han tenido, el primero estuvo en la lista de los más vendidos del New York Times. Lo cierto es que no entiendo porque a partir de ahí hubo tan poca gente que les siguió la pista, pese a su gran calidad.

        El libro comienza en la pequeña localidad de Highfield, uno de los barrios más alejados del extrarradio de Londres, tan externo a la gran metrópoli que tiene su propio periódico, museo, y supone una localidad independiente por sí mismo. Un barrio dormitorio, sin vida ni nada interesante por lo que acudir a no ser que vivas allí. Nuestro protagonista primario (conforme avancen los libros irán apareciendo más) es Will Burrows, un joven albino bastante antisocial de unos 15 años cuya mayor afición es cavar en las zonas deshabitadas del lugar junto a su padre, el doctor Burrows. El doctor Burrows es un frustrado arqueólogo con un doctorado en antigüedades griegas que nunca jamás ha realizado ningún descubrimiento mencionable, y que actualmente es el conservador y encargado del Museo de Highfield, una institución sin ningún interés y con prácticamente nada digno de mención. El viejo académico ha transmitido su obsesión por hallar algo escondido bajo tierra a su hijo, quien además así puede huir del sol, que daña su delicada piel.

        La situación familiar de estos dos “hombres topo” (tienen sus propios trajes de excavación, palas, cascos de minero, todo el tinglado) también nos explica porque tratan de huir al fondo de la Tierra: la señora Celia Burrows es una mujer que sufre de adicción a la televisión, no se despega ni un momento de sus amados programas y sus aparatos de grabación, mientras ve uno está grabando otros dos o tres programas más. La casa es regentada por la desenvuelta y popular hija pequeña de la familia: Rebecca, una diabólica tirana social que ejerce un considerable bullying sobre su hermano mayor (y es que son absolutamente antágonicos). En principio parece imposible culpar a Rebecca por su mala leche, ha tenido que crecer muy deprisa y hacerse cargo de una madre que ha abandonado a su familia por la televisión, y un padre y un hermano mayor que se aíslan en sus investigaciones subterráneas, y nadie da ni el huevo en casa aparte de ella. Pero…jeje. Bueno, esperan bastantes sorpresas con ella. Rebecca es probablemente uno de los mejores personaje de la saga, a mí me encanta.

        El doctor Burrows hace algunos importantes y casuales descubrimientos, como una esfera bioluminiscente encontrada en un viejo sótano y unos túneles que no están señalizados, y tras ello desaparece misteriosamente. Will está convencido de que su padre ha encontrado el rastro de algo importante y lo ha seguido hacia las profundidades, o que algo lo ha arrastrado hasta allí, así que junto a su único amigo, Chester Rawls (un compañero de clase, lector voraz, y enorme como un armario) inicia unas largas investigaciones y excavaciones. Tras bastantes semanas excavando logran dar con un acceso subterráneo que los conduce a un submundo ubicado en una gigantesca caverna bajo Highfield, conectada a su vez a otros espacios enormes, componiendo una verdadera ciudad oculta: la Colonia.

 

Colony, Tunnels por Tsalitsa. Fanart de la Colonia.


        La Colonia es una población humana que se exilió por su propia elección hace doscientos años de la Superficie (ellos la llaman así, con mayúscula) y anclada en la tecnología de entonces, pero con algunos avances para la adaptabilidad de la vida allí abajo, como fuentes permanentes de luz, y sistemas de renovación de oxígeno. Todo lo colono, o casi, está basado en el vapor (¡steampunk!). La tecnología no es lo único atrapado en el tiempo: las costumbres también se congelaron hace doscientos años, toda la Colonia vive en un fuerte y casi fanático puritanismo y religiosidad enfermiza, de base cristiana protestante, pero parcialmente modificado: su Biblia se llama El libro de las Catástrofes, y el centro de su temor es la maldad de la Superficie y de los seres que allí moran (nosotros).

 

No somos diferentes de ningún animal, ningún insecto o germen. No somos especiales, Cal. Tú, yo, todos venimos de la nada, y ahí es exactamente a donde iremos todos algún día, tal vez pronto, nos guste o no.

 

        Toda la sociedad colona está controlada y gobernada firmemente por una subraza de seres fascistas llamados los styx (¿son humanos? ¿No lo son? ¿Qué son? Si leéis, las respuestas irán llegando, este es uno de los misterios principales). Los styx viven en sus propias fortalezas totalmente separadas del resto de la Colonia, son los lideres técnicos y religiosos de los humanos (ellos crearon y dirigen toda esa religión de terror entorno a la Superficie, como mecanismo de control), y hacen y deshacen a su antojo. Tienen instalaciones secretas donde realizan experimentos, y poseen su propio ejército de elite tremendamente mortífero. Se trata de unos seres humanoides (aparentemente son humanos, cara, ojos, brazos, etc. no tienen miembros de más, ni más ojos, ni nada así) delgados y largos como juncos, pálidos, pero con una fuerza, velocidad y resistencia tremendas pese a su delgadez. Poseen una inteligencia fría y despiadada, son absolutamente implacables en sus objetivos, que son, en última instancia, gobernar todo cuanto conocen, pues están diseñados para mandar. Son como la cúspide de la tecnocracia: hacen mucho y todo lo que hacen, lo hacen de forma eficiente, incluyendo matar. MOLAN UN HUEVO. Y son los malos. Pero joder si molan. Siempre vestidos de negro, con larguísimos gabanes. Además, aunque actúan como villanos, no están despersonalizados, no son styx anónimos siendo malosos, algunos de ellos adquieren muchísima personalidad destacándose como los villanos principales (tienen capítulos para ellos y todo, cosa que me encanta, que los villanos adquieran protagonismo, no un tipo sin nariz relativamente anónimo siendo malo en la lejanía). Pero por este lado no puedo hablar más, pues sería spoilear.

        Los styx son uno de los mejores diseños del libro, sus despiadadas mentes, su trabajo eficiente, silencioso, letal. Nunca sabes cuánto saben, y siempre saben más de lo que tú crees, siempre tres pasos por delante. Llevan siglos habitando, inadvertidos al resto de la humanidad, ahí abajo, gobernando a los colonos, preparándose, esperando su momento. Y su momento está cerca.


La imagen representa el espíritu ambicioso, supremacista, implacable, de los styx. El macho y la hembra styx alzándose por encima de toda la humanidad, gobernándolo todo. Fanart por Gakken.

 

        Chester y Will son acogidos por algunos miembros de la Colonia que no están contentos con el gobierno de los styx, y pasaran a descubrir que existe algo parecido a una resistencia, y que el propio Will está más relacionado con los colonos y con esta resistencia de lo que él creía, un oscuro secreto reside en sí mismo y en su pasado.

        También descubren que el doctor Burrows pasó por allí, pero que en su afán de descubrimiento, decidió no quedarse en ese nivel, que es apenas la primera capa, y teniendo evidencias de una civilización pretérita que habitaba o había habitado aún más abajo, continuó descendiendo hacia el lugar conocido como las Profundidades. Un territorio hostil y oscuro, prácticamente deshabitado menos por algunas comunidades mineras aislacionistas (llamados coprolitas) y los miembros desterrados de la Colonia que habían echado raíces allí: asesinos, locos, caníbales, depravados enfermizos, etc. Un lugar a varios cientos de km de distancia de la Superficie, lleno de peligros mortales como plantas venenosas y carnívoras, erupciones de gases letales, y todo tipo de criaturas dispuestas a devorarte.

 

Sus risas quedaron ahogadas por el ruido del tren, que continuaba ganando velocidad, vomitando humo negro y alejándose de la Colonia, de Highfield, y de todo cuanto conocían, acelerando su marcha hacia el corazón de la Tierra.

 

        A Chester y a Will, para encontrar al doctor, y por haber entrado en el radar de los styx como amenazas peligrosas, no les quedará más remedio que adentrarse también en las Profundidades. Han desafiado a los despiadados styx y estos les han marcado, se han aventurado en un viaje que ya no tiene marcha atrás: solo pueden seguir avanzando, descendiendo cada vez más, y tratar de frustrar los planes de esos misteriosos seres y tratar de destruirlos, pues de lo contrario, los styx los eliminarán a ellos. Sin pretenderlo, tratando de encontrar a un padre perdido, en lo que parecía ser un daddy issues tranquilito, con aventura de descubrimiento en plan El corazón de las tinieblas, se han metido de lleno en una guerra secreta y ellos mismos son uno de los escasos bastiones contra la amenaza styx. Ambos jóvenes deberán buscar en su interior y encontrar fortalezas y habilidades que desconocían si pretenden sobrevivir y vencer. Sus enemigos están en todas partes. Y eso incluye las Profundidades: allí abajo mora el cuerpo de elite más mortífero de los styx, los Limitadores, un cuerpo de exterminio.

 

(…) se volvieron para ver por última vez al hombretón; su negra silueta aparecía recortada a la luz verde de la ciudad, blandiendo los dos machetes, uno en cada mano. (…) erguido orgullosamente frente a la masa mortal que se le acercaba. Un solo hombre frente a un campo erizado de guadañas.

 

        Durante esta guerra en la que se han embarcado, es en las Profundidades donde nuestros jóvenes encontraran a su comandante, guía y mentor, y Gordon y Williams no se cortan un pelo a la hora de hacerlo molar: Drake, uno de los renegados. Drake es un antiguo oficial militar especialista en operaciones especiales, científico e ingeniero óptico (lleva una especie de lente óptica con la que puede ver en la oscuridad, súper chula) de la Superficie, secuestrado por los styx, y fugado: huyó a las Profundidades para evitar ser rastreado. Drake es probablemente el hombre a quien más temen los styx y quien más quebraderos de cabeza les ha causado. El antiguo oficial lleva años escondido allí abajo, junto a su compañera y discípula Elliot (una joven rápida y audaz como ella sola), preparando su propia revolución secreta en las entrañas del territorio styx, y poco después de la llegada de Chester y Will y de ciertos descubrimientos inquietantes sobre los planes de sus enemigos, decide que ha llegado el momento de empezar a poner sus operaciones en marcha. Comienza la ofensiva.

        Y hasta aquí más o menos la sinopsis de la saga. He incluido algunos detalles del segundo libro, Profundidades, porque el primero es un pelín introductorio, tarda un poco en entrar en fase crítica: pero después ya es un no parar. La saga no decae en ningún momento, sino que cada vez se acelera más, hacia el clímax.

        La trama es ágil y veloz pero no facilona, no hay desarrollos de película mala de Hollywood o libro juvenil de tres al cuarto (y me ahorro citar nombres) en plan y de pronto los protas ponen una bomba en el edificio más importante de los styx y ya, o tres escaramuzas y una batalla final con abundantes cliffehangers. Es un desarrollo complejo, con fintas y contrafintas, operaciones secretas, avances y retrocesos: la guerra contra los styx no es algo sencillo. Cada gol que Will y los aliados que se va encontrando les marcan cuesta al grupo un precio en sangre. Hay traiciones, hay agentes dobles, hay secretos (empezando por Drake, como buena figura del mentor que es, guarda mucho bajo la superficie), hay muertes (protas incluidos), etc. y los autores no se reservan esto para una hipotética batalla final, ocurre continuamente. Son juveniles, pero también duros.

 

No podía permitirse el lujo de morir, todavía no. No mientras quedara la más remota posibilidad de hacer algo.

 

        Conforme avanzan los libros, Will y sus compañeros irán descendiendo cada vez más, por lo cual los escenarios se renuevan continuamente, y siempre quieres saber que hay mas allá, que hay más profundo. Que habita en donde nadie ha llegado: los restos de la civilización antigua que he mencionado antes no desaparecen en las Profundidades, continúan más al fondo. Nuevos lugares, nuevos peligros, nuevas criaturas. El doctor Burrows abre la marcha, Will y su gente le siguen, y pisándoles los talones a ellos, los styx. El misterio de la vieja civilización nos acompaña mucho tiempo. El último reducto conocido cuando comienzas las novelas son las Profundidades, y allí llegan en el segundo libro, imaginaos si siguen bajando y lo que se encuentran. Tanto pasadas las Profundidades, como en ellas y en el nivel de la Colonia encontrarás lugares mágicos, antiguos, fascinantes, terribles. Emplazamientos olvidados, secretos que ni los styx conocen. Este salseo de la aventura es otro de los puntazos del libro.

 

El mundo no se acaba. Y nosotros tampoco.

 

        Túneles se nutre de las viejas teorías “científicas” (actualmente absolutamente desacreditadas por la ciencia y demostradas como incorrectas) de la Tierra hueca, también llamada teoría intraterrestre, que consisten en la creencia de que bajo la superficie de nuestro planeta existe una red de cavernas y túneles huecos conformando un verdadero Mundo Interior. Dentro de este Mundo Interior, existen civilizaciones subterráneas muy evolucionadas y más antiguas que nosotros, llamadas intraterrestres. La teoría fue probablemente creada por Athanasius Kircher en 1665 al publicar su tratado Mundus subterraneus, quo universae denique naturae divitiae. Pertenece al conjunto de creencias de las subculturas conspiracionistas, como el terraplanismo: sus seguidores argumentan que todo esto es verdad, pero los gobiernos y la cúpula de gobierno mundial nos lo ocultan. Los autores de Túneles se aprovechan hábilmente de esto: en el universo del libro, todo era verdad, hábilmente desacreditado por los servicios styx, que pretendían seguir existiendo en la oscuridad hasta que llegara su hora.

        La Tierra hueca lleva usándose en la literatura de ficción desde hace bastante más de 100 años: puede que la obra más famosa al respecto sea Viaje al centro de la Tierra (1864) de Julio Verne,  pero existen muchos otros ejemplos, incluso algunos anteriores. En Narración de Arthur Gordon Pym (1833) de Edgar Allan Poe, el protagonista se encuentra con unos seres que vienen del Interior. Edgar Rice Burroughs comenzó la saga centrada en Pellucidar, un mundo situado en el interior del planeta, en el cual suceden toda una saga de libros, y que comienzan en 1914 con En el corazón de la Tierra. Y no puedo cerrar esto sin mencionar a mi amado HP Lovecraft, el Caminante de Providence, quien en 1936 (vaya fecha para los españoles) publicó La sombra de más allá del tiempo, que también hace referencia a esta tierra hueca y a seres que allí abajo viven.

        Los styx también tienen una inspiración aunque es algo más difícil rastrearla, pero como buen friki que soy, voy a decirlo. Fácilmente lo primero en que cualquiera se fijará será en su parecido con los nazis, incluso con la imagen clásica de los nazis del cine: supremacistas y racistas (creen en la superioridad de la raza styx, y lo cierto es que son la leche), tecnológicamente extremadamente avanzados (pese a que mantienen a los colonos en la ignorancia), ansias de poder y gobernar, creen que ellos son los elegidos para hacerlo, tecnócratas, eficientes, matan de forma mecánica y eficaz, fríos, etc. Incluso al vestir: elegantes y de negro, con ropa de cuero negro, muchos gabanes, etc. Irónicamente, muchos nazis creían en la Tierra hueca, sobre todo aquellos ligados a sus ramas más misticistas, como la Sociedad de Thule.

        Pero hay algo más: su inspiración primaria proviene de un libro publicado de forma anónima (en origen, luego se reveló al autor) en 1871 por Edward Bulwer-Lytton llamado La raza futura, a veces también traducido como Vril, la raza que vendrá. La novela narra la historia de un joven que acaba descendiendo a los abismos interiores (Tierra hueca de nuevo) para encontrarse una raza secreta y antigua, antediluviana de hecho, llamada los Vril, poseedores de una tecnología antigua de un poder incalculable. El protagonista los conoce y vive entre ellos un tiempo, y después vuelve, y se da cuenta de que en algún momento del futuro la población Vril crecerá tanto que de forma natural se expandirá a la superficie y nos exterminará a nosotros, sus actuales habitantes. Y así concluye el libro. Esta es la idea de los styx: ellos llevan varios siglos preparándose para su expansión, creciendo, entrenándose, situando las fichas adecuadas en los lugares correctos. Una nueva ironía es que este libro causó sensación entre las sociedades místicas y ocultistas nazis, sintieron que hablaba de ellos, ellos eran la raza venidera.

        Los libros son un pasote de entretenidos, siempre hay cosas nuevas y sobresaltos nuevos, no decaen, son absolutamente recomendables. Los libros, publicados en España por la editorial Puck, aparte de sus características portadas con siluetas en el centro, están salpicados de dibujos a tinta y pluma dibujados por el mismo Brian Williams, como si provinieran de un diario (¿los diarios del doctor Burrows, de los que a veces leemos fragmentos? ¿O los que sabemos que Will escribe?) de criaturas, casas, styx, objetos, etc. Y les dan el puntito de originalidad final. En serio, son seis libros que merece totalmente leer. Es entretenida y apasionante, con una ciencia ficción no futurista, si no más cercana a la de Julio Verne o HG Wells: hay avances tecnológicos pero son puntuales y limitados, no súper naves megaveloces con rayos de protones, aparatos espaciales, si me muero da igual porque me criogenizan o me clonan, etc. Pese a los avances presentes en la novela, los personajes siguen dependiendo principalmente de su ingenio, su fuerza, sus lazos entre ellos, y en definitiva, de sí mismos, para sobrevivir a aquello que se les pone por delante. Los styx no se quedan atrás a la hora de cumplir su papel como villanos, son verdaderamente intimidantes, y en parte no puedes parar de admirar su pureza, su eficiencia.



Uno de los dibujos de Brian Williams, en el primer libro. Es un styx observando desde una de las farolas de la Colonia, que para iluminar usan unas esferas bioluminiscentes. Siempre me ha parecido bastante siniestro.

        Si tuviera que exponer una crítica, no sería a causa de la obra desarrollada por Roderick Gordon y Brian Williams, si no de la editorial, Chicken House, y de su editor, Barry Cunningham. Funcionando como un conglomerado empresarial, y al igual que otras muchas editoriales, Chicken House ata firmemente a sus autores a través de obligaciones contractuales que restringen su capacidad artística, y los obliga a seguir unos cánones. A cambio de su patrocinio, estos imperios editoriales se apropian de las creaciones originales de sus autores (por ejemplo todos los personajes de la saga Túneles). Roderick Gordon ha manifestado en la web Goodreads que al menos a él (no se las opiniones de su amigo Williams) le gustaría publicar una séptima parte, y que incluso tiene la idea, pero está atado por el contrato, que no se lo permite. Esto hace que me hierva la sangre, pero bueno. Aun así la saga está cerrada, al menos en principio, y su final es más o menos  firme.

    Las portadas de cada uno de los seis libros: 











        

 



 


miércoles, 28 de abril de 2021

SIETE AÑOS EN EL TÍBET - HEINRICH HARRER

 


        Antes de nada deberíamos aclarar que esto no es una novela. Siete años en el Tíbet es la autobiografía del autor, Heinrich Harrer, que cuenta los hechos que vivió desde 1939, cuando formaba parte de una expedición para escalar el Nanga Parbat, hasta que abandona al Tíbet tras la invasión china del territorio tibetano en 1951. Entre estas dos fechas median doce años, porque a Harrer le cuesta cinco llegar hasta el Tíbet.

        El libro es una recopilación de los recuerdos de Harrer, muchos de ellos recogidos en diarios que llevaba durante esos periodos. Harrer no es escritor y se nota: no hay ni un solo dialogo en todo el libro, es todo una narración en primera persona, en general extraordinariamente tediosa y árida. Además, Harrer, pese a vivir varios años entre el pueblo tibetano, y demostrar un profundo interés por su cultura, no es ni antropólogo ni historiador ni etnólogo, carece de una formación cultural firme, y aprende sobre la marcha, así que a menudo comete errores al transmitirnos información sobre el país que lo fascinaba.

        Heinrich Harrer (1912-2006) fue un montañista y geógrafo austriaco. Aparte de sus estudios en Geografía, se dedicó mucho al deporte, y participó en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936 en Garmisch-Partenkirchen, destacándose como atleta, esquiador, y alpinista; pese a esto no ganó ninguna medalla. Formó parte del Partido Nazi (con esto seguiré mas adelante). En 1952, un año después de abandonar el Tíbet, publicó Siete años en el Tíbet.

        La historia comienza en 1939, durante la expedición de Harrer para escalar el Nanga Parbat, en el Himalaya, cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, y las tropas británicas lo arrestan por pertenecer al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Partido Nazi), y por tanto ser miembro de una potencia enemiga. Es encerrado junto a otros prisioneros de guerra en el campo de prisioneros de Dehdra-Dun, en la India, bajo control de Gran Bretaña. Tras varios intentos de fuga, finalmente lo consigue en 1943 junto a un oficial italiano, Marchese, y avanzan en dirección al Tíbet, donde las tropas indias e inglesas no podrán ir a buscarles. El plan original era atravesar el Tibet dirección a Japón, para reunirse con los aliados de Alemania e Italia, y desde allí poder regresar a sus países. Tras 38 días de penurias, hambre, sed, ampollas y cansancio, son capturados antes de alcanzar su destino, y devueltos a Dehdra-Dun. Allí Marchese renuncia, pero Harrer, incansable, volverá a intentarlo con un grupo de compatriotas donde destaca Peter Aufschnaiter, miembro de su expedición original, de quien ya no se separará hasta el final.



La ciudad de Uttarkashi, en la India. Es un centro religioso, y uno de los principales puntos que Harrer y su compañero deberan atravesar en su huida hacia el Tíbet. Se refiere a ella como Uttar-Kaschi.



Templo de Uttarkashi.


        El 17 de marzo de 1944, Harrer y Aufschnaiter logran llegar al territorio del Tíbet. Acceden al país conocido como el Techo del Mundo. La nación más aislada y alta del planeta, el último gran reducto de la espiritualidad. Desde este momento y hasta marzo de 1946, los dos austriacos vagabundearán por el país bailando entre la expulsión y el conseguir permisos de permanencia temporal, siempre prolongando lo máximo posible su deportación. El Tíbet es en este momento una nación independiente gobernada por su líder espiritual, el Dalai Lama, y cuando este no tiene la mayoría de edad, por un Regente, y es muy celosa con su aislamiento. Intenta mantener fuera a los extranjeros, y su capital, Lhasa, es una verdadera ciudad prohibida para estos. A partir de este punto del libro, Harrer va dosificando informaciones acerca de la cultura tibetana: religión, costumbres, algunas descripciones, etc. Es interesante su reacción a los primeros funerales del aire o entierros celestiales que contempla, donde los fallecidos son descuartizados en altas cumbres y ofrecidos como alimento a aves carroñeras. El pueblo santo de Kiyong o el magnífico Everest también impresionan a Harrer. Y es gracioso como le repugna (como a la mayoría de los que no están acostumbrados a ella) la bebida tradicional y ritual tibetana: el té con manteca.


En el Tíbet, la prisa del europeo está fuera de lugar. Aprended la virtud del tiempo y de la paciencia. ¡Así llegaréis antes al fin!

 


Parte del territorio montañoso del Tíbet que Harrer y Aufschnaiter recorren.



Monte Changtse.






Rongbuk y su monasterio. Harrer se refiere a esta población como Rongchuk. Creo que el monte del fondo es el Everest.


        Finalmente en marzo de 1946 ambos alcanzan la ciudad sagrada y capital: Lhasa; y gracias a la beneficencia de algunos de sus más altos mandatarios logran establecerse. Al principio los tibetanos los acogen, pero más adelante empiezan a realizar trabajos de construcción, análisis topográfico, etc. para el gobierno tibetano, y se establecen de forma independiente como profesionales libres. Tienen sus propias viviendas e incluso criados propios, y un lugar respetable en la jerarquía social tibetana. Todo esto es un acontecimiento sin precedentes: hasta este momento son muy escasos los europeos que han sido aceptados en territorio tibetano, y aún menos aquellos que han accedido a Lhasa. Para esta etapa, Harrer y su compañero ya han abandonado hace mucho tiempo cualquier plan de acceder a Japón: hace un año que terminó la guerra, y tanto japoneses como alemanes e italianos perdieron, y son conscientes de que su situación como austriacos ex miembros del partido no será buena en el mundo que esta naciendo. Su intención es permanecer en Lhasa todo lo que puedan, allí viven bien, y nadie va a entrar a detenerles hasta el Techo del Mundo, ni los tibetanos van a deportarles. 



Lhasa: ciudad sagrada y capital del Tíbet, hoy día. En su centro, sobre una pequeña montaña, esta el Potala, sede del gobierno tibetano y residencia de los Dalai Lamas desde su construcción en 1648 hasta 1959 cuando el 14º Dalai Lama, Tenzin Gyatso, se ve obligado a huir del Tíbet.







Varias imágenes del Potala en nuestros dias. Hoy en día se encuentra, como toda la ciudad, bajo la administración china.


        Harrer llama la atención del joven Dalai Lama: Harrer lo llama siempre Kundun, apelativo que suele otorgarse a las reencarnaciones de Buda y significa más o menos “la presencia”, pero su nombre de nacimiento es Lhamo Dondhup y más adelante se le otorga el nombre de Tenzin Gyatso (ninguno de los dos llega a mencionarse en el libro). Tenzin es un joven extraordinariamente perceptivo e inteligente, con un enorme interés por la cultura occidental que existe fuera de su aislado país: quiere aprender todo lo que pueda de ese mundo fuera del suyo, mucho más grande. También tiene mucho interés por la mecánica, él mismo monta y desmonta sus aparatos. El Dalai acoge a Harrer como su preceptor temporal en todo aquello que tenga que ver con Occidente. Un detalle muy chulo es la admiración que manifiesta Harrer por la madre del Dalai, una mujer fuerte, seria, capaz, inteligente, y la única mujer en la historia tibetana que ha traído al mundo tres Budas Vivientes (no todos los Budas Vivientes llegan a Dalai Lama, hay muchos otros al frente de monasterios o meditando, como monjes o lamas de alto nivel).  

        El pueblo y la cultura tibetanas quedarán grabadas a fuego en la memoria y en el espíritu de Harrer. Y no solo por la amistad que desarrolla con el joven Dalai Lama. La tranquilidad y la paciencia de estas gentes, su forma espiritual de tomarse la vida, su despreocupación por aquellos problemas que no pueden arreglarse, etc. Todo esto le calará muy hondo. No son pocas las veces que se dedica a transmitirnos toda la información que puede reunir sobre sus costumbres, festividades, organismos oficiales, historia, etc. O algunos de sus mas grandes edificios, como el propio Potala.


 



Monasterio fortaleza de Trashigang (Harrer lo transcribe como Trachigang).


Ceremonia budista.


        Harrer pasa 5 años en Lhasa, y se convierte en amigo personal de Tenzin, hasta que las tropas comunistas chinas de Mao toman el Techo del Mundo, y Harrer se retira de Lhasa junto al joven líder, en dirección a poblaciones alejadas de las montañas. En 1951, Harrer, temeroso de la situación, abandona el Tíbet en dirección a la India, con la  Segunda Guerra Mundial terminada hace 6 años (en 1945), y acaba regresando a Austria. Pero siempre consideró al Tíbet su segunda patria, y siempre se posicionó como activista a favor de que el Tíbet recupere su soberanía nacional.

        Aunque Harrer no explica los siguientes acontecimientos en su libro, creo que es correcto que yo lo aclare: el Tíbet perdió su autonomía y se convirtió en la Región Autónoma del Tíbet, una de las cinco regiones autónomas de la República Popular China. Se encuentra bajo la autoridad de un gobernador, y un líder religioso marioneta puesto por el gobierno chino. Esta situación perdura hoy.  

 

La presencia de ruinas grandiosas por aquellos alrededores es testimonio de un glorioso pasado.

 

        El decimocuarto Dalai Lama cruzó a pie los Himalayas para exiliarse en la India, junto a 80.000 tibetanos, y en 1959 fue declarado jefe de gobierno de la Administración Central Tibetana, conocida como Gobierno Tibetano en el Exilio, organización política que administra a los refugiados tibetanos del exterior (reunidos sobretodo en la India, Bután y Nepal), y que tiene su propio Parlamento. Este gobierno reside en la ciudad de Dharamsala (a veces llamada “la pequeña Lhasa”), en el norte de la India. En 2011, Tenzin renunció a todos los cargos políticos y de gobierno, reservándose solo el liderazgo religioso y espiritual, argumentándome que “él solo es un simple monje budista”. Este gobierno ahora es dirigido por el Primer Ministro Lobsang Sangay (el cargo oficial es siyong), abogado experto en el Tíbet y en derechos humanos internacionales.

        Tenzin es una figura internacional, ha recibido el Premio Nobel de la Paz, y tiene 83 años hoy, y sigue viajando por todo el mundo, hablando en pro del pueblo tibetano, e impartiendo enseñanzas budistas. Por ejemplo es un ardiente defensor del vegetarianismo. Se le conoce y respeta por su energía y jovialidad, así como por su erudición.



Tenzin Gyatso, decimocuarto Dalai Lama.

        Ahora vamos con la figura de Heinrich Harrer: en el libro puede apreciarse fácilmente como trata de hacer un lavado de cara de Alemania, al tiempo que se desliga absolutamente de todo lo nazi. Jamás menciona términos como “nazi”, “Reich”, etc., hablando únicamente de Alemania y Austria. Por otro lado, la revista alemana Stern demostró posteriormente a su fama por este libro que Harrer no había sido un mero miembro obligado del partido, y que tenía un pasado nazi real, ingresando a las filas en 1933. Miembro primero de las SA, y luego de las aún más temidas SS, conocía personalmente a su líder, Himmler, uno de los principales tenientes de Hitler. Parece bastante probable que su expedición al Nanga Parbat formaba parte de un proyecto de Himmler. Harrer siempre huyó de estas acusaciones. Hay quien afirma que pese a su oscuro pasado en las filas nacionalsocialistas, el Tíbet y Tenzin lo cambiaron de verdad.

        Tras la revelación de su pasado nazi, Harrer desapareció totalmente de la vida pública, y murió a los 93 años, en 2006, en el aislamiento, manteniendo únicamente contacto con su familia. Sus familiares no revelaron las causas de la muerte, y emitieron el siguiente comunicado: “Ha partido con gran serenidad hacia su ultima expedición”.

         Es una obra muy compleja de leer no por su extensión, que apenas llega a las 200 páginas, si no por su pesadez. Fragmentos muy largos están extraordinariamente detallados pese a carecer totalmente de importancia (como todo lo referente a la huida), y otros que quizá nos interesaran más, como su amistad con el Dalai Lama o el desarrollo de las costumbres y religión tibetanas, no se tratan hasta el final del libro, durante muy poquitas paginas (pese a que esta amistad es el tema con el que aún a día de hoy se vende y se publicita el libro). Las lagunas en una formación cultural como historia o antropología se notan mucho, y comete muchos errores o es muy parco en cosas que podrían ser interesantes. Aun así, para quien le interese el alpinismo, o el budismo y el Tíbet, es una obra imprescindible. Actualmente sigue usándose como obra de referencia en cualquier tesis académica de temas culturales sobre este país, para narrar acontecimientos vividos de primera mano desde la subjetividad occidental de esta época. El libro tuvo un gran éxito, incluyendo aun a día de hoy, y se ha traducido a mas de 50 idiomas. 

        En 1997 Jean-Jacques Annaud dirigió una adaptación más o menos libre de esta obra, protagonizada por Brad Pitt (Harrer), David Thewlis (Aufschnaiter) y Jamyang Jamtsho Wangchuk (Dalai Lama). Un detalle muy chulo es que Jetsun Pema, la verdadera hermana del actual 14º Dalai Lama, Tenzin Gyatso, y activista especializada en los niños refugiados tibetanos, sale en la película interpretando a la madre. La película se toma muchas libertades, por ejemplo resume muchísimo toda la fuga; Harrer es un personaje bastante iracundo y atormentado, sobre todo al principio; y Aufschnaiter inicia un romance y se casa con una joven sastre local. También dedica más atención al crimen cometido por los chinos y por el gobierno maoísta. Merece la pena verla, y el paisajismo es muy impactante. La siguiente frase me ha marcado:

 

Esa es otra diferencia entre nuestras culturas: vosotros admiráis al hombre que fuerza su camino hasta la cima como meta en la vida, y nosotros admiramos al hombre que abandona su ego.


Imagen promocional de la película Siete años en el Tíbet (1997).


        Finalmente, existe otra película estrenada el mismo año que la anterior, 1997, llamada Kundun, que narra la vida del decimocuarto Dalai Lama Tenzin Gyatso desde su nacimiento. Fue dirigida por Martin Scorsese. El paisajismo es tan espectacular o mas que la anterior.



Imagen promocional de la película Kundun (1997).


Om mani padme hum.






viernes, 16 de abril de 2021

ENDO - FRANCISCO JOTA-PÉREZ

 


        Cuando hablé de El sol de medianoche dije que era probablemente una de las novelas más raras que he leído. Bueno, pues a día de hoy afirmo categóricamente que esta es la novela MÁS rara que he leído. Pero sin una maldita duda. Es que no se ni si puede catalogarse como novela. Endo, escrita por Francisco Jota-Pérez, y publicada en 2019 por la editorial Orciny, es un ejercicio de “novela-cosa-acumulación de palabras” con un fuerte componente de prosa lírica, que realmente tiene más de poesía que de prosa (Jota-Pérez es un autor muy asociado a la poesía).

        Endo se ubica en la ciudad catalana de Vilanova i la Geltrú, y tiene como segundo escenario el pueblo abandonado cercano de Jafra. Lo místico y misterioso, el pasado que se filtra desde las piedras, que recubre totalmente a Jafra, se trasladará a través de sus personajes y de la compleja prosa de Jota-Pérez a Vilanova i la Geltrú.









El pueblo abandonado de Jafra.

        La narración nos habla de una serie de protagonistas muy distintos entre ellos que comparten una compleja relación con sus entornos y con un último personaje, que recibirá el nombre de “desconocido inesperado”. El desconocido inesperado se constituye a lo largo de la obra como una especie de genio maligno de Descartes, el genio engañador que esta tras nuestra pista y puede ser el origen de nuestros males, o quizá paranoia nuestra. Un ser omnipresente en cuanto a que no existe, un mito carnalizado de un subconsciente inconsciente. Aunque ni siquiera tengo claro haberlo entendido bien.


La culpa es un residuo ético que el desconocido no comprende, en su implacabilidad, más que como polvo de hueso que esnifar antes de una orgía.

        

        Endo es un viaje de ácido. Es como un remake del Doktor Faustus de Thomas Mann o de La montaña sagrada de Alejandro Jodorowsky dirigida por el cadáver revivido de Hegel.

        La obra carece de cualquier tipo de linealidad, y la trama apenas sale a la superficie, casi únicamente visible por el uso del mismo lenguaje continuamente, por usar los dos mismos escenarios siempre, y por la presencia constante del desconocido inesperado. Según el autor, debe entenderse como un ataque masivo contra la gentrificación, concretamente contra la gentrificación de Vilanova i la Geltrú, municipio en el que se crio Jota-Pérez. Se supone que pretende devolver a ese lugar los fantasmas expulsados por esa gentrificación. El autor también realiza un ataque constante a aspectos como la normalización, el capitalismo cultural, etc.

        Está escrita con un lenguaje que combina lo culto, lo obsceno, lo mágico, lo sugerente, lo ordinario, etc. Se caracteriza por frases muy largas, de bastantes líneas de duración, con una trama, como he dicho, difusa. Pretende evocar, más que contar una historia. 

        La obra se incluye (relativamente, en mi opinión) dentro del Género Bizarro (cuyas pautas ya marqué en la reseña de Morder el bordillo): posee importantes características obscenas (se cita cuerpos desmembrados, sexo explícito, semen y distintos tipos de fluidos corporales, etc.), es absolutamente surrealista (casi en exceso),… Aunque opino que en Endo se diluye gran parte del entretenimiento que suele estar presente en el Bizarro, ya que la complejidad y lo intrincado del lenguaje, sumado a su “trama que apenas tiene trama” y su falta de linealidad firme, hacen que tengas que estar con veinte sentidos sobre el papel para más o menos enterarte de lo que quiere el autor; y al final, entretenerte, te entretienes poco. Es un ejercicio puramente intelectual, y que además requiere bastante esfuerzo pese a sus 168 páginas. Y por supuesto el humor desaparece casi absolutamente.

         El autor es natural de Barcelona, escritor y guionista. Muy dado a los poemarios, habiendo llegado a trabajar con el poeta Marco A. Raya en la obra conjunta Mascara: Muerte: Rojo. Ha recibido el premio Ignotus a Mejor Obra Poética por su poemario Napalm Satori.

        Jota-Pérez es seguidor de autores tradicionalmente asociados al Bizarro como Kenji Siratori. También es lector de Anna Kavan, Elfriede Jelinek, Birgitta Trotzig, Chantal Maillard, Layla Martínez o Leopoldo María Panero; figuras relacionadas a la revolución de las letras de nuestro tiempo, al feminismo radical, al movimiento LGTBI (Layla Martinez tiene varios artículos ensalzando a las drags), al fin de la tradición en el mundo de la escritura, etc. Todo es muy alternativo, huye de lo convencional. También es admirador de William Burroughs (figura por otro lado muy asociada al nacimiento primordial del Bizarro), y Endo puede compararse fácilmente a El almuerzo desnudo de este.

        Jota-Pérez parece despreciar el concepto de relato o novela en sí mismo, así como cualquier concepto de linealidad (y parece afirmar este modo de pensar en entrevistas suyas que he leído), lo cual en mi opinión es pasarse de moderno. Entiendo su intención de evocar lo improbable o lo imposible, lo absurdo combinado con lo cotidiano, de huir de los convencionalismos, etc. Pero en su intento de romper con todos los esquemas acaba sacrificando el objetivo primordial de la literatura, y más de una literatura como la del Bizarro, que es el entretenimiento. Entender en exceso la literatura y el cine como una suerte de ensayo academico transmitido en clave creo que es un defecto. 

          En definitiva no tengo nada claro si me ha gustado o no, y por tanto no sé si es recomendable o no. Es que es muy raro, y mira que a mí me gusta lo raro. Tiene reflexiones interesantes, y frases expresadas en un lenguaje cautivador por lo extraño. Tiene escenas, que evocas en tu cabeza, bastante perturbadoras. Pero también tiene muchos momentos que no sabes de que habla. Si te mola este estilo tan moderno, puede que te gusté, si no, pues no. Y ojo, no considero que haya que ser el culmen de la inteligencia para leer Endo, no sé si lo considero literatura inteligente o un intento que se pasa de rosca de moderno. Y tampoco creó, en cualquier caso, que haya que escribir así para crear literatura inteligente.

Mario, aunque ha perdido la sed para siempre, se bebe las dudas de un mundo, si bien miniaturizado, entero, se sacia de su falta de experiencia, avanza hacia un borne donde tuberías comunicantes llevan mareas de menstruo que arrastran carroña y un surtido de casquería en embutido hasta los depósitos pectorales de un armazón impotente y vagamente antropomorfo que también es el desconocido, anclado a un andamiaje alambicado y alimentado millones de vatios de energía espiritual contaminada de civilización, el gigante por cuyas venas transitan las animas y el asco.






miércoles, 14 de abril de 2021

A CIEGAS - JOSH MALERMAN

 


        Esta es la opera prima de Josh Malerman, escritor estadounidense que antes de lanzarse a la escritura ha sido el cantante y compositor del grupo de rock The High Strung, llegando a tocar 250 veces al año, en una gira de seis años de duración. En 2014 publicó Bird Box, que en España se tradujo como A ciegas. Después de eso ha seguido escribiendo libros, y en 2020 fundó la productora cinematográfica Spin a Black Yarn junto a Ryan Lewis, y produjo su primera película, We Need to Do Something, que se rodó en secreto, durante la epidemia del COVID-19. La película se estrenará en algún momento de 2021.

        A ciegas posee varias etiquetas: en primer lugar es una novela de terror post-apocalíptica, en un mundo que ha cambiado para siempre tras la llegada de unas criaturas cuya visión nos lleva a la locura. En segundo lugar, también pertenece a un raro subgénero del terror: el quiet horror (“horror silencioso”), cuyas características ya reseñé en el artículo sobre El sol de medianoche, de Ramsay Campbell. Principalmente es un estilo caracterizado por la escasez o ausencia de elementos morbosos o sanguinarios, alargando las escenas de tensión, concediendo mucha importancia al factor psicológico, etc. También tiene algo de novela experimental, por características que desarrollaremos a continuación.

        El libro empieza casi por el final: Malorie es una joven madre superviviente de algún tipo de holocausto provocado hace 5 años por unos seres (desde el minuto uno, Malerman nos avisa de que hay algo ahí fuera) cuya mera visión nos destruye la mente. Lleva más de cuatro años y medio viviendo en una casa de varios pisos que tiene todas y cada una de las ventanas al exterior cegadas (lleva literalmente todo ese tiempo sin ver el exterior) junto a sus hijos (a los que no se ha atrevido a poner nombre por algún tipo de miedo no concretado, se refiere a ellos solo como niño y niña). Cada vez que tiene que salir al pozo del jardín a por agua lo hace con los ojos vendados. Es una mujer dura que ha vivido cosas duras, y ha criado a sus hijos con mano de hierro para que se adapten a este mundo nuevo, a veces odiándose a si misma, pero con buenos resultados.

 

Les salvas la vida para que vivan una que no vale la pena vivirse.

 

        Malorie sabía desde hace mucho que en algún momento tendría que marcharse de ese lugar y lleva cuatro años, desde que nacieron, adiestrando a sus hijos para que aprendan a OIR, en mayúsculas. Fiarse de su sentido del oído por encima de todo, pues la vista es peligrosa, y así poder desenvolverse en el exterior. Usar los ojos puede significar ver a uno de esos seres, y entonces se acabó. Los ha convertido en verdaderos Daredevils, pueden oír caer una hoja a varias habitaciones de distancia. Han aprendido a fiarse de su oído como nosotros aprendemos a fiarnos de los ojos desde que nacemos, como sentido principal.

        Llegado ese momento, Malorie saca a sus hijos de la cama, los viste, los tres se vendan los ojos, y abandonan la casa con una bolsa de provisiones. En el rio que está a unos pocos metros detrás de la casa, se montan en una barca e inician un peligroso viaje “a ciegas” para llegar a un destino que no se nos desvela hasta el final de la novela, solo sabemos que Malorie quiere algo mejor para sus hijos. Mientras ella rema, los hijos harán las veces de radares para avisarle del peligro.



Malorie y sus hijos en la barca, en el rio. Escena de la película.

        Usando la trama de este viaje como hilo conductual, Malerman nos explica, a través de los recuerdos de la protagonista, cómo empezó todo: Malorie y su hermana Shannon vivían juntas cuando Malorie queda embarazada de un hombre que no tiene ninguna importancia en la novela. Paralelamente empiezan a llegar noticias de lo que llaman el Informe Rusia, o el Problema: algunas personas al este de Europa han atacado con consecuencias mortales a otras y a continuación se han suicidado. Lo que parecía una locura transitoria ocurrida en un lejano país se convierte en una epidemia que asola el mundo entero, y nadie conoce la explicación. Desesperada, Malorie abandona su piso y se dirige a una casa cercana en la que vive un grupo de gente que se ha puesto a salvo de la situación, encerrándose con muchos víveres (sabe de la casa por un anuncio en uno de los últimos periódicos). Malorie es acogida por los miembros de la casa, que es dirigida por un ex profesor llamado Tom, cuyo objetivo es intentar averiguar lo máximo posible acerca de que les está sucediendo, al tiempo que trata de encontrar la manera de mejorar sus condiciones de vida. Un líder nato, inteligente e incansable en la búsqueda de respuestas y soluciones.

        Tom es el primero que propone en voz alta la teoría de que todo esto sucede por la acción de unos seres vivos, que a falta de ninguna forma mejor de referirse a ellas reciben el nombre de “criaturas”. Tom propone que quizá las criaturas no sean seres malvados, dado que no se conoce ningún caso en el que hayan atacado directamente a los humanos, y una puerta cerrada de una casa normal no detendría a nadie que de verdad quisiera entrar. Cree que quizás sean solo seres de otro mundo que se ha visto solapado al nuestro por alguna razón, y son tan drásticamente distintos a nuestra realidad consciente que el contemplarlos produce ese efecto en nosotros, nuestra mente no puede asimilarlo y se fragmenta. Pero quizá las propias criaturas se hallen tan confusas como nosotros ante la situación, quizá no sepan que producen ese efecto, quizá no entiendan lo que pasa (lo cual no quiere decir que no sean extremadamente peligrosos para nosotros). Es un planteamiento similar al que surge cuando los protagonistas de la novela Esfera entran en contacto con lo que yace en su interior: los hechos imprevisibles que pueden surgir cuando seres de realidades absolutamente opuestas que jamás deberían haber entrado en contacto, por alguna razón, lo hacen. Es posible que las consecuencias de ese contacto no tengan nada que ver con la naturaleza original o las capacidades de los seres desencadenantes, que en este caso son las criaturas.

 

No sabemos qué son, nuestras mentes no pueden comprender a esas criaturas. Por lo visto son como el infinito. Algo tan complejo para nuestras mentes que no alcanzan a concebirlas.

 

        De este modo, Malerman aleja a las criaturas del foco de seres malignos-villanos que suelen habitar este tipo de novelas de terror, al tiempo que llena el libro de preguntas como ¿Qué son estos seres? ¿Qué quieren? ¿Quieren acaso algo? ¿Cómo piensan?

 

“¿Sabrán lo que hacen? ¿Pretenden hacer lo que hacen?”

 

“¿De qué nos habéis privado? ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Acaso tenéis un propósito?”

 

        Por otro lado, mientras conviven en la casa y van haciendo frente a distintas situaciones entre todos, tratando de alcanzar distintas respuestas y/o soluciones, los habitantes de esta deberán enfrentarse a duras decisiones sobre la supervivencia. Por ejemplo: ¿Cuántos caben en esa casa? ¿Debemos seguir acogiendo a posibles supervivientes, o abandonar a personas fuera, a su suerte? Y también deberán recordar que antes de la locura generada por las criaturas, había mal en el mundo, un mal que provenía de nosotros mismos. La maldad que las personas pueden ejercer. ¿Y si el verdadero peligro no es el que acecha fuera, si no el que reside dentro? Cuando todo se cierra, las personas peligrosas pueden hacerse con el control.



Fanart por Dcf On Deviantart.


        Y una última pregunta nunca les abandona: ¿Qué sucede si alguien que ya está loco ve a las criaturas?

      Frente a todo esto, Malorie nunca deja de recordar que está embarazada, y que su gestación avanza. Todo cuanto le sucede lo contemplará a través del filtro de ese futuro bebe.

        Malerman es muy ladino, porque desde el primer momento nos deja caer que en esa casa, en algún momento entre la llegada de Malorie y el momento en que nacen los niños (sabemos que los cría sola), ha ocurrido una desgracia. En primer lugar está sola, Tom y el resto de habitantes no están allí, y en segundo lugar hace un par de referencias a unas manchas de sangre. Así que todos los capítulos sobre cómo se van desarrollando las cosas a partir del momento en que Malorie entra en la casa los leemos sabiendo que todo va a estallar, que una tragedia va a llegar, y que como mínimo, varios van a morir, quizá todos. Pero no sabemos cómo. Y estamos esperando que ocurra. Esa situación va cargándose de tensión hasta un desenlace final.

        El autor juega continuamente con el peligro de las criaturas y con las preguntas que suscitan, pero no las muestra en ningún momento. Malorie llega a estar a centímetros de una, pero jamás llegan a verse. Podemos quizá ver aquí un poco de metaliteratura: no podemos verlas porque si las viéramos nosotros mismos, los lectores, nos volveríamos locos. Malerman ha podido escribir esta obra porque esta cuerdo, si pudiera describirla, es porque hubiera visto una de las criaturas, y si la hubiera visto, el también habría enloquecido, y no habría escrito la novela.

        Esta característica que condiciona todo el libro, se extiende por toda la trama: en ningún momento vemos la acción. Siempre sucede fuera de cámara: historias que cuentan algunos personajes, recuerdos apenas entredichos, los protagonistas paseándose vendados por lo que oyen cosas, pero jamás las ven, etc. Es una novela donde todo se sugiere, pero jamás se muestra.

        A ciegas ha cogido importancia en los últimos tiempos, y no solo por el estreno de su película, si no por fuertes comparativas que tiene con el estado del confinamiento durante la pandemia de COVID-19. Recordar que se escribió en 2014, esto no estaba premeditado. Es una casualidad, pero aun así al leerla, no puedes evitar sentirte identificado: el confinamiento en la casa, el hecho de no saber cuándo van a cambiar las cosas o si lo van a hacer, la duda ante todo, el recuerdo del tiempo que fue y el temor porque ese tiempo no vuelva, la nostalgia por los tiempos perdidos, etc. Incluso tienen que llevar un protector, en vez de una mascarilla, una venda, y Malorie menciona  que “nunca se ha acostumbrado al tacto de la tela de la cara”. Como mucha gente nunca se ha acostumbrado bien a la mascarilla, produciéndole irritaciones, entre otras cosas. Y mientras todo eso sucede, perdemos contacto con el mundo exterior, acostumbrándonos al vivir en el interior.

 

A fuera, en el exterior, el mundo se apaga.

 

        Es una novela escrita con un estilo sencillo y directo, muy dedicado a todas esas sensaciones de aquello que no puedes ver. Se lee muy deprisa, y no tiene mayores complicaciones. Recuerda bastante a Stephen King: tiene una fuerte carga dramática y lacrimógena, las historias de los protagonistas, la situación, etc. son siempre muy tristes, y Malerman es bastante cruel con ellos. En general ha recibido criticas positivas, y ganó el Premio al Libro Notable de Michigan de 2015 (Michigan Notable Book Award). 

        Se parece un poco a Un lugar tranquilo (2018), la película sobre los seres que tienen un oído extremadamente desarrollado y la humanidad aprende a vivir en un estado de silencio absoluto para evitar ser detectados y cazados por estos seres. Ambas obras prestan mucha importancia a la capacidad de sus criaturas de actuar sobre los sentidos, y los humanos debemos desarrollar estrategias acorde a esto (uno sobre la vista, otros sobre el oído). Además la prota de ambas está embarazada, y la escena del parto recuerda bastante. Quizá el libro inspiró la película de 2018. O quizá no, y es casualidad.

        Pero yo tengo una crítica: pese a que es entretenida y se lee muy rápido, no acaba de romper. Y de pronto se acaba. Es una novela que lees esperando a que pasa algo, y no ocurre nada en ningún momento. Es cierto que la esencia de este tipo de libros es no alcanzar muchas de las respuestas, que queden ciertos preguntas en el aire, en la duda, dando lugar a nuevos interrogantes. Pero la habilidad de un buen escritor es responder las suficientes al tiempo que otras quedan el aire, un equilibrio difícil. Malerman directamente no responde ninguna (por lo menos acerca de las criaturas). No llegas a conocer nada, y en mi opinión, eso es excesivo por parte del autor: Campbell era muy esquivo en sus respuestas, pero si lees atentamente incluyendo los subtextos, pillabas gran parte de la “historia tras la historia”. Malerman directamente sumerge a sus personaje en la duda más absoluta, y en la duda se quedan, y tú con ellos. Aun así es una novela entretenida que merece la pena mas o menos, y mola todo el rollo insondable que transmiten las criaturas (aunque creo que se podría haber aprovechado mas con un tono más reflexivo, pero bueno). 

 

“Son monstruos” piensa Malorie. Pero también sabe que son mucho más que eso. Son el infinito.

 

        En 2018 Netflix estrenó una adaptación cinematográfica, que recibió críticas mixtas. El argumento difiere considerablemente de la obra original. Algunos de los cambios son buenos, el personaje de John Malkovich mola mucho, pero la mayoría, como suele suceder, son basura. La película no concede tanta importancia a la capacidad auditiva de los críos. Tom en vez de un larguirucho profesor obsesionado por alcanzar respuestas y ayudar, es un aguerrido macho ex soldado sensibilizado por lo que vivió en la guerra (modelo de argumento que trata de moralizar la guerra, y a los estadounidenses les encanta) que le echa los trastos de forma bastante lamentablemente a Malorie, llegando a llamarla “mi niñera buenorra” para ligar con ella. Por supuesto los sumerge en un romance que no tiene más cabida que contentar al público, porque no viene a cuento de nada. Malorie no es una mujer que se endurece durante lo sucedido en la casa, es una mujer ya endurecida (con escopeta y todo), lo cual me gusta, pero no me gusta que Malorie pierda parte de su protagonismo en favor de un Tom normalizado para respetar los canones de Hollywood. El personaje de Olympia, que en el libro es bastante neutral, en la película es una mimada llorica y con sobrepeso, con una mente débil y patética (es un personaje diseñado por los guionistas para ser lamentable y patética, literalmente, no tiene otra función, y eso no me parece ni necesario ni bien). Al final lo mejor de la película son los comentarios de John Malkovich, pese a que su personaje no esté en la novela. Hay varias decisiones de guion con las que estoy sumamente en desacuerdo. La mayor parte de la carga indirecta de la novela desaparece, volviéndose directa, por una necesidad de comercialización. De este modo, la mayoría de la filosofía detrás de todo el argumento, que puede gustarte más o menos, se diluye. Casi toda la tensión constante desaparece sustituida por escenas de acción estúpidas e innecesarias. Pese a ello, relativamente sobrevive el centro de la novela: Malorie, los niños, y las criaturas. En mi opinión: ved la pelicula o leed el libro, pero ambos no casan, no es una buena adaptación. Y eso que Sandra Bullock lo hace muy bien, igual que Malkovich, pero es que es insalvable. 



        Un ultimo aporte: lo he catalogado como libro independiente, pero pese a ello, este mismo año Malerman publica una secuela del libro, titulada Malorie. Lo que no se es si se traducirá al español, y tampoco se si me la leeré la verdad, no se si me ha llamado tanto como para leer una secuela.





lunes, 12 de abril de 2021

LOS PRÍNCIPES DEMONIO - JACK VANCE




1. El Rey Estelar (1963). 155 pags.

2. La máquina de matar (1964). 142 pags.

3. El Palacio del Amor (1966). 159 pags.

4. El rostro (1979). 186 pags. 

5. El libro de los sueños (1981). 196 pags.

        
        Esta saga de 5 libros salió entre principios de los 60 y principios de los 80 (¡20 años!, y luego nos quejamos de Rothfuss, que solo hace 14 que sacó El Nombre del viento), y es el perfecto ejemplo de space opera de la vieja escuela, una gloría de su época. Este subgénero de la ciencia ficción se caracteriza por narrar aventuras contadas de forma futurista, en contextos espaciales; es la continuación natural y lógica de las novelas de aventuras (tipo Julio Verne o Emilio Salgari) pero en clave de sci fi. Suele tener personajes arquetipo basados en la dualidad héroe-villano, y hablar sobre grandes imperios galácticos, viajes espáciales, batallas, acción, etc. También puede relacionarse al western, cambia el revólver por la pistola laser, el caballo por la nave espacial; hay mineros en asteroides, etc. Todos esos componentes estarán presentes en esta obra. Además el libro pertenece a la ciencia ficción blanda, por carecer de elementos divulgativos y no prestar atención sobre el aspecto científico y técnico, como hace la ciencia ficción dura (Regreso a Titán Esfera).

        En sus inicios (años 20, aunque puede remontarse hasta 1910 aprox.) la space opera solía tener una calidad literaria bastante pobre, aunque posteriormente nacieron obras más decentes, como la presente (pese a que también es bastante básica). El ejemplo clásico y mas famoso de space opera son los comics de Flash Gordon (que comienzan en el 34), el aventurero espacial, pero puede rastrearse como mínimo hasta los libros sobre las aventuras en Barsoom (Marte) de Edgar Rice Burroughs, que comenzaron en 1912. Posteriormente han surgido otros ejemplos, como 2001: Una Odisea en el espacio (1968), o las películas de Star Wars (la primera se estrenó en 1977).



Clásica imagen de space opera.

        Jack Vance (1916-2013) era un autor estadounidense de ciencia ficción blanda y de novelas policíacas especializado en obras de aventuras bastante lineales, y conocido por sus descripciones de los planetas donde suceden los relatos. En su juventud fue lector de Lord Dunsany, Edgar Rice Burroughs, Julio Verne, etc. Trabajó recogiendo fruta, como minero, como electricista,.... tras lo cual entró en la Universidad e intentó las carreras de física y de periodismo, pero no acabó ninguna. Después de fracasar al intentar entrar en el programa de espionaje, se metió en la marina mercante; y en los años 40 empezó a publicar. Amigo personal de Frank Herbert, autor de Dune, se inspiraron mucho mutuamente (sobra decir que Vance nunca pudo competir con la maestría de su amigo). Murió en 2013, con 96 años, por "complicaciones de la vejez", según declaraciones de su hijo. Fue homenajeado por autores de la talla de Neil Gaiman. 

        La mayor critica actual sobre Vance es acerca del conservadurismo de muchos de sus valores, por ejemplo sus personajes homosexuales (los pocos que hay en sus novelas) son invariablemente villanos, identificando su homosexualidad como necesidad de vicio. Todas sus novelas están contempladas desde una perspectiva absolutamente masculina (y heterosexual, claro).

        Vance usa un sistema de citas de obras y autores que se inventa, al principio de cada capítulo, para expandir la información de su propio universo sin tener que hacer referencia a ello directamente en la novela, sin tener que buscarles un hueco en la trama. Es un sistema similar al que usaba Frank Herbert en su Dune.

        Las novelas se sitúan en un territorio del Universo llamado el Oikumene (término del griego antiguo que viene a significar algo así como “territorio conocido”), una amalgama gigante y caótica de confederaciones, naciones y planetas, prácticamente inabarcable, por los que la humanidad se ha extendido. En principio no hay más que una sola raza extraterrestre inteligente aparte de la humana, y tiene muy pocos miembros (solo sale uno en las cinco novelas), pero las culturas que han desarrollado en cada planeta son muy distintas unas de otras: sistema económico, lengua, tipo de gobierno, tradiciones, etc. No es lo mismo el planeta Maunish habitado únicamente por una sociedad amish súper tradicional (si, un planeta entero de amish, hacen su mantequilla, celebran fiestas de la cosecha, todo) que Sarkovy, con su sociedad tribal rollo africano y una cultura basada en venenos.

        Kirt Gersen, el protagonista, es un joven de unos treinta años que cuando era niño contempló como toda su familia y su pueblo eran masacrados y esclavizados por las tropas de una alianza  formada por los cinco mayores caudillos del crimen de todo el Oikumene, los llamados Príncipes Demonio. Los únicos supervivientes fueron él y su abuelo, y este último dedicó todo lo que le quedaba de vida a entrenar a su nieto para convertirlo en el vengador definitivo. Adiestrarle para que pudiera darles caza, le enseñó artes de combate, rastreo, ciencia básica, cultura, espionaje, conversación, seducción, etc. Un aviso: no se ve absolutamente nada de este entrenamiento, de vez en cuando te dejan caer algún detalle en plan “esto lo hizo así” y ya. La novela empieza ya con Gersen siendo adulto, y el resto te lo resumen pocas páginas después, y a correr.


No soy malvado, estoy mas allá del bien y del mal.


      Cuando comienza la primera novela, El Rey Estelar, Kirth Gersen es un mercenario y aventurero espacial solitario, con su propia nave que él mismo pilota (bastante destartalada, por cierto), dedicado a rastrear a los jefes del crimen y asesinarlos, no contempla nada más en su vida. Los cinco líderes son personajes muy ocultos, y aunque sabe sus nombres en el submundo, no sabe cómo localizarles, ni sus verdaderas identidades.

        A partir de este punto, donde la saga esta ya presentada (la pagina 20 o 30 del primer libro, más o menos), cada uno de los cinco libros está dedicado a localizar a uno de los jefes y matarlo. Para cumplir esto deberá viajar por todo el Oikumene, cambiando de planeta generalmente mas de una vez por libro. Una de las mayores críticas que se puede hacer a la saga es que el mecanismo resulta repetitivo: al principio del libro Gersen localiza un hilo del que tirar. Indaga, se da con algún obstáculo, avanza, se topa con algunos matones del final boss, se los carga, averigua la vida del jefazo, y luego lo encuentra y lo mata. Esto se repite en cada libro. Y las muertes son bastante sin más, no hay mucha grandilocuencia, no tienes la sensación de que sea una magistral venganza urdida tras años de preparación. Vance no se molesta en meterse en semejante fregado, no es ningún Alejandro Dumas, su protagonista es un mero cazador de hombres, y cumple su trabajo más con la eficacia de un frio asesino que con la pasión de un vengador.

        En la primera novela, publicada en 1963, se enfrenta a Attel Malagate, llamado el Funesto, quien es el más oculto y discreto de los cinco, dedicado a operaciones silenciosas y que llamen poco la atención. Al principio de la novela descubre que Malagate en realidad es miembro de la única otra especie inteligente, los llamados Reyes Estelares, unos seres provenientes de un planeta colonizado por la humanidad, que evolucionaron en pocas generaciones para volverse muy similares a los humanos. Son como unos anfibios antropomórficos, pero pueden adoptar apariencia humana completa. Durante su investigación para encontrar a Malagate se verá involucrado con una institución universitaria donde sospecha que se esconde su presa y con la carrera por un bellísimo mundo virgen, sin macula humana.


Ilustración por Ed Emshwiller, portada para la primera edición de Star King (El Rey Estelar), publicada por la Galaxy Sciencie Fiction en 1963. 


        En el dos, La máquina de matar (1964), Gersen capta el rastro de Kokor Hekkus, llamado la Máquina de Matar, debido a su violencia desmedida y sus prácticas bestiales. Es el líder criminal que gobierna en las regiones más exteriores del Oikumene, usando el terror para que nadie ose desafiarle. Se especializa en extorsiones y secuestros. Gersen averigua que Hekkus está relacionado con un planeta imposible de localizar llamado Thamber y con la princesa de ese planeta, Alusz Iphigenia Eperje-Tokay. Para saber más deberá internarse en la cárcel más segura del Universo y hablar con la princesa, que está allí encerrada.  


Una vez me dijiste que solo temías a la muerte. Ahora vas a morir.


        En el tercero, El Palacio del Amor (1967), debe localizar a Viole Falushe, el más sibarítico y vicioso de los Príncipes, famoso por poseer en algún lugar desconocido una gigantesca y lujosa residencia secreta llamada el Palacio del Amor, donde se dedica a sus fiestas con sus invitados de alta categoría, y ofrece a estos los más excelsos placeres, etc. Gersen averigua que Falushe es terráqueo, y en la Tierra es donde empieza a investigar.

        En cuarto lugar: El rostro (1979). Le toca el turno a Lens Larque, llamado el Gran Pájaro, el más cantoso y agresivo de los jefazos. Gersen averigua que Larque es un darsh, una etnia humana originaria del planeta desértico Dar Sai, considerados unos ordinarios de bajo nivel, escoria social. Despreciados por el resto del Universo. Gersen deberá sumergirse en la brutalidad del planeta Dar Sai y en sus bárbaras costumbres para localizar a Larque y averiguar su grotesco plan de venganza sobre la sociedad.

        Finalmente: El libro de los sueños (1981), donde solo le queda por matar a Howard Alan Treesong, juzgado como el más peligroso de todos, conocido como el Señor de los Jueces o el Rey de los Ladrones. Treesong es una especie de Kingpin (villano de Daredevil), sus tentáculos alcanzan todas las cúpulas de los organismos, maneja todos los sindicatos criminales. Para completar su venganza, Gersen primero deberá adentrarse en la compleja personalidad de este hombre recorriendo su pasado: un pasado plagado de tragedias y dolor; un hombre emergido de una sociedad profundamente conservadora y tradicional que jamás lo aceptó.

        En un principio la premisa es interesante. Kirth Gersen concebido como una mezcla entre el aventurero espacial, y no siempre legal, Han Solo (si, ya sé que Star Wars empieza a finales de los 70, o sea mucho después de que saliera El Rey Estelar, solo era una comparación), y el Conde de Montecristo de Dumas (el vengador por definición). Un hombre forjado para la violencia que no es capaz de ver más allá de ella: de hecho, en todos los libros alguna mujer con la que mantiene un romance (Gersen liga con una diferente por novela, por supuesto, como Indiana Jones) le ofrece la posibilidad de abandonar su venganza, de empezar a vivir para él y no para esas muertes. De huir con ella. Pero Gersen no puede abandonar, es un personaje monomaniaco y obsesivo, inaccesible, implacable, terrible, despiadado.


Todo hombre que emprende una venganza debe cavar dos tumbas.


        Por otro lado las cinco némesis, los cinco emperadores del crimen del Universo, cinco genios criminales cada uno con una obsesión distinta nacida de sus complejos pasados y vivencias que han condicionado cada uno de sus actos.

        Sin embargo Vance no aprovecha adecuadamente este planteamiento. La trama es básica y lineal, y como hemos dicho, se repite en cada libro. Los personajes no llegan a desarrollarse, no logran romper la bidimensionalidad, manteniéndose en el arquetipo. Gersen, el héroe/antihéroe macho y viril, capaz de todo, que caza a sus enemigos; los matones que se le ponen por delante, más tontos que un botijo y con la misma relevancia; las mujeres que Gersen rescata y con las que mantiene un romance y luego abandona para seguir su venganza. Respecto a esto último, Vance no llega en ningún momento  a proyectar que una mujer pueda tener más papel que el de ser rescatada del peligro, y yacer con el protagonista masculino. No hay ninguna Jessica Atreides o Santa Alia del Cuchillo, como en el Dune de su amigo F. Herbert.

        El propio protagonista se hace algo canso en su monomanía, y se echa en falta conocer en mayor profundidad un poco más de su pasado (es que real que te lo cuentan en un par de párrafos y aire). Y para ser un vengador, queda muy por detrás de las sanguinarias matanzas inmisericordes de Punisher o de los complejos y retorcidos planes del Conde de Montecristo. Gersen solo busca y mata. Y a los lectores, pues eso nos llena poco.

        Finalmente, los cinco Príncipes Demonio, pese a como nos había hablado de ellos el autor, y al poder que se supone que esgrimen, son francamente decepcionantes. No se les llega a ver en ningún momento más de 3 o 4 matones o esbirros, que Gersen mata o incapacita antes de asesinarlos a ellos mismos. Apenas se les llega a ver en acción, dado que como se mantienen ocultos el 99% de la novela, Vance no tiene apenas tiempo de introducirlos. Gersen llegará a averiguar bastante sobre sus personalidades al investigarlos, pero lo leemos como si fuera el examen clínico de un paciente, no las entrañas de un villano que debe cautivarnos o aterrarnos. Esas pasiones que los mueven, como el sibaritismo de Viole Falushe, nunca son tan desarrollados como esperamos (¿quizá nosotros pertenecemos a una época más hiperbólica?). No vemos en Viole una criatura viciosa y caprichosa que vive rodeada de lujo. Al final todo se “normaliza” en exceso. El resultado final es que no llegas a adentrarte en el interior de ningún personaje.

        Vance escribe con un tono seco y directo muy fácil de seguir, pero poco embellecedor. No posee ninguna floritura, ni adorna en ningún momento sus descripciones o sus diálogos. 

        Mi conclusión es que es una saga que refleja muy bien lo que era una space opera  de este tiempo, infinitamente más básica que Dune, pero es que no todo puede ser Dune, o de calidades similares, y menos en estos años. Está muy por encima del arcaico y pesado Flash Gordon, pero aún queda un largo camino por recorrer. A excepción de un poco el primer libro, que es el más aburrido, es una saga entretenida (pese a las características mencionadas) y ágil, los planes de Gersen y de sus rivales son simples, pero funcionales, valen para pasar el rato. Y las descripciones de algunas de las culturas de los planetas, como los darsh o el planeta de los amish, son interesantes y divertidas, tiene una potente carga de humor e ironía. Además, son cortos, no llegan a 200 paginas cada libro. Enamorar no te va a enamorar, pero puede ser una forma de contemplar un ejemplo de estilos del pasado. 

        En España están descatalogados, solo existen en la edición de la primera foto, de la editorial Martínez Roca en la colección Gran Súper Ficción, de 1988; vienen las cinco novelas en dos tomos (tres en uno y dos en el otro). No se han publicado más ediciones. Pero son muy fáciles de conseguir en alguna Re-Read o en todocoleccion, por unos 3 o 4 euros cada tomo.

 




BALADA DE PÁJAROS CANTORES Y SERPIENTES - SUZANNE COLLINS

          Tras 10 años de parón, la autora de Los Juegos del Hambre ha sacado esta precuela de su saga: Balada de pájaros cantores y serpien...